De cómo la papa rueda por el mundo

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Víctor Hurtado Oviedo, editor vhurtado@nacion.com

La patata es una papa que viajó a Europa. Por acá, en América, en los países de la localidad, la papa siempre se ha llamado así, pero los españoles la bautizaron ‘patata’ porque el término ‘papa’ se les cruzó con ‘batata’. La batata es el boniato, que también se escribe ‘moniato’; o sea, lo que llamamos ‘camote’. Para entender ese matorral semántico , habría que releer este párrafo, pero no hace falta porque felizmente viene otro.

De ‘patata’ salió el término inglés ‘potato’; lo usamos en los restaurantes para impresionar a las personas de las otras mesas, que ansiaban hacernos lo mismo. Los que se demoran en impresionar quedan mal pues revelan que se dedican a mirar los precios.

En los restaurantes también pedimos vegetales en vez de verduras (lo adecuado), a riesgo de que nos sirvan un plato lleno de árboles; pero siempre podemos solicitar que nos envuelvan los troncos que quedan, para nuestro perro, que no ha podido venir.

Volviendo a las papas, dijimos que habían viajado a Europa desde los Andes; esto ocurrió a inicios del siglo XVI pues los americanos descubrimos a Europa solamente entonces. La patata se fue a Europa a hacer la América, y se pareció a los aventureros que salían de casa diciendo: “Me voy a la guerra de los Siete Años”, y les respondían: “Menos mal porque tu papá se fue a la guerra de los Cien Años y aún no ha vuelto”.

La papa se domesticó en la actual frontera peruano-boliviana hace unos 7.000 años. Después, la papa ha rodado por el mundo.

El ingeniero agrónomo francés Marcel Mazoyer afirmó que en los Andes hay 300 variedades de papas, pero que solo se han domesticado tres ( La historia más bella de las plantas , II, 2). No es así: lo cierto es que solo en el Perú hay más de 2.300 variedades genéticas y docenas de las comestibles.

Por su falta de caprichos, la papa era un cultivo familiar y comunal, a diferencia del maíz, que demandaba terrenos amplios y controlados; o sea, formas de Estado. La papa no las necesita: es ácrata. Ella sola impidió que existiese hambrunas en los Andes prehispánicos, según explica el historiador Antonio Zapata Velasco.

Donde el clima europeo lo permitía, el cultivo de papas también salvó del hambre, y lo prueba (a la inversa) la plaga que destruyó los cultivos de Irlanda entre 1845 y 1847 y que causó un millón de muertes, la emigración de un millón de desesperados y la presidencia de John Kennedy, bisnieto de un fugitivo del hambre.

La papa es modesta y emerge, del color de la tierra, de la tierra. Nos acompaña con ojos que no ven y es el Sancho Panza del dorado trigo. Por toda elegancia, la papa solo pide el tenedor de unos dedos sobre la vajilla de una mano.

Excepto Pablo Neruda ( Oda a la papa ) y algún otro, los poetas no se acuerdan de la papa, que les ha quitado el duro romanticismo del hambre. La papa aún aguarda a sus poetas, aunque sea tan poco lírica y tan dócil cual Platero , / un asno dulce con orejas de velero.