Daniel Gallegos: El autor ante su público

Aficionados junto con conocedores celebraron la valiosa obra de uno de los escritores canónicos de Costa Rica

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El martes 28 de octubre, el dramaturgo y novelista Daniel Gallegos Troyo recibió un homenaje en el Teatro Nacional ofrecido por el Ministerio de Cultura y la Editorial Costa Rica. Cientos de personas acudieron a expresar, al artista, el cariño y la afición que sus obras han suscitado con justicia. Los aplausos fueron entonces otro modo –jubiloso– de pasar las páginas que se han agradecido. Reproducimos el discurso que Daniel Gallegos pronunció en el homenaje. (V. H. O.)

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Señora Elizabeth Fonseca, ministra de Cultura; señores directivos de la Editorial Costa Rica; queridos amigos que me acompañan esta noche: No les será difícil notar que estoy muy emocionado: emocionado por este homenaje que se me hace y que recibo con mucho agradecimiento y buena dosis de humildad.

Expreso mi agradecimiento a la Editorial Costa Rica, a la que debo el hecho de haberme convertido en autor, hace ya muchos años, con la publicación de una de mis primeras obras: Ese algo de Dávalos. ¡Cómo recuerdo con emoción la primera vez que sostuve el pequeño libro en mis manos! ¡Qué cosa importante fue para nosotros, los jóvenes escritores de ese tiempo, contar con la posibilidad de publicar nuestras obras, empresa muy difícil en esa época pues la impresión era costosa y, en realidad, eran pocos los autores que se podían costear la publicación de sus libros! La Editorial Costa Rica lo hizo posible, y, de esa manera, a través de los años, se han publicado todas mis obras que han sido puestas en escena, además de El pasado es un extraño país y Punto de referencia , dos de mis novelas más importantes.

Por otra parte, ¿cómo no gradecer al Ministerio de Cultura y a su titular, doña Elizabeth Fonseca, su iniciativa en este acto que tanta significación tiene para mí? ¿Cómo no agradecer la existencia del Ministerio de Cultura, que hizo posible el estreno de mi obra Una aureola para Cristóbal con la Compañía Nacional de Teatro, y la reposición de otras, como La colina, El séptimo circulo y La casa? ¿Cómo no agradecerle a este querido teatro, que me recibe esta noche, los estrenos de mis obras Ese algo de Dávalos, La colina y Punto de referencia?

Sí, la gratitud me embarga, pero también reconozco que el trabajo en el teatro no es de un solo individuo; se caracteriza por ser un trabajo colectivo. Están los actores, con los que trabajé en mis obras y dieron su máximo en las representaciones. Están el escenógrafo, los tramoyistas, los técnicos, los vestuaristas: un grupo que hace que una función se realice con la precisión de un reloj. Está el público, a quien le debo lo que soy, y también están los amigos y los colegas.

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Gente memorable. Para estar completo, este homenaje merecería la presencia de dos de mis queridos amigos y colegas: Alberto Cañas y Samuel Rovinski. Sí, es verdad, formábamos un trío al que unía el amor al teatro. Como colegas dramaturgos, siempre tuve que agradecer el interés que ambos expresaron por mi trabajo.

Solíamos juntarnos los tres para leer nuestros proyectos. Siempre escuché las acertadas observaciones de mis colegas, y ellos estaba atentos a las mías. Nunca hubo ningún sentimiento de rivalidad o de competencia entre nosotros pues éramos conscientes de las diferencias de estilos y temas que existían en la creación de nuestro trabajo, lo que nos daba una perspectiva más amplia sobre nuestra tarea.

¿Cómo no agradecer al grupo de compañeros que me iniciaron en el oficio? El grupo de Arlequines –como yo los llamo–, los que formábamos el grupo del antiguo Teatro Arlequín, del cual con gran orgullo yo formé parte y con los que establecí nexos de una amistad que ha durado para siempre: Guido Sáenz, Ana Poltronieri, Kitico Moreno, Lenín y Anabelle de Garrido, Pepe Trejos, Óscar Castillo, Flora Marín, Clemencia Martínez y mi tía, Irma Gallegos de Field, presidenta de la asociación –quien manejó su administración con inteligencia y empeño–, y algunos otros, cuyos nombres se me escapan. ¡Qué momento tan delicioso vivimos todos! ¡Qué momento tan especial se dio en el campo de la cultura durante esos años!

También tengo muy presente la imagen de mi querida Haydée de Lev, quien representó personajes importantes en varias de mis obras; entre ellas, Punto de referencia , y en la última obra que dirigí y escribí para ella: Tiempo diferido .

En buena Compañía. Pero basta de nostalgias porque también hay talento nuevo, dramaturgos importantes; entre ellos, Melvin Méndez, Jorge Arroyo, Miguel Rojas, Ana Istarú, Claudia Barrionuevo y una nueva generación que se inicia y merece el apoyo, y que –espero– debería ver sus obras puestas por una Compañía Nacional de Teatro con las características que debe tener una compañía de esta naturaleza: que cuente con un taller de dramaturgia que abra las posibilidades a los nuevos escritores; que cuente con un elenco fijo, con un presupuesto independiente y con políticas culturales dirigidas por personas expertas para poder elevar su profesionalismo a un nivel igual al del prestigio que mantienen la Orquesta Sinfónica Nacional y la Compañía Lírica Nacional.

La verdad es que tenemos el equipo para hacerlo, y también podríamos contar con la participación de directores invitados de alta calidad profesional, que nos estimulen para elevarnos a niveles de excelencia. Lo hemos visto con la Orquesta Sinfónica Nacional y con la Compañía Lírica Nacional, cuyas respuestas artística y de público son la mejor muestra.

No debemos olvidar que, si al hablar de cultura nos referimos a las manifestaciones del espíritu y del conocimiento que dan cohesión y perfil a nuestra identidad como resultado de nuestra evolución histórica, también debemos tomar en cuenta que el costarricense tiene el derecho de conocer y participar de los más importantes valores de la cultura universal.

Palabra crítica. Con respecto a mi teatro, me conmueve de todo corazón lo que se ha dicho de mi obra. No encuentro suficientes palabras para agradecerle a historiadora del teatro, la magíster Olga Marta Mesén Sequeira, su libro sobre mis obras y lo mucho que he aprendido de su lectura, así como de los estudios que se han hecho de mi obra en la Facultad de Letras de la Universidad de Costa Rica y sus publicaciones en la revista Káñina.

Me conmueve el cariño con el que el Grupo de Teatro de la Contraloría General de la República ha trabajado en la puesta de dos escenas de mi obra La casa , con el rigor de una compañía profesional.

Es muy difícil –creo que imposible– para un escritor ser objetivo con su propia obra. Sí creo, como dice Olga Marta, que en todas ellas quizás haya una unidad temática pues, aun cuando los conflictos sean el producto de diferentes circunstancias, mi pensamiento es recurrente como crítica a una sociedad a la que todavía azotan el prejuicio, la intolerancia, la hipocresía, la postura de doble estándar.

Las patologías del poder también han sido temas de mi preferencia, pero tampoco es nuevo: ya Shakespeare lo hizo con maestría, pero uno puede tener la ilusión de considerarse su discípulo.

Al final de mis días le doy gracias a Dios por haber escogido trabajar en el campo que más me gusta: el mundo de la cultura. Como dijo Ralph Waldo Emerson: “El hombre es solo la mitad de sí mismo; la otra mitad es su expresión”; y “La cultura es lo que en la muerte continúa siendo vida”, dijo André Malraux alguna vez.

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El video que se presenta aquí fue cedido gentilmente por el Ministerio de Cultura y Juventud y por la Editorial Costa Rica.