Cuatro viejillos rebeldes se someten a cirugía plástica

Restaurador del Archivo Nacional repara los valiosos documentos

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De jovencillos, estos cinco hermanos eran irreverentes, desbocados y “valeverguistas” a más no poder.

Hoy, los Cuadernos de Figueroa rondan los 140 años de edad y cuatro de ellos ingresaron al “ quirófano ” del Archivo Nacional para una cirugía reconstructiva que les devolverá la lozanía de la juventud sin interferir con su revoltosa personalidad. El papá de estas problemáticas criaturas de tinta y lápiz sobre papel fue el no menos insolente José María Figueroa Oreamuno (1820-1900).

Este personaje multifacético dedicó su vida a desnudar sin reparo las corruptelas de políticos, religiosos, hombres de negocios y hasta de las señoritas de sociedad a través de dibujos, ilustraciones, textos y mapas que recopiló en su obra cumbre el Álbum de Figueroa.

Los cinco cuadernos son como hermanos menores del Álbum.

Actualmente, cuatro de ellos están bajo custodia del Archivo Nacional : el cuaderno verde, el rojo, el de los animales y el del abecedario. El destino del quinto – el cuaderno violeta– es un misterio.

“El estado general de conservación de los documentos es muy bueno, alcanza el 75%”, declaró Carlos Pacheco, restaurador del Departamento de Conservación del Archivo Nacional, responsable del proceso. “Los principales daños que presentan son suciedad y manchas, debido al paso del tiempo; una inadecuada encuadernación; rasgaduras o bien faltantes en algunos folios”, explicó Pacheco.

Al parecer, los “viejitos” se mantienen en buena forma pues durante décadas estuvieron resguardados en un sitio apto para ello.

“No sufrieron los efectos dañinos de la humedad. Pero, además, fueron confeccionados con materiales de excelente calidad y muy resistentes: papel de pasta mecánica y tintas a base de pigmentos naturales”, dijo el restaurador.

Jóvenes de nuevo. El tratamiento rejuvenecedor se inicia con una buena ducha. “El lavado es fundamental para hidratar el documento y desprender la suciedad acumulada por tantos años. Para limpiar los folios se colocan en una bandeja que contiene un químico llamado hidróxido de calcio disuelto en agua. Luego se le aplica jabón neutro. Para esparcir el líquido y de cierta forma “restregar” los folios se coloca una malla. Al eliminarse todas las impurezas, el agua se vuelve amarilla”, detalló Pacheco.

Ya bañaditos y humectados, el siguiente paso es el secado. “Se acomodan los folios en una parrilla de acero inoxidable y se dejan orear al natural. Pueden tardar entre 4 y 8 horas para secarse”.

Con estas dos fases, aclaró el experto, se cubre 50% del tratamiento de sanación para los documentos.

Luego el “cirujano” debe analizar a cada paciente individualmente para definir cuál procedimiento reconstructivo debe aplicarle.

En algunos folios hay rasgaduras o pequeños agujeros, algo así como raspones o cicatrices.

“Para reparar estos daños se colocan trozos de papel tipo tissue, fino y transparente, en la zona deteriorada. Los pedacitos de papel se cortan con la mano y se adhieren con un pegamento natural que es invisible y no mancha. Logramos un reforzamiento de la superficie”.

Para heridas más graves o amputaciones, se requieren injertos. La “piel” dañada se repone con papel japonés, que es similar en color y grosor al original. “Se coloca el papel japonés sobre el documento para copiar con lápiz el daño. En un cartón aparte se hace el corte del trozo que va a reemplazar el faltante. Luego se aplica pegamento en el borde del folio y se adhiere el injerto”, detalló. Por último, viene la costura a mano con hilo de nailon y la encuadernación, también manual, con una cubierta sencilla, pero gruesa. Actualmente, solo el cuaderno verde está restaurado y los demás estarán listos en mayo.

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