Cuando el Bardo se volvió un fenómeno global

El mundo, escenario. William Shakespeare ha viajado como casi ningún otro autor. ¿Qué dice eso acerca de la globalización?

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Fernando Chaves Espinach

L a primera representación de Hamlet (1599-1601) documentada fuera del Reino Unido ocurrió en un barco, el Red Dragon , anclado en el estuario del río Sierra Leona, al oeste de África. Antes de eso, solo tenemos breves menciones, poco claras, de montajes de la tragedia.

Según la bitácora del capitán, William Keeling, en las noches de setiembre de 1607, la tripulación interpretó la tragedia del príncipe danés y, unas semanas después, Ricardo II . La nave estuvo anclada allí por seis semanas antes de zarpar hacia la India; con algo había que entretenerse.

El teatro sigue a la gente a donde vaya. Como con la mayoría de información que tenemos de Shakespeare, quizá nunca sepamos los pormenores de la historia de Hamlet ni de ninguna de sus obras. Solo podemos especular sobre las trayectorias que han trazado a lo largo de cuatro siglos desde la muerte de su autor –de quien tampoco conocemos lo suficiente para perfilarlo con nitidez–. Lo que sabemos con certeza es que hoy están en todas partes.

Cuando se habla de un autor “universal”, se piensa de golpe en Shakespeare y en su par español, Cervantes. No obstante, asumirlo de plano puede ocultarnos la historia de cómo llegaron a difundirse de tal manera por prácticamente todos los países. Es un relato que, al entrelazar vidas de actores, ciudades y naciones, constituye, a la vez, una historia de la globalización antes de la globalización –tal como la conocemos–.

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Difusión

La traducción de las obras del Bardo, por supuesto, juegan un papel crucial en la diseminación de su literatura, pero el primer motor de esta travesía es la interpretación en todas sus formas.

“El Shakespeare que confrontamos hoy ha sido globalizado más allá de los confines de una sola lengua o territorio”, escribe Anston Bosman. Desde el siglo XVIII, los románticos alemanes se aferraron a Shakespeare como si fuera propio: era su compatriota, si no de tierra, al menos de alma. La primera traducción completa (1775-1777) fue al alemán, según el investigador.

La popularización de Shakespeare no está ligada tan estrechamente a la difusión de la lengua inglesa como podría parecer hoy, aunque, claro está, el imperialismo británico jugó un papel clave en la configuración de las nuevas construcciones culturales en las colonias.

Bosman estudia la difusión del dramaturgo a través de redes de directores y actores, una red “textual” conformada por escritores, editores y traductores; y la actual red digital de medios y dispositivos que permiten el diálogo con Shakespeare.

La primera red, la de sus intérpretes, jugó un papel clave precisamente en quizás la primera industria cultural globalizada: el teatro.

En el siglo XIX, por las exigencias de los gobiernos coloniales como el español, el británico y el holandés, la tecnología de la conectividad empezó a difuminar las fronteras y las distancias. En 1840, un viaje de Londres a Hong Kong tomaba casi 100 días; 50 años más tarde, unos 23.

En esa época, los primeros empresarios teatrales internacionales emprendían giras masivas de hasta año y medio de duración. Grupos británicos o franceses pasaban por Estados Unidos, la India, Egipto, Sudáfrica, China, Japón... ¿Con cuáles textos viajaban? Entre otros, con los que formaban la base del aprendizaje de su oficio: es decir, los del Bardo.

Y, en los recién construidos “teatros nacionales” y casas de ópera de las colonias que aspiraban a la “modernidad” europea, ¿quiénes se mezclaban? Clases, lenguas, géneros, identidades, ideologías... justo como en las obras de Shakespeare.

También se producían traslapres curiosos. Daniel Bandmann, empresario y actor que realizó 12 giras mundiales entre 1869 y 1872 y empleaba a una docena de intérpretes, llevó a Shakespeare a la India y notó algo curioso. A los montajes de Shakepeare iban, sobre todo, indios; los ingleses allí destacados, principalmente militares y comerciantes, lo consideraban de “intelectuales”.

Al filo del siglo XIX, un invento inusitado abriría la veta para una nueva industria y fuerza de la globalización: el cine. Era un entretenimiento de feria, un divertimento popular.

Para darle prestigio “artístico” en el Reino Unido, Estados Unidos y Francia, ¿qué empezaron a filmar? Clásicos. Una de las primeras producciones conocidas es una breve Hamlet francesa, de 1900.

Su protagonista era Sarah Bernhardt, diva máxima del teatro, la que atraía a cientos a sus obras, aunque pocos entendieran sus palabras. Iban a verla a ella; iban a verla ser Hamlet, entre tantos otros personajes. De por sí, ya conocían los detalles de la trama.

Desde entonces, Shakespeare se convirtió en el autor más veces adaptado al cine, de incontables maneras. Hay más de 1.400 filmes de todo tipo registrado en el sitio IMDB. Actualmente, hay 19 más en producción.

Presencia

Después de zarpar de Sierra Leona, Hamlet siguió viajando. La gira Globe to Globe , que recién concluyó, llevó la obra a 189 países, a lo largo de más de 300.000 km y dos años (en Costa Rica se presentaron en el 2014 , en el Teatro Espressivo).

“Eso es lo maravilloso de Hamlet . Se trata de tantas cosas diferentes que, constantemente, según tu situación personal –ya seas de Costa Rica, Japón o Alemania– y dependiendo de tu situación filosófica, moral..., te llevas algo distinto”, comentó en aquella temporada a La Nación Ladi Emeruwa, el protagonista, cuando estaba por venir al país, en un bus en El Salvador.

Mucho se ha discutido de esta capacidad de Shakespeare para conectarse con las más dispares culturas; ahora, podemos estimar cuánto. Con motivo de la conmemoración del fallecimiento de Shakespeare, el British Council comisionó un estudio para entender cómo es visto el autor alrededor del mundo y el papel que su obra puede jugar en la diplomacia británica.

En un sondeo entre 18.000 personas en 15 países, el estudio encontró que al 88% de los mexicanos les “gusta” Shakespeare, en contraste con el 65% de británicos. A su vez, el 83% de indios consideraron que lo “entienden”; en su patria, solo es el 58%.

Pero, ¿qué se “entiende” de él; qué “gusta” en Shakespeare? Las complejas y a veces sangrientas tramas, la honda filosofía, la fuerza de los textos, que traspasa la opacidad del inglés original y las complejas traducciones.

Al fin y al cabo, todo contacto con Shakespeare es, por fuerza, intercultural: “El pasado es un país extranjero, allí hacen las cosas de otra forma”, como escribía LP Hartley. Y, como a todos nos gusta viajar, y sobre todo con amigos, nos llevamos a Shakespeare con nosotros. Ese corazón tan blanco late a ritmo distinto para cada uno. Esa es su gloria.