Crítica de teatro: ‘Para verdades una noche’

El espectáculo explora el trabajo de dos importantes dramaturgos rusos

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Reseñar este espectáculo me obliga a segmentarlo para hacerle justicia a cada una de sus dos partes. En la primera, disfrutamos los sugestivos montajes de Pedido de mano y El oso , de Antón Chéjov (1860-1904). En la segunda, nos enfrentamos a la poco convincente adaptación de Historia con compaginador , de Aleksandr Vampilov (1937-72).

Primer acto: Amoríos rusos. En Chéjov, sus populares humoradas se basan en un eficaz diseño del conflicto. A fin de lograrlo, el dramaturgo fabrica personajes amarrados a sus pasiones.

No son seres reflexivos. Por el contrario, viven en la testarudez y el capricho. Esto genera situaciones que mutan a cada instante. Una simple frase basta para pasar del amor al odio –o viceversa– y generar, a su vez, un efecto cómico infalible.

En ambas puestas, el elenco supo sostener el intenso ritmo de los diálogos y permanecer fiel a la caracterización de sus personajes.

A pesar de ello, unas cuantas –pero evidentes– pifias de texto le quitaron brillo a estas piezas que demandan absoluta precisión. En El oso, resultó interesante la visita de Elena (Andrea Oryza) a la platea para transformar su soliloquio en un sutil coqueteo con un espectador.

La música en vivo de José Luis Solís acompaña el desarrollo de las acciones. Su carácter incidental subraya distintos estados emocionales de los personajes, marca los cambios de la trama y acentúa algunos movimientos de los actores. Las melodías del piano no están previstas en los textos originales, pero son un valioso aporte para darle nuevos matices a las puestas.

Intermedio. Otro hallazgo fue la dramatización de los tiempos muertos entre representaciones. Los ajustes del dispositivo escenográfico metieron al personal de sala y al elenco en “aprietos”, como el enojo de una actriz por su vestuario anacrónico o la ausencia de un actor. Estos fragmentos dinamizaron la transición entre obras y no permitieron que decayera el clima festivo.

Segundo acto: Patanes al poder. Aleksandr Vampilov es uno de los dramaturgos soviéticos más relevantes del siglo XX. Él y sus contemporáneos se atrevieron a escribir sobre temas censurados en las épocas de Stalin. Esa libertad conquistada implicó una crítica al abuso del poder, a la corrupción extendida por todos los estratos sociales y al surgimiento imparable de dictadorzuelos de poca monta.

En la adaptación de Historia con compaginador apreciamos disparidad en el nivel interpretativo de los actores. Gestos faciales exagerados, reacciones a destiempo y diálogos apagados se trajeron abajo la buena calidad que mantenía la velada escénica.

La sobreactuación emergió como un esfuerzo fallido de tapar los baches de un montaje que naufragó desde el momento en el que se forzó su traslado al contexto costarricense.

Epílogo. La visita a La Fortina deparó luces y sombras. Chéjov salió por la puerta grande, pero Vampilov no corrió con la misma suerte. Los mecanismos de la comedia exigen meticulosa atención. Cuando esto no sucede, se traban hasta producir el efecto contrario. Esta fue, para mi gusto, otra de las verdades que arrojó esa noche.

Ficha artística

Dirección: Andrea Oryza, José Luis Solís

Dramaturgia: El pedido de mano y El oso (Antón Chejov); Para verdades una noche : adaptación de Andrea Oryza de Historia con Compaginador de Aleksandr Vampilov

Actuación: José Luis Solís, Mauricio Matamoros, Manolo Campos, Andrea Oryza, Katia Marín.

Escenografía: Remberto Campos

Vestuario: Andrea Oryza

Producción: Teatro La Fortina

Espacio: Teatro La Fortina

Fecha: 19 de febrero de 2017