Crítica de teatro: ‘Desaire de elevadores’

Proyecto ganador del X Concurso de Puesta en Escena

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Nada mejor para un insomne que juntarse con sus iguales a sobrellevar el rigor de la vigilia. Así lo pensaron los habitantes de un edificio residencial ubicado en una ciudad cualquiera.

Reunidos en la sala del apartamento 401, se plantearon una hipótesis inusual: el primer responsable de todos sus problemas fue el estúpido pez que –millones de años atrás– tuvo la infeliz ocurrencia de abandonar las aguas para evolucionar hasta mutar en criatura de tierra firme.

A partir de esta pifia fundacional de la especie humana, Desaire de elevadores (dramaturgia de Alberto Villarreal y dirección de Gustavo Monge) elabora un retrato sobre la soledad, la tristeza y los riesgos que tornan la convivencia en una aventura peligrosa.

Ocho personajes exponen sus conflictos más íntimos. En la base de sus relatos se asoma la paradoja de habitar en urbes que potencian la cercanía de los cuerpos, pero no la de las almas.

Al entrar en la sala, notamos que la escenografía es un dispositivo enclavado diagonalmente en el escenario.

Sus alturas, pasajes, gradas y escaleras remiten lo mismo a la estructura de un espacio habitable que a un parque infantil. Así, el lugar de vida es también el ámbito del juego dramático.

Los personajes accionan alrededor, debajo y sobre este dispositivo escenográfico para acentuar sus momentos de aislamiento. Por el contrario, cuando prevalece el sentido de lo colectivo, el elenco se desplaza hacia el proscenio y la zona de butacas.

La iluminación, en complicidad con las proyecciones de video y una banda sonora que hilvana música y texturas acústicas, redondea una plástica escénica que funciona como metáfora de los fluctuantes estados emocionales de los personajes.

En Desaire de elevadores , el desempeño del elenco es notable. Hay riqueza expresiva en la composición de cada personaje.

El trabajo corporal parte de un diseño en el que gestualidades y movimientos expresan un amplio rango de matices vinculados con el conflicto propuesto por la dramaturgia.

Estamos frente a una búsqueda creativa que incluye canto, coreografías y una dosis de sacrificio cuando los personajes quedan empapados al activar duchas colocadas encima del escenario.

Este castigo autoinfligido funciona como un mecanismo para expiar la culpa que cada personaje siente por la vida que lleva y para expiar aquel pecado original por el cual abandonamos el edén acuático de nuestros ancestros hasta convertirnos en los humanos patéticos que, a veces, somos.

Los cuerpos sometidos por el agua se desplazan de forma sincrónica hasta mimetizarse en una especie de cardumen.

Mediante este recurso se profundiza la noción de nuestro origen marino, más que divino.

Lo anterior confirma el esfuerzo de la dirección por utilizar el cuerpo del intérprete como un expresivo transmisor de ideas y sensaciones, no solo por lo que dice, sino por todo lo que hace cuando no acciona verbalmente.

Desaire de elevadores es un espectáculo cargado de múltiples focos de atención que estimulan y llenan de vitalidad la escena. Con este montaje, la Compañía Nacional de Teatro le da cabida a una propuesta generosa en sus búsquedas estéticas y en sus logros formales.

Su mérito radica en articular temas y contenidos complejos a partir del uso eficaz de los signos escénicos (texto, actuación, plástica y banda sonora). De esta manera vivimos, en carne ajena, los sueños acuosos y truncados que nos sigue provocando la ocurrencia de aquel osado, pero estúpido pez.

FICHA TECNICA. Dirección y vestuario: Gustavo Monge. Dramaturgia: Alberto Villarreal. Producción: Compañía Nacional de Teatro. Asistente de dirección: Sally Molina. Diseño de movimiento: Christopher “Unpezverde” Núñez. Escenografía y diseño gráfico: Mariela Richmond. Iluminación: Rafa Ávalos. Video escénico: Alejandro Arturo. Elenco: Liubov R. Otto, Jonnie Obando, Arturo Campos, Laura Mercedes Cordero Hidalgo, Antonio Rojas, María Chávez, Winston Washington, Amanda Rodríguez. Función: Viernes 14 de noviembre de 2014. Espacio: Teatro de la Aduana.