A pesar del título del espectáculo, lo que vemos en escena son cuatro tragedias y no tres. Ifigenia en Áulide de Eurípides abre la gala, seguida por la trilogía La Orestíada de Esquilo. El famoso tríptico está compuesto por Agamenón, Las Coéforas y Las Euménides. La suma de los textos dramáticos de estos autores pretende ofrecer una versión más amplia de la saga de Agamenón, Clitemnestra y los hijos de ambos.
La inclusión de Ifigenia en Áulide es cuestionable ya que, en el texto de esta obra, Ifigenia no muere sacrificada por su padre Agamenón, sino que se salva gracias al favor de los dioses. A pesar de ello, se utiliza como antecedente de La Orestíada, la cual se basa en la premisa de que Ifigenia sí muere por voluntad de su progenitor. En
el presente montaje, esta contradicción forzó el amarre de dos líneas antagónicas del mismo suceso.
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Al insertar Ifigenia en Áulide, La Orestíada sufrió recortes que la convirtieron en un resumen. No niego que sería una locura montar la trilogía de manera integral, pues estamos hablando de un espectáculo de seis o más horas. Sin embargo, esta abreviada versión quedó lejos de poner en justa perspectiva el enorme aporte de
Esquilo y Eurípides –también recortado– a la tradición dramatúrgica de Occidente.
Por otra parte, no se aprovechó la oportunidad de mostrarle al público las principales convenciones que caracterizaron la puesta en escena de la tragedia griega. La musicalidad de los diálogos –escritos en verso– fue atropellada por parlamentos con escasa conciencia del ritmo o la entonación. Las máscaras –signo del carácter de los personajes– fueron reemplazadas por telas, maquillaje o soluciones adicionales poco relevantes.
Lo contrario sucedió con el dispositivo escénico que sí logró ejemplificar la estructura de los antiguos teatros de Grecia. Apreciamos una plataforma circular a modo de orquéstra (espacio del coro) y una serie de módulos en el lugar de la skené (sector de entrada y salida de personajes). También fue acertado el uso de poleas (mechané) para el ingreso aéreo de Apolo en Las Euménides.
La música pregrabada no evocó la solemne ritualidad de la tragedia. El uso de instrumentos de cuerda y de viento generó texturas sonoras más cercanas a un drama contemporáneo que al género trágico surgido de las primitivas invocaciones a Dioniso, dios del vino y la locura. Las canciones en vivo no enderezaron el monótono rumbo de la música.
Sobre lo actoral, confirmé que en Costa Rica es difícil juntar un reparto numeroso con homogeneidad interpretativa. Durante la función, noté dos tipos de actores y actrices: los que exhiben rigor y creatividad en su trabajo y los que resuelven todo con gritos, poses vacías de sentido, mínimo esfuerzo o, peor aún, reciclando las misma propuestas que uno les ha visto –a lo largo de los años– en diversas obras.
Si esto es desalentador, más lo fue el cierre del espectáculo. En pleno, el elenco entonó una melodía –de obvio corte propagandístico– sobre las bondades de la justicia institucionalizada. En un país donde se acumulan un millón de casos judiciales abiertos (Informe Estado de la Nación, 2016), la actitud complaciente de estos artistas escénicos sugiere que la tragedia es otra.
Ficha artística
Dirección: Luis Fernando Gómez
Dramaturgia: Esquilo (La Orestíada), Eurípides (Ifigenia en Áulide). Adaptación de Luis Fernando Gómez y Elsa Atencio
Producción: Sofía Rodríguez, Sonia Suárez, Wai Fune Hine
Asistente de dirección: Jahel Palmero
Actuación: Leonardo Perucci, Stoyan Vladich, Luis Daell, Ana Clara Carranza, Nereida Rojas, José Manuel Elizondo, Metzi Hovenga, Mariano González, Bernardo Barquero, Diego Ureña, Adriana Alvarado, Ana María Barrionuevo, Jahel Palmero, Ivonne Brenes, Lolita Aguilar, Miriam Calderón, Laura Montero, Joksan Granados, William Hernández, Johnny Montero, Juan Porras, José Castro, Jorge Castro, Esteban León
Escenografía y utilería: David Vargas
Iluminación: Pablo Piedra
Música original: Carlos Escalante
Mapping: Tito Norman Fuentes
Maquillaje: Adriana Alvarado
Vestuario: Rolando Trejos
Interpretación musical: Voces: Isabel Guzmán, Miguel Mejía, Gabriel Morera, Natalia Regidor. Violín y viola: Erasmo Solerti. Fagot: Fernando Zúñiga. Corno: Mariano Arroyo.
Percusión: Bernardo Quesada
Preparación lírica: Gabriel Morera
Asesoría de movimiento escénico: Ireni Stamou
Asesoría literaria: Elsa Atencio
Espacio: Teatro Nacional
Fecha: 10 de marzo de 2017