Crítica de teatro de 'El chispero’: La agobiante complejidad del presente

La obra construye un mundo entrañable

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El Chispero es un clásico de la escena costarricense y una de las comedias más emblemáticas del director Lucho Barahona. Esta pieza costumbrista, ambientada en la década de los cincuenta del siglo XX, presenta el conflicto entre lo rural –especie de mítica Arcadia que acoge a seres nobles, trabajadores e inocentes– y lo urbano, en donde se pervierten las buenas costumbres.

Nicolasa y sus tres hijos varones bajan de la montaña a la ciudad para atender diversos asuntos. Sin proponérselo, llegan a una casa de citas, en la cual laboran tres jóvenes mujeres, a cargo de doña Rebeca. A partir de los flirteos de la muchachada, el reconocimiento de lazos familiares y el arribo inesperado de personajes buscapleitos, se desata una seguidilla de enredos.

La obra destaca por la eficaz dirección de actores. La mano de Barahona se nota en el balance entre algunos personajes de corte realista y otros ubicados en el límite de la caricatura. Lo anterior permite que el espectáculo se desarrolle de manera verosímil, pero también, que se desborde en los momentos de mayor comicidad. Esa justa dosis de intensidades sostiene el ambiente festivo de la velada.

La precisa administración de los silencios posteriores a los chistes deja que el público ría a mandíbula batiente, sin perder un solo diálogo. Esto es importante ya que el montaje se fundamenta en el humor verbal, sobre todo, en los malos entendidos generados por el contraste entre la candidez de los varones y la picardía de las chicas. El elenco manejó muy bien la técnica y evitó la mutua interferencia de intérpretes y espectadores.

En el plano ideológico, resalta una visión de mundo que, claramente, está siendo superada hoy en día. Por ejemplo, se reitera la idea de que el matrimonio y la procreación son los únicos destinos posibles de lo femenino. Aparecen las concepciones machistas de la mujer como corruptora del varón virtuoso o como alguien cuestionable si disfruta de su sexualidad en soltería.

Estos imaginarios, sumados a los rasgos más positivos de los personajes, se vuelven formas de entender esa aspiración colectiva a la cual muchos llaman “el alma costarricense”. En otras palabras, el espectáculo funciona al reivindicar algo que nos gustaría ser, en términos de una identidad nacional. Por eso, en el teatro, la televisión y el cine prosperan los fulanos de chonete, alforja, pañuelo al cuello y la erre arrastrada.

En El Chispero es muy notorio el goce del público. Quizás, este placer –traducido en risas y aplausos espontáneos– se vincula con un mundo entrañable en el que los adultos jugaban a las adivinanzas o en el que los edificios más altos no superaban los tres pisos. En ese universo, el tiempo no era la imposición de un reloj, sino un flujo tranquilo asociado al trabajo de la tierra y la austera vida familiar.

Por estas razones, la obra mantiene cierta lozanía y preserva su poder de convocatoria. De golpe, nos remite a un ayer simplificado que ahuyenta o exorciza la agobiante complejidad del presente.

FICHA ARTÍSTICA

Dirección e iluminación: Lucho Barahona

Dramaturgia: Alejandro Sieveking (Chile)

Actuación: Yesenia Artavia (Doña Rebeca), Lorena Varela (Doña Nicolasa), José Luis Rojas (Renato Sepúlveda), Elena Arredondo (Yola), Alexa Soto (Isaura), Dayana Garita (Chepa), Andy Gamboa (Nicolás), José Pablo Argüello (Gilberto), Francisco Gutiérrez (Graciano), Randall Ramírez (Mauro), Luis Miguel Sánchez (Thelmo), Esteban Mejías (Baudilio), Lucía Vásquez (Mirta)

Diseño de escenografía: Lucho Barahona, Claudio Barrios

Realización de escenografía: Claudio Barrios

Vestuario: Luis Alvarado

Utilería: Luis Alvarado, Patricia Hernández, Priscilla Gutiérrez

Técnico de iluminación: Cristhian Schuster

Producción: Teatro El Triciclo

Espacio: Teatro El Triciclo

Fecha: 29 de julio de 2018