Cine documental para sobrevivir en la propia piel

Preámbulo , del Centro de Cine, presenta en noviembre cuatro filmes cuyas historias personales buscan perdurar en la memoria.

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Es frecuente que, en las carteleras cinematográficas, exista una ausencia marcada de documentales en exhibición, a pesar de la gran cantidad que se realizan cada año. Su difusión parece estar limitada a festivales de cine o eventos especiales, incluso suelen ser menospreciados aún entre cinéfilos e, incluso, algunos osan decir que no se trata de cine.

Se trata de un género cinematográfico tan válido y atractivo como el drama, la comedia o el suspenso.

Filmar un documental conlleva no solo una ardua investigación sobre un tema específico, también hay que escribir un guion y planear los procesos de producción.

Tal vez la confusión se deba a ciertos documentales en los que una monótona entrevista acapara el metraje, o aquellos realizados con el objetivo de hacer un recuento de sucesos. Sin embargo, el cine documental tiene técnicas propias y usa un lenguaje cinematográfico para comunicar ideas y conceptos.

Gaviota enjaulada

Olmo y la gaviota (2015) es tanto una mezcla de nacionalidades como de géneros. Las directoras Petra Costa y Lea Glob, brasileña y danesa, respectivamente, filmaron en Francia con un elenco internacional que estaba montando la obra rusa La gaviota, de Chéjov.

La sencilla premisa se complica cuando la actriz principal queda embarazada y tiene que guardar reposo. Encerrada en su apartamento, Olivia Corsini se enfrenta con el nuevo ser que crece dentro de ella, con sus cambios corporales y emocionales, mientras su pareja, el también actor Serge Nicolai, continúa con el montaje.

En vez de posponer el proyecto, las directoras siguen grabando, ya no por unos días, sino que filmarán a la pareja por nueve meses. Es difícil distinguir dónde termina el ensayo y se inicia la vida, en qué momento dejan de representar un papel y son ellos mismos frente a la cámara.

Cuando estuvo en Costa Rica a finales del 2015, Serge comentó que el filme le parecía un docuperformance ; explicaba, además, que si bien todo lo que se veía fue real, no fue filmado en el momento, sino que él y Olivia se sentaban con las directoras a discutir sobre sus emociones y de ahí fue saliendo el documental.

Interpretándose a sí mismos, improvisando escenas que previamente habían vivido, no les resultó fácil distanciarse de sus propias emociones, especialmente para Olivia: “No conozco mi tristeza”, dice en algún momento.

Ante el peligro de una pérdida, ella tiene que permanecer en su hogar. La gaviota que estuvo a punto de volar por el mundo en una gira teatral, ahora está enjaulada; la soledad y quietud la carcomen; los celos y la angustia aparecen.

En sus debates, Serge y Olivia se desnudan frente a la cámara, exponen su intimidad, pero también traspasan la cuarta pared: en varios momentos dejan de ser sujetos observados y pasan a ser sujetos contestatarios que interpelan a las directoras, mostrando su frustración o negativa a hablar de ciertos temas.

Al romper el paradigma tradicional, las realizadoras optaron por sensibilizar su filme por medio del montaje, permitiendo momentos poéticos, risas y reflexiones, en especial con Olivia convertida en una Gradisca felliniana que aprenderá a sobrevivir en su propia piel.

Último sueño

Federico García Lorca escribió en su pieza teatral El amor de don Perlimplín y Belisa en su jardín (1933): “Amor, amor / que está herido. / Herido de amor huido; / herido, / muerto de amor. / Decid a todos que ha sido / el ruiseñor”.

Décadas después de la muerte del escritor granadino, la cantante de origen costarricense Chavela Vargas cuenta cómo era visitada por un ruiseñor cuando se encontraba alojada en la residencia de estudiantes en Madrid, en la misma habitación en la que viviera el poeta.

Ese vínculo entre los artistas es retomado por el mexicano Rubén Rojo en El ruiseñor y la noche: Chavela Vargas canta a Lorca (2015), quien documenta el último concierto de Chavela, precisamente en tierras españolas, ante una compungida audiencia.

En medio de testimonios y recuerdos, el director recapitula la vida de esa gran chamana, que burló a vivos y a muertos, que sufrió e hizo reír y que, al final de sus días, pudo cumplir su último sueño: hacerle un homenaje a su poeta preferido.

El paso del tiempo

Laura Bonaparte es conocida como una de las fundadoras del Movimiento de las Madres de la Plaza de Mayo. Incansable luchadora por la memoria histórica de su país natal, desde que tres de sus hijos desaparecieran tras la dictadura militar argentina.

En Tiempo suspendido (2015), recientemente ganador del XVIII Festival Ícaro como mejor largometraje documental internacional, Natalia Bruschtein, nieta de Laura, muestra otra cara de la aguerrida activista, una en la que el tiempo ha dejado su huella.

Por años, la labor de Laura fue impedir que otros olvidaran los trágicos hechos que enlutaron una nación, pero el tiempo fue minando su memoria y, con la vejez, le llegó la senilidad. Sus recuerdos poco a poco van escapándosele, mientras ella conserva una sonrisa y juega al bingo.

El relato adquiere un tono solemne resultado de la mirada tierna de una nieta a su abuela. Sin embargo, toma un significado discursivo mayor por lo que implica el medio audiovisual, en este caso una película, como vía que permite preservar la memoria, evitar que se olviden rasgos, contornos, sensaciones, hechos, etc.

Con un tono más ligero, La once (2014) de Maite Alberdi, es una entrañable propuesta en la que se muestra cómo un grupo de ancianas se reúne cada mes a la hora del té. Estas citas se dan desde que salieron del colegio, varias décadas atrás, y son la excusa perfecta para hablar de la vida, reír de las anécdotas y también pensar en el futuro.

En sus reuniones nunca falta la comida y el buen humor; incluso, hay espacio para recordar a las amigas y parejas que ya no los acompañan. Con el tiempo han aprendido que, aunque tengan personalidades diferentes, su amistad es más valiosa y lo que los une.

En años recientes, en los que los géneros de ficción suelen caer en repeticiones de forma y contenido, el documental se encuentra en una etapa de exploración, creando nuevas posibilidades y expandiendo sus fronteras. En estos cuatro filmes, sus realizadores y sus protagonistas coinciden en la importancia de perpetuar sus historias, las cuales sobrevivieron en su propia piel.

En clave documental

Estos son los documentales que se verán en Preámbulo, en el Centro de Cine (detrás del INS en San José):

- Olmo y la gaviota : domingo 6, a las 4 p. m., con cineforo, y jueves 17, a las 7 p. m.

- El ruiseñor y la noche : domingo 6, a las 7 p. m. y el sábado 19, a las 7 p. m.

- La once : el jueves 10, a las 7 p. m. y el domingo 20, a las 4 p. m.

- Tiempo suspendido : el domingo 13, a las 7 p. m. y el jueves 24, a las 7 p. m.