Artista y obra / Bamoa , de Jimena Sánchez

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Titulé Bamoa esta pieza; su significado maya es “espiga”, en referencia al ADN mitocondrial que poseo. Mide 25 centímetros de diámetro y es una de las 30 piezas de la serie Metáforas, ejercicios de la memoria , que realicé este año para una exposición ofrecida en la Galería de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica.

El soporte de Bamoa es arcilla blanca horneada en horno eléctrico a cono 010 (900º C), intervenida con transferencias y dibujo a pluma, manteniendo –y explorando aún– la técnica con la que he trabajado en los últimos diez años, en la que la impresión y el dibujo son fundamentales.

Disfruto repetidas veces del formato circular que me provee la forma del plato pues lo identifico constantemente con el contenedor primigenio: el útero –lugar de las transformaciones–, así como con la relación de la vasija precolombina y los entierros que realizaban los indígenas dentro de ellas.

Bamoa –cuya nomenclatura científica es “B2”– designa al ADN mitocondrial de mi “abuela ancestral” (y la de muchos otros costarricenses) en estricto orden de mujer a mujer, que vivió en las altiplanicies de Asia central, entre el mar Caspio y el lago Baikal, hace unos 60.000 años. Sus descendientes debieron cruzar continentes y –probablemente por el estrecho de Bering– avanzaron por siglos hasta ser los primeros pobladores de América.

El gen mitocondrial lo heredamos exclusivamente por vía femenina, por lo que cada mujer lo ha recibido de su madre, y esta de la suya, y así hasta el inicio de la humanidad' en África.

Este viaje genético ha durado miles de años, y por él se pobló el mundo. Se lo representa aquí por una metáfora botánica: la flor primigenia, grande, exuberante, que esparce sus semillas, lanzándolas a todas direcciones para luego entremezclarse.

El dorado hace referencia a la mezcla (barroco europeo/barroco americano), a un sincretismo genético identificado con el realismo mágico y, en fin, a todas las grandes y pequeñas cosas que he heredado de mi madre, mi abuela, mi bisabuela', y lo que legaré a mi hija Lucía.

Estas ilustraciones sobre arcilla presentan elementos de los que me he apropiado para relatar historias que han estado presentes y han crecido en mí a lo largo del tiempo: mis antepasados, sus vidas y muertes, sus herencias.

Todo se traduce en un ejercicio de la mente: en una trama de conexiones neuronales que me permiten asociar –y transformar– a los sujetos y las palabras en una serie de imágenes que anidan en el contenedor de la memoria.

Aunque influida constantemente por la historia y la genealogía –la que investigo desde hace más de 20 años–, mi formación básica corresponde al campo del arte, específicamente a la cerámica.

Egresé de la UCR, donde laboro como profesora de las cátedras de Diseño y Dibujo, pero con el tiempo me he ido identificando con las técnicas del grabado, como la serigrafía y la impresión digital, que me han permitido gran libertad en el juego de la línea, el texto y la imagen gráfica en general

Ello puede apreciarse en las obras realizadas para las tres exposiciones individuales que ofrecí y en las más de 25 colectivas en las que he participado.