Artista y obra: ‘Bebe como un pez’, de Ricardo Ulloa

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Ricardo Ulloa rulloag@yahoo.com

Pluma, papel, tinta: más no se necesita. De ahí salen dibujos, diagramas, cuentos, pagarés, poemas... ¿Cuántos caben en una pluma? Los que aguante el papel.

Toda la vida he dibujado, desde el Kinder hasta hoy. En mi adolescencia no pensaba que ese fuera uno de mis destinos (uno tiene varios). A mis estudiantes universitarios les digo a veces: “¿Quieren saber cuál es su verdadera vocación? Recuerden en qué perdían el tiempo cuando niños y lo sabrán.

Desde más o menos 1975, cuando empecé a dibujar a línea seriamente, una gran cantidad de dibujos ha nacido. Hasta entonces no se me había evidenciado este dicho: “Menos es más” que uno ve plasmado en el arte del paisaje chino y en los poemas y cuentos minimalistas .

Una cosa aprendí: que la línea tiene dos lados; que ellos pueden ser dos planos, dos espacios o –si la línea se desvía de la recta– un espacio y un volumen. Esto último es lo que me interesa pues, al jugar con ella, al usarla sinuosamente, puedo invertir esa relación espacio-volumen sin previo aviso para el espectador. Lo vi por primera vez en el dibujo barroco, luego en el neoclásico de Picasso, en Matisse, en las sátiras de Steinberg. ..

En el que aquí se ve no uso mucho esa línea, aunque se nota donde la quijada del pez se torna en un hombro, o donde la pantorrilla derecha se convierte en el muslo izquierdo. Uso, más bien, la ausencia de conexiones, el vacío. Ni el piso ni el borde lejano de la mesa están dibujados, pero se sienten. Los codos y la copa se apoyan en “algo”.

El tema es la vida alegre. Esa señorita, con su pose de falsa elegancia y copita de licor, indica que está disponible Mi amigo, el comunicador y director de teatro Sergio Román, al ver este dibujo le dio el nombre Bebe como un pez. Sí, le sienta, pero ella es, además, devoradora. Es una trampa viviente, una sirena inversa pero eficaz. Su mirada me dice que no hay que confiar en ella.

La vida alegre está llena de esa fauna casi mitológica que nos acecha, junto con Medusa, la tarasca, la vampira, la anfisbena y otras más.

En el catálogo de una colección de arte aparecen unos dibujos míos. En la introducción se cita uno de ellos, indicando que combina forma con narración. En un momento, eso me hizo notar que la mayoría de los dibujos que forman parte de la historia del arte occidental tienden a ser narrativos porque en sí lo son o porque ilustran una leyenda conocida o una obra literaria, a excepción de los dibujos puramente abstractos. Los que se observan, tienden a crear alguna narración en el espectador, o a recordársela.

Así pues, durante algún tiempo me dediqué a ilustrar algunas obras literarias, como Las historias de Tata Mundo, así como algunos poemarios; pero lo que hallé verdaderamente interesante fueron los dibujos que solos o en grupo generaban su propia narración. Juntando un buen número de ellos vi que un tema se escondía en ellos.

Uní los dibujos, les di una secuencia general, y de ellos surgió el libro Vida y costumbres del astrónomo, publicado por la Universidad de Costa Rica, que de manera humorística narraba gráficamente aunque con cierto trasfondo melancólico, la vida familiar y social de uno de estos científicos. Esto me dio pie para ver que se insinuaba otro libro gráfico, esta vez sobre la pareja humana, en el que trabajo ahora.

Es fascinante el ver las vueltas que da una vocación sólo con el afán de desconcertarlo a uno.