Arnoldo Mora, renacentista del siglo XXI

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Víctor Hurtado Oviedo

“ Yo soy optimista”, dice Arnoldo Mora Rodríguez en la amplia caja de papel que es su biblioteca. Los libros repletan los estantes en su sueño inquieto: verticales, duermen de pie atentos a la curiosidad del gran lector. En esta biblioteca casi no hay ventanas, pero sacar un libro es abrir muchas, y aquí hay miles. El filósofo se confiesa:

–A mis casi 78 años, en última instancia soy optimista. Me siento cercano a Blaise Pascal; él nos enseña a hacer “apuestas”: ante la misma posibilidad de que existan el bien y el mal, yo apuesto por el bien. Los apasionados somos optimistas.

El 24 de enero se anunció el otorgamiento del Premio Nacional Joaquín García Monge a la Difusión Cultural a Arnoldo Mora.

Entre otras razones, el fallo expresa que Mora ha desarrollado “una vasta obra intelectual sobre corrientes de reflexión contemporánea e identidad de pensamiento costarricense, plasmada en múltiples libros, artículos científicos y ensayos, que han contribuido a la permanente promoción de los mejores valores del ser costarricense”.

Mora es un ensayista y se siente en familia cuando habla de Michel de Montaigne.

–Montaigne es el creador del ensayo. Para él, el ensayo era como un aborto: lo que no nació, lo que no se produjo. No pretendía escribir tratados, como los filósofos, sino apuntes sobre la vida cotidiana: esbozos, intentos.

”El ensayo es subjetivo y polémico. En inglés, el primero que le da consistencia es Francis Bacon. Él crea el inglés clásico; Shakespeare no porque es barroco.

”Nuestro mayor prosista es Mario Sancho , y su ensayo más fuerte es Costa Rica, Suiza centroamericana ; pero no olvidemos a León Pacheco, a quien le dieron el Premio Magón precisamente por sus ensayos”.

–En el prólogo de su antología “‘Ensayistas costarricenses”, Luis Ferrero Acosta afirma que el ensayo es el género de la madurez...

–Coincido con él. La música y la poesía son productos de la juventud, pero ni la novela ni el ensayo son habitualmente géneros juveniles: se escriben alrededor de los cuarenta años. Primero hay que haber vivido, leído y reflexionado. Los escolásticos ya decían: “Primum vivere, deinde philosophari”: Primero vivir, después filosofar. Yo tengo mucha influencia de Hegel, y recuerdo que él decía: “El búho de Minerva levanta el vuelo al caer de la tarde”.

–El paso de la edad es como un camino hacia la filosofía.

–Sí, pero también sirve el estudio. Yo hice mi tesis de doctorado, La fundamentación espistemológica de la filosofía de los valores , y para esto debí estudiar el pensamiento del francés René Le Senne. En su libro Obstáculo y valor, él se pregunta cuándo reflexiona el ser humano, y contesta recordando una idea de Hegel: la diferencia que hay entre el animal y el ser humano, está en que el animal es un animal feliz, y el hombre es un animal desgraciado.

”Mientras a uno le va bien en la vida, no se hace problemas, pero uno comienza a reflexionar cuando fracasa; entonces se plantea cuestiones metafísicas. “Si me iba siempre bien, ¿por qué he fracasado ahora?”, se dice uno. Así se empieza a filosofar: uno se pregunta qué es la felicidad, el porqué de las cosas, de dónde vienen, por qué existe el universo y no la nada –la pregunta esencial de la filosofía según Leibnitz–...”.

Esta biblioteca forma cuadrados concéntricos: los estantes rodean un escritorio rodeado de discos compactos de música clásica, y en el centro se sitúa el filósofo, a la luz de los libros. Él señala:

–Allí hay obras de historia de la filosofía y de filosofía de la ciencia. Estos libros son los Diálogos de Platón; esas, las obras de Aristóteles en griego.

Arnoldo Mora estudió en el seminario menor de San José con profesores que, durante cinco años, le dictaron lecciones diarias de griego y de latín. “Al entrar en el seminario mayor, yo podía traducir, sin diccionario, el prólogo del Evangelio de san Juan y los poemas de Horacio desde el latín”, precisa.

Don Arnoldo entró en la carrera eclesiática –de la que se retiró– y obtuvo una beca para estudiar licenciatura y doctorado en el Instituto Superior de Filosofía de la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica.

Mora se doctoró en 1964 y pasó un año investigando en Alemania para elaborar su tesis doctoral. Más tarde permaneció durante seis meses en el norte de Inglaterra. Al retornar a Costa Rica, comenzó su magisterio dictando cursos de filosofía en la Universidad de Costa Rica (UCR).

Entre 1973 y 1976, Mora dirigió la Escuela de Filosofía de la UCR, y en 1973 integró la comisión fundadora de la Universidad Nacional. Después inspiró la creación de la Cátedra de Filosofía Contemporánea en la UCR.

–Mi debilidad es el siglo XIX: Kant, Fichte, Hegel... –añade.

Libros de literatura también andan quietamente por aquí: de Costa Rica, claro está, y también libros en francés, inglés y alemán, los otros idiomas que Arnoldo Mora aprendió.

–Un problema con los filósofos es que cada uno inventa su propio lenguaje. Para Locke, la palabra ‘libertad’ no significa lo mismo que para Marx , y esto suele confundir a los lectores.

He aquí ejemplares de En busca del tiempo perdido (en el original francés), de Marcel Proust: “Para mí, la mejor prosa del siglo veinte”, anota don Arnoldo. No faltan abundosos diccionarios, en los que la zeta siempre tiene la última palabra.

–No tengo teléfono celular: prefiero la tranquilidad –revela el filósofo.

–¿Llegó a conocer a Camus?

–No, lamentablemente, pues acababa de fallecer y se vivía el duelo de su muerte.

–Una pregunta clásica escolar: ¿Sartre o Camus?

–Sartre porque es más filósofo. Camus es maravilloso como escritor; quiero hacer un ensayo sobre él –agrega Mora y prosigue:

–Siempre me ha preocupado la estética. Aquí no hay superespecialización, de modo que los profesores debemos abordar varios asuntos. Me interesa la historia de la filosofía, que dicté durante treinta años, pero me pensioné dando seminarios sobre filosofía del derecho en Kant y en Hegel. Ahora estoy retirado, aunque dirijo tesis doctorales: una, sobre la ética en Descartes.

–¿Por qué debe ser importante la filosofía para la gente?

–Porque la filosofía es la madurez de la cultura y de la conciencia de un pueblo. Repito una idea de Kant: “No hay filosofía, sino el filosofar”. Todos estamos invitados a hacerlo pues todos afrontamos problemas importantes, como el sentido de la vida, como la muerte, como el origen del mal... Bien dijo Aristóteles: el hombre es “naturalis philosophus”, filósofo por naturaleza.

–¿Cuáles serían la grandes preguntas que deberíamos formularnos?

–Son tres esenciales: el concepto de la verdad como verdad objetiva, que es la ciencia; el concepto de la verdad como autenticidad, que es la ética, y el concepto de la verdad como creatividad, que es la estética.

–Todavía se recuerda el debate que suscitó el físico inglés Charles Snow en 1959 cuando señaló el distanciamiento que hay entre científicos y humanistas. ¿Cree usted en su convergencia?

–Sí. Esa separación es moderna; surgió con el positivismo de Auguste Comte, pero la historia de la ciencia y de la filosofía revela el constante vínculo que hay entre ellas. Por ejemplo, en un pasaje de su Historia del tiempo , el físico Stephen Hawking dice: “Esto ya no es un problema científico, sino filosófico”. Reflexionar sobre la ciencia es comenzar a hacer filosofía.

Uno de los temas que interesa a Arnoldo Mora es el pensamiento latinoamericano, que para él sí existe. ¿Cuál es la principal tarea de nuestros filósofos?

–Pensar en nuestra identidad: qué es, cómo nos afecta, cuál es su futuro. Es una tarea pendiente que solo puede cumplirse entre todos.

El sol se va siguiendo al búho de Minerva. El filósofo queda entre cuatro paredes, pero son de libros; es decir, ventanas.

....

Polígrafo y pensador

Arnoldo Mora Rodríguez ha desempeñado importantes cargos, como el de director del Departamento de Filosofía y como el de decano de la Facultad de Letras de la Universidad de Costa Rica, y ha sido ministro de Cultura entre 1990 y 1994. Por su obra filosófica se le otorgó el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría de Ensayo.

Arnoldo Mora ha participado en numerosas actividades académicas, simposios, congresos y ciclos de conferencias sobre cultura, sociedad, historia política, teología y ética, siempre desde una aproximación sistematizadora y crítica.

Entre sus principales libros están Monseñor Romero (1980), Los orígenes del pensamiento socialista en Costa Rica (1988), Las fuentes del cristianismo social en Costa Rica (1989), Perspectivas filosóficas del hombre (1990), Historia del pensamiento costarricense (1992), La identidad nacional en la filosofía costarricense (1997) y La identidad de nuestra América (2001) y El arielismo: de Rodó a García Monge (2008).

Arnoldo Mora ingresó como miembro de número en la Academia Costarricense de la Lengua en marzo de 1996 con el discurso Rubén Darío y la estética del Modernismo, que respondió el académico Isaac Felipe Azofeifa.

Fuente: Página de la Academia Costarricense de la Lengua.