Alexánder Obando satiriza el ser costarricense en su nueva novela

 A partir de una truculenta historia de amor retrata un país en decadencia

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Después de ocho años de escribir, desechar y reescribir, página tras página, las 400 hojas que intengran su segunda novela, Alexánder Obando acarició la portada del primer ejemplar que salió de la imprenta.

La Editorial Costa Rica publicó hace un mes Canciones a la muerte de los niños , un retrato mórbido de la actualidad costarricense, capítulo dos de la trilogía que el autor inauguró en el 2001 con El más violento paraíso .

A la presentación de esta nueva novela asistieron, entre otros, decenas de escritores de las más diversas tendencias y calañas, admiradores confesos de la obra de Obando.

Porque, aunque a este autor sus obsesiones compulsivas le impiden publicar con la frecuencia con que lo hacen otros, la calidad literaria, la originalidad y desenfado lo han hecho merecedor de premios e invitado frecuente en diversas antologías.

“Obando escribe novelas de ruptura con respecto a nuestra tradición literaria. Experimenta con el idioma y sus experimentaciones presentan una nueva forma de narrar: su estilo propio”, dice de él Guillermo Fernández, crítico y también novelista.

Obando lo explica así: “Las mías son obras dionisíacas, contradictorias: que festinan y se regocijan hasta con la muerte; inconoclastas, dispuestas a atentar contra el modelo platónico del ser costarricense, en las que personajes y narradores alternan, sin distingos ni concesiones, el lenguaje culto con los pachuquismos“.

Un carrusel de voces. Canciones a la muerte de los niños cuenta la tórrida historia de amor de Cachi, Sergio y Lucy y, mientras desgrana los devaneos eróticos, alcohólicos y narcóticos de estos tres personajes, caricaturiza políticos y se mofa de íconos de la cultura costarricense.

Inmerso en sus páginas, el lector hace zapping por la televisión nacional, recorre San Pedro y San José y ve cómo se cae a pedazos aquella Costa Rica democrática, llena de gente bien educada, amable, correcta y tolerante.

La descomposición es total. Hasta el cambio climático y la destrucción planetaria se asoman en la trama y dejan claro que, para Obando, no hay redención posible.

Canciones a la muerte de los niños es un antilibro de autoayuda. Obliga a los lectores a tomar partido, los cuestiona e incomoda”, comentó el autor ,cuyo estilo, a pesar de ser tan descarnado, obliga a sonreír.

Por ejemplo, cuando la narración se torna apocalíptica, aparece Poetimán, un superantihéroe de la literatura tica, y la violencia y el sexo se intercalan con un delicado recorrido musical por la obra de Mahler.

De esta manera, Obando, siempre inmerso en sus contradicciones, se prepara sin prisa para la tercera entrega.