Alberto Durero y la reconquista de la Antigüedad

Maestro y heredero. El más reconocido artista del Renacimiento alemán asimiló como nadie la Antigüedad clásica

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Mauricio Oviedo Salazar maurico.oviedo.salazar@gmail.com

« Su actitud hacia el arte clásico no fue la de un heredero ni la de un imitador, sino la de un “conquistador”. Para él, la Antigüedad no fue un jardín fértil siempre en flores y frutos, ni un campo de ruinas cuyas piedras y columnas pudieran aprovecharse de nuevo: fue más bien un “reino” perdido que había de reconquistarse con una campaña bien organizada».

Con esas palabras, el alemán Erwin Panofsky (1892-1968), historiador del arte, otorgó, al maestro de Núremberg, la característica de conquistador de la Antigüedad, título que contribuyó a su fama como uno de los artistas más importantes no solo del arte alemán, sino de la historia del arte occidental.

Alberto Durero (Albrecht Dürer, 1471-1528) se aproximó y desarrolló de forma única la Antigüedad clásica. Éste acercamiento cambió drásticamente el rostro que el arte y la literatura clásica tenían en el Norte de Europa.

Ahora bien, dicha toma de la Antigüedad no era la primera en su tipo: lo que Durero estaba haciendo era una reconquista, tal y como detalla Panofsky al final de la cita anterior. Explicaremos a continuación este proceso.

Antigüedad y norte de Europa. Hacia finales del siglo XV, el norte de Europa y la Antigüedad no tuvieron un contacto directo entre sí, y resultó necesario un intermediario para que la relación se iniciase. ¿Quién fue este intercesor?: el Renacimiento temprano italiano, también conocido como el Quattrocento. Este ya había realizado su primera campaña para el rescate de diversos valores del mundo grecorromano. Increíblemente, el mediador necesitó a su vez de un tercero en su correspondencia con el norte: Durero, quien asumió esa tarea con dedicación.

A finales del siglo XV y principios del XVI, el entusiasmo llevó a Durero a crear una producción artística que hoy se considera el inicio del estilo del Renacimiento en el norte.

En aquel entonces, las primeras aproximaciones de Durero a los referentes clásicos estaban filtradas por Italia; y, como es de suponerse, el mundo italiano resaltó aquellos elementos de la esfera clásica que les resultaba significativos e imprescindibles.

El artista posiblemente realizó un primer viaje a la región del sur de Europa entre 1494 y 1495, y un segundo, efectuado entre 1505 y 1507, ambos especialmente a Venecia.

Allí se encontró ante una Antigüedad italianizada, supeditada a intereses particulares tanto formales como de contenido, inclinados a la búsqueda de modelos antiguos que representasen la conmoción exaltada.

Dionisio y Apolo. Para Durero, el velo italiano –podríamos decir dionisiaco – estaba en las obras de Andrea Mantegna (c. 1431-1506), teatrales y heroicas, y en las de Antonio del Pollaiuolo (c. 1431-1498), cuyo trabajo hacía énfasis en una retórica muscular exagerada.

La influencia de ambos artífices italianos en el norte de Italia nos permiten considerar dicha región como un centro vital, en el que la Antigüedad se tradujo a un estilo cuya claridad permitió que artistas como Durero pudieran recibir las diversas fórmulas expresivas creadas.

Son bien conocidas las copias que el alemán dibujó de Mantegna y Pollaiuolo, y cómo utilizó estos modelos italianos para producir grabados como Lucha entre Hércules y Caco, de 1496, donde se advierte la caracterización del maestro de Núremberg de un tema antiguo que fuese acorde con la corriente italiana que dictaba el resurgir de la Antigüedad como la representación de gestos, emociones y movimientos típicos de referentes clásicos.

Sin embargo, Durero no se sometió completamente ante esta Antigüedad italianizada. El comienzo de su resistencia se muestra en su búsqueda del rasgo apolíneo que la Antigüedad también podía ofrecer a través del estudio de las proporciones ideales del cuerpo humano.

Durero se acercó primero a tales proporciones gracias a los trabajos del artista veneciano Jacopo de’Barbari (c. 1460-antes de 1516), y seguidamente en gran medida por vía del Codex Escurialensis , libro de dibujos procedente del taller del artista Domenico Ghirlandaio (1449-1494).

Es posible que, gracias a ese documento, Durero conociera el Apolo de Belvedere, escultura de mármol romana realizada alrededor de 120-140 d. C., descubierta en Roma cerca de 1496.

Además del Codex, Durero estudió al autor romano Vitruvio (c. 80-70 a. C.-c. 15 a. C.) y se acercó con esmero a las teorías elaboradas por Leonardo da Vinci (1452-1519).

Todo ese esfuerzo por comprender la otra cara de la Antigüedad es uno de los puntos claves de la reconquista de Durero. Los resultados de este proceso son evidentes en su grabado en metal Adán y Eva o La caída del hombre , de 1504.

En esa obra, Adán hace reminiscencia al Apolo de Belvedere , y elimina los excesos dramáticos de la Antigüedad italianizada.

En síntesis, Durero inicia su reconquista de la Antigüedad en contra de lo que proponía el Renacimiento temprano italiano, pero la única manera en la que el artista pudo llevar a cabo esta labor fue a través del mismo velo italiano que pretendía transformar; es decir, en gran medida, las herramientas para reapropiarse de la esfera grecorromana fueron otorgadas por los mismos que habían “transtornado” aquella esfera.

Así, con su misión llevada a término, el maestro de Núremberg se convirtió en una pieza fundamental para la transmisión y, por lo tanto, supervivencia de la Antigüedad grecorromana, y con ello sentó bases para lo que llegamos a conocer como el Renacimiento nórdico.

El autor es historiador del arte por la Universidad de Costa Rica.

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Los Museos del Banco Central de Costa Rica ofrecerán una exposición de 70 grabados originales de Durero, entre el viernes 23 de enero y el 26 de abril.