20 años de ponérsela difícil al público

Roxana Ávila, David Korish y un enorme equipo humano que se renueva con los años, hacen teatro de una forma que a veces consideran temeraria y nada complaciente con el espectador

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El grupo Abya Yala siempre busca retar al espectador; sus propuestas intentan que el público ponga sus neuronas a trabajar, que lo que vea y escuche rete sus ideas, sus puntos de vista y, de ser posible, que reaccione: a veces, la gente saldrá contenta; en otras, disgustada o, quizá, sin entender muy bien qué vieron.

Nunca la ponen fácil y para ello ensayan y entrenan obsesivamente, experimentan, cambian.

Ese estilo de vida artística es parte de lo que da sentido a este grupo codirigido por los actores, directores y esposos David Korish y Roxana Ávila, quienes se suman a otros artistas con quienes sostienen una relación profesional intensa: algunos desde hace muchos años, otros recientemente.

Este mes, celebran 20 años de vida como grupo, pero como nada es convencional con ellos, lejos de conformarse con comprar un queque con sus 20 candelas, bebidas espirituosas y reunirse para recordar anécdotas, ellos emprendieron un proyecto ambicioso que los tiene al borde de la locura: Balagán, espectáculo que se desarrollará en varias calles de San José.

“Para mí, el teatro es una enfermedad y la única cura es hacer más teatro; es una enfermedad crónica”, aseguró Ávila para tratar de explicar el por qué de la forma en que trabajan.

Instituto. Si se le pregunta a Korish y Ávila quién es Abya Yala, ellos responderán que todas las personas que lo integran, y no es falsa modestia, es que así entienden al grupo.

Sin embargo, es evidente que ellos son el motor que impulsa a esta tierra continental, significado de las palabras abya yala en lengua de los aborígenes kunas, en Panamá.

Al principio de los tiempos, su objetivo no era crear un grupo teatral, sino el instituto Entre Líneas, en el cual pintores, músicos, actores, escritores y bailarines aportaran ideas y trabajo en busca de creaciones artísticas.

Lo intentaron y fruto de esa idea comenzaron a trabajar, en octubre de 1991, en una obra a la que finalmente llamaron Profecía (1992), que se estrenó en el extinto Instituto Goethe en barrio La California.

No obstante, no se consolidó la idea de romper con el paradigma del grupo de teatro tradicional. Lo que sí ocurrió es que esta fórmula encontró una línea de trabajo que se mantiene hasta la fecha.

“Abya Yala es un conjunto de personas que buscamos una alternativa para trabajar juntos (...) Abya Yala es el espacio donde uno trabaja como quiere”, comentó Ávila.

Ese trabajar como se quiere, como se siente a gusto, es lo más distante a una zona de confort. Incluso, puede significar trabajar durante meses en una idea y, al final, desecharla, porque el director considera que no funcionará.

También es una forma de trabajar muy diferente a las producciones que le ofrecen al público ir a entretenerse, no pensar mucho y reír para olvidar los problemas.

Korish asegura que con los años identifican esto como hacer teatro al filo de la navaja y siempre buscando el “eterno opuesto”; es decir, hacer un giro de 180 grados en su trabajo.

Una de sus premisas cuando emprenden una nueva creación es que deben hacer algo opuesto a lo que terminaron recientemente.

Un ejemplo de esos giros que caracterizan su trabajo son las obras Yvonne (2004), de Witold Gombrowicz (2004), propuesta de teatro musical con máscaras, canciones y muñecos de diversos tamaños, y Cenizas (2006), obras cortas de Samuel Beckett, que representaba otro reto para los actores al poner en una sola función siete obras escritas por el dramaturgo alemán.

Tampoco hay que creer que a ellos no les interesa lo que piensa el público; de hecho, siempre tratan de ponerse un poco en los zapatos de quienes asisten a verlos; incluso con Yvonne hacen su obra más ligera. Aunque aquella era su apuesta para ser un éxito de público, fue Cenizas la que logró siempre tener sala llena y reacciones conmovedoras de los espectadores.

“Para nosotros, Yvonne era el espectáculo más ligero, esperando a las masas que iban a llegar a verlo; MxM (2009) era una comedia para la gente, pero Cenizas es la más popular”, comentó, entre risas, la codirectora del grupo.

De sus obras –algo así como los hijos de este grupo–, los comentarios son diversos, desde gente que solo asegura que no entendió lo que vio, pasando por gente que ama lo que vieron y vuelven a verlas varias veces, hasta algunos que tienen respuestas viscerales o el rechazo abierto de intelectuales y estudiosos del teatro, como lo escribieron Korish y Ávila en su libro Dramaturgia invisible (2008).

“Uno espera que siempre haya una respuesta del público, no aspiramos más allá de eso, lo que aprendimos es a no anticipar cómo creemos que reaccionará el público. Como codirector hago un intento de ver desde el lado del espectador y que no se aburra”, aseguró el estadounidense.

Vanguardia. Una de las definiciones de lo que hacen, ideada por ellos mismos, es: vanguardia popular profesional.

Andrés Sáenz, crítico de teatro de La Nación, coincide en que son un grupo de vanguardia, incluso aseguró que es el único grupo de vanguardia en Costa Rica, ya que lograron mantener, hasta la fecha, una línea constante de experimentación, con propuestas innovadoras y serias.

En ese andar por un teatro de vanguardia, el grupo tiene dos grandes referentes: William Shakespeare y Samuel Beckett.

“Eso es lo que queremos, una mezcla de las propuestas de Shakespeare y Beckett. El primero le hablaba a mucha gente al mismo tiempo y todo el mundo se sentía bien; logró contar historias muy teatrales. Mientras que el segundo escribe desde el teatro, es lo más perfecto del sueño de Wagner, donde la obra de arte es total y donde la traducción a otro lenguaje es pecado, los dos amaban profundamente el teatro”, explicaron los esposos y hacedores de teatro.

No será difícil de creerles que su filosofía de vida y trabajo no es perfecta, que acarrea diferencias y hasta personas que prefieren dejar el barco.

Korish aseguró que las dificultades que ellos han tenido en estos 20 años son las mismas que los teatreros tuvieron en el pasado y que tendrán en el futuro: lidiar con la gente.

“El problema casi siempre es que somos humanos, y esto genera dificultades, ¿cómo vivir y trabajar juntos? No es fácil, trabajar en Abya Yala es difícil, es exigente y emocionalmente desgastante; esta turbulencia genera dificultades”, amplió el codirector.

También han tenido recompensas del público y del gremio en su navegar, en esta forma de vida que le da la espalda a la forma convencional de hacer teatro.

Ávila siente una auténtica gratificación cuando un espectador sale de una de sus producciones y le da las gracias porque lo que observó logró conmoverlo.

Además, es de enorme satisfacción ver cómo las personas que a lo largo de dos décadas integraron Abya Yala crecen como profesionales y seres humanos.