El fenómeno de Shirley Temple tuvo repercusiones globales. Pocos podían resistirse a su inocente alegría, sus perfectos bucles dorados y la alegría colorida de sus películas.
En Costa Rica, tenía sus seguidores y, entre ellos, un prometido que ella jamás conoció. “Fue mi amor platónico; yo siempre decía que yo me iba a casar con esa niña”, confesó, entre risas, Gonzalo Raventós.
Este hombre de 80 años vio todas las películas de Temple en el Teatro Raventós, propiedad de su padre José Raventós Coll. “Junto con mi familia, vivía en el segundo piso del teatro y recuerdo que me escapaba para ver las cintas de Temple. Me las ingeniaba para no perderme ni una”, recordó.
En la década de los años 30 se vendían ilustraciones, afiches, tazas, muñecas de colección y demás mercadería con la figurita de Temple. Esos juguetes llegaron también a Costa Rica.
Visita frustrada. En pleno apogeo de su carrera, Shirley Temple estuvo a punto de visitar el país, según recuerda Raventós. Su teatro era socio de la 20th Century Fox y la esperaban varios ticos en el aeropuerto de Lindora.
“Le habían preparado una pequeña recepción y la íbamos a conocer, pero lo que pasa es que ese aeropuerto siempre se nublaba mucho y llegó la desilusión”, rememoró Raventós. El avión en que venía la estrella no aterrizó en el país.
Aunque no existen registros de las recaudaciones de la época, hay que recordar que Temple fue la estrella más taquillera de Hollywood de 1935 a 1938. Fue pionera en varios aspectos: apareció con actores negros en actos musicales y destacó por sus pasos de tap.
Niños como Jackie Coogan, Jackie Cooper y los de Los pequeños traviesos siguieron un molde similar y fueron famosos en todo el mundo.