Página Negra Lillian Gish: El ángel mudo de Hollywood

Fue la primera estrella de Hollywood, pero el cine sonoro la relegó al olvido y la industria del celuloide la relegó al desván de la utilería vieja, para exhibirla como una pieza de museo. Igual ella se impuso y murió con gallardía, a los 90.

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En el principio era el caos. La tierra olía aún a vacas y estiércol; el pecado y el escándalo desollaban a sus primeras víctimas. Las tinieblas batían sus negras alas sobre Hollywood, hasta que el director D.W. Griffith tronó: ¡Hagánse las estrellas!

Y apareció la más rutilante, la niña frágil y etérea, la virgen amenazada por incontables desgracias, el lirio en medio de la ciénaga de la lujuria: Lillian Gish, la primera actriz de cine.

Durante ocho décadas alumbró la pantalla y con más de 90 años actuó, junto a su colega Bette Davis, en Las ballenas de agosto ; ella en el papel de Sarah y Davis como Libby, en un filme de tristezas y nostalgias.

Gish fue la musa del cineasta y él la convirtió en la heroína por antonomasia, tanto así que toda su vida estuvo marcada por una deuda de gratitud con el director y tituló sus memorias, publicadas en 1969: Las películas, el señor Griffith y yo .

Ambos se conocieron en 1912, en el set de El enemigo invisible y comenzaron una relación que tuvo sus momentos estelares con El Nacimiento de una Nación , en 1915, y la espectacular Intolerancia , que fue la ruina financiera del realizador. Gish, en agradecimiento, sostuvo en el infortunio a su viejo amigo, quien gastó $2 millones en la película y la cinta fue un fracaso en la cartelera.

Lillian hizo yunta cinematográfica con Dorothy, su hermana menor, y eran tan parecidas que se vestían diferente para distinguirlas; sin embargo, las cualidades artísticas de la primera eran superiores y pronto sería una de las primeras divas del cine silente.

El primer papel relevante le llegó con Corazón de hija , pero fue con el largometraje Judith de Bethulia donde alcanzó el éxito. Pasó a la inmortalidad por su rol de Hélice, una frágil y melosa jovenzuela amada por un militar sureño en El nacimiento de una nación . A partir de esa película Gish encarnará el prototipo de la superestrella.

Entre Lillian y Griffith surgió una complicidad artística que para muchos era amor, pero que ambos negaron siempre. En realidad ella encarnaba el concepto esencial de la obra del realizador, que giraba en torno al enfrentamiento entre el bien y el mal.

Ella tenía un rostro angelical, un cuerpo frágil, una expresión ingenua y pura, una mirada cándida, unos labios en forma de corazón y los colochos de una niña. Así fue como marcó el futuro de una industria que estaba en ciernes, en las primeras décadas del siglo XX.

La capacidad interpretativa de Gish fue de tal factura que era capaz de hacer llorar a los espectadores, como ocurrió con su personaje de Mimí en Vida Bohemia –de King Vidor– en la escena final de su muerte.

Por algo, en las enciclopedias dedicadas al cine, al pie de sus fotografías, se lee: “Lillian Gish: inventó la actuación en la pantalla”.

Lirio del cine

Solo la muerte la jubiló. Su carrera abarcó casi 75 años y filmó al menos 100 películas; incluso llegó a ser de las pocas actrices con poder detrás de las cámaras y por encima de los directores.

Los expertos discrepan sobre la fecha en que nació Gish, unos dicen que fue el 14 de octubre de 1893 y otros que en 1896; al margen de cuestiones tan bizantinas Lillian Diana de Giche, que tal era su nombre de pila, fue hija de Mary Robinson McConnell y James Leigh Giss.

James padecía de alcoholismo y cuando ella cumplió seis años él abandonó a la familia, que pasó las de Judas para sobrevivir.

La criatura no era nada pendeja y junto con Dorothy probó con la actuación y a ratos en el modelaje. Con la ayuda de Gladys Smith, más conocida como Mary Pickford, llegaría al naciente Hollywood a probar fortuna, detalló la Enciclopedia del Sétimo Arte .

Pickford le presentó a D.W. Griffith, quien sería su maestro y amigo, y a su vera filmó en tres años 48 películas, donde sentó las bases de la narración cinematográfica. Con ella el cineasta desarrolló conceptos como el primer plano, el plano corto, el fundido-encadenado; los flashbacks , los movimientos de cámara y la iluminación en exteriores.

De ella dijo Griffith: “ No solo es la mejor en su profesión, sino que tiene la mente más despierta de todas las mujeres que he conocido”. En el pantano de chismosos que era Hollywood estas palabras fueron interpretadas como la declaración de un amante, pero ambos mantuvieron un respetuoso silencio.

La actriz nunca se casó ni tuvo hijos; vivió un romance con el productor Charles Duell, con quien estuvo a punto de casarse; salió con el editor George Jean Nathan y también con el malogrado actor Robert Harron.

Este último se suicidó frustrado porque Griffith contrató a Richard Barthelmess para el filme Way Down East ; en la habitación de un hotel de Nueva York se disparó en el corazón con un arma que le compró a un pordiosero. Tenía 27 años.

Una vez que Gish alcanzó el estrellato se volvió una mujer incómoda, por lo cual prefirió actuar en obras de bajo presupuesto, a cambio de escoger ella los guiones y a los directores.

En 1920 dirigió a Dorothy en Remodeling her husband , con gran suceso, pues demostró el dominio de todos los trucos aprendidos de Griffith, tanto los técnicos como los humanos.

Pero Hollywood era un terreno árido para que florecieran mujeres independientes, con ideas claras y criterio. La fábrica de estrellas prefería a las vampiresas come hombres, ligeras de ropas y de caderas flojas.

Así, en 1926 firmó un contrato con la MGM que le daba control sobre la producción; le duró poco porque se retiró apenas entró el cine sonoro, del cual predijo –con muy mala puntería– que no tendría éxito comercial.

Más bien fue ella una de las primeras víctimas de la nueva tecnología; el cambio de paradigma privilegió a las sex symbols y Gish fue tachada de insulsa y moralista.

A partir de 1926 la prensa la acosó y mediante una serie sistemática de críticas lograron derribarla. La revista Photoplay criticó su papel en La letra escarlata , de Víctor Sjostrom, y dijo: “Lillian Gish sobrelleva la letra roja del pecado con su habitual dulzura virginal”.

A los 31 años fue relegada al desván de la utilería humana, por asexuada, babosa y fuera de época.

Primera dama

Aún en su vejez Gish era una mujer muy bella, con un aire espiritual que le daba un aura de eternidad.

Desde que Griffith la vió en el vestíbulo de los estudios Biograph descubrió una perla, por eso fue y vendió todo lo que tenía para tenerla y pulirla.

Ella siempre se refirió a él como el Sr. Griffith y solía decir: “Con Mr. Griffith nunca se hacían preguntas; uno se contentaba con responder a las suyas”.

Gish estaba consciente de que el cine era un lenguaje universal, que al situarse delante de la cámara podía cambiar el mundo; “fue este ideal de integridad y compromiso el que la unió a Griffith” señaló el obituario publicado en The Independent .

A inicios de los años 20 decidió separarse de su maestro y firmó un contrato suculento con los estudios Metro Goldwyn Mayer, que la hizo multimillonaria.

Pero el cine sonoro, a partir de 1926, le sentó muy mal y aunque hizo varias películas habladas, ya no encajaba en la pantalla. A los treinta años era vista como una pieza de museo y decidió dejar el cine para volver a su primer amor: el teatro.

Molesta por los papeles mediocres que los cineastas daban a las mujeres, carecía de empacho para criticarlos: “Lionel Barrymore actuó conmigo, primero como mi abuelo, después como mi padre y, al final, como mi marido. Si él no hubiera muerto, estoy segura de que hubiera tenido que actuar como su madre. Así es en Hollywood: los hombres rejuvenecen las mujeres envejecemos.”

En ese sentido Kevin Brownlow, periodista de The Independent , contó que Robert Mitchum no quería compartir papeles con ella en la película La noche del cazador –de 1955–, pues la consideraba una figurita de porcelana. Para convencerlo de su error, el director Charles Laughton lo sentó a verla en El viento , y Mitchum comprendió que Gish lo opacaría con su temperamento, su genio y su legendaria sabiduría, para eclipsar a quien quisiera.

Lillian volvió a las andadas artísticas en 1978 con Un día de boda , de Robert Altman, donde interpretó a una viejecita moribunda y millonaria confinada a una cama. Aún tenía la mirada que cautivó a Griffith, conservaba su piel de porcelana y su pelo largo.

El cine teme a los ancianos.

Cuando las actrices se convierten en madres o abuelas y deben estirarse la piel con infinidad de operaciones, las relega al desván y al olvido de las enciclopedias.

Hollywood hizo de Lillian una reliquia viviente; la jubiló a la fuerza, pero ella se resistió a morir en 1970, cuando le dieron un Óscar por su venerable carrera. En 1987 la Academia prefirió reconocer a Cher –la diosa del pop– como mejor actriz, por el lacrimógeno Hechizo de luna , y rechazó a Gish en Ballenas de Agosto , que con nueve décadas aún derrochaba talento con su rostro tachonado de arrugas.

La mano que mecía la cuna en Intolerancia dijo adiós placidamente el 27 de febrero de 1993. Lillian Gish sobrevivió y renació muchas veces; superó el sonido, el color, los actores sin talento ni escrúpulos, y a una industria cinematográfica que ella fundó y que la exhibió como una reliquia viviente.