La más obvia de las elecciones

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No voy a poner excusas altisonantes ni a reescribir la historia en aras de eludir un hecho irrefutable: como cualquier otro hijo de vecina crecí repartiendo las tardes entre mejengas y fábulas. Así, frente a la gran nómina de superhéroes que el imaginario animado ponía a mi disposición, la pregunta obvia era: ¿Con cuál de estos personajes me identifico?

Más allá del Capitán Harlock (Raimar) y otros antihéroes de tono sombrío y latitudes lejanas, el universo “americano” de Marvel y DC ofrecía a mi generación tres grandes candidatos: Spider-man, Superman y Batman (aceptémoslo, nos pelaba Iron Man, nos daba lástima Aquaman y nadie en su sano juicio se tomaba en serio al Capitán América).

De primera entrada, Batman tenía las de perder. De pequeño, yo ya sabía que quería ser periodista y tanto el Hombre Araña como Superman le hacían al oficio. Pero, vamos, Peter Parker me resultaba un bombetazo de primera línea y Clark Kent un simplón insufrible. Por otro lado, en su versión superhéroe, ambos usaban atuendos demasiado coloridos para mi gusto. Para terminar de hacerla, sus enemigos me parecían aburridos y sus poderes también. A uno le daba por escalar paredes como un pervertido y el otro básicamente era indestructible, más dios que persona. ¿Qué gracia tenía aquello?

Batman, en cambio, era uno de los nuestros. Ni lo picó una araña ni nació en otro planeta: Bruce es un humano de cabo a rabo, con todo lo que ello implica. Afortunado, claro está, el hombre nació rodeado de todos los recursos del mundo para construir su distópica versión de un ajuste de cuentas… pero, más allá de eso, es un tipo común y corriente; vulnerable, traumado, en constante lucha con sus temores y creencias. Ya con ese perfil, me resultaba interesante, si a eso sumamos el elemento noctámbulo y su vocación de geek por excelencia pues no quedaba duda: este compa era de los míos.

Por mucho, el batiuniverso me resultaba, además, el más interesante. Debidamente depurado a lo largo de las décadas, alcanzó su punto cumbre en 1992 gracias a The Animated Series, serie animada que nos presentó la más interesante y completa versión de Batman (me perdonarán los Nolan-lovers ). La música, la ambientación “Dark Deco”, la animación, las voces, los guiones… todo funcionó a la maravilla. Esto sin mencionar esa depuradísima galería de villanos pensados a la medida para sacar de quicio al mejor detective del mundo.

Hay que decirlo: Batman es, sin lugar a dudas, el más “intelectual” de los superhéroes aludidos y ese es otro de sus atractivos, especialmente cuando su versión civil mantiene un perfil mucho más casual, muy en línea con lo que se espera de un millonario.

¿Mencioné el batimóvil? Spider-man llega a su destino zangoloteando los brazos desesperadamente, Superman aterriza como una paloma cualquiera. Batman… Batman llega con estilo.