Iron Man 2

Tal vez en tele' Final es puro miche

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De la primera película a esta segunda, sobre el héroe mecánico con un humano adentro, el ferroso y sulfuroso Iron Man, hay una distancia tan grande, más que la de un cementerio de elefantes, que da grima –más bien– ver lo que se presenta en la cinta Iron Man 2 (2010), dirigida de manera torpe e incompetente por Jon Favreau.

Ya sé. Ustedes me recordarán que se trata del mismo director, pero esto sucede en las mejores familias. Estoy convencido que la falla vertebral está en el guion, perpetrado (que no escrito) esta vez por Justin Theroux, siempre basado en las ideas configuradas por Stan Lee para el mundo inacabado de las historietas.

Lo que ahora tenemos es un relato de máquinas y otros demonios tan soso, que se cuece a sí solo. Increíble que alguien escriba un libreto para una película de acción donde la primera presencia del héroe –en una pelea– se da tan tarde, tanto, que yo estaba a punto de abandonar la sala o de dormirme en la butaca.

Al rato, se da la segunda pelea, entre el superhéroe y un militar amigo, cada uno con un traje metálico distinto, pero ambos de Iron Man. Pelea más aburrida que el rumiar de un mamífero. Sucede cuando, de nuevo, estaba yo a punto de irme del cine o de dormirme (¡vaya dilema!). Solo los buenos chistes de un amigo, a costa de la película, me entretenían (sobre todo que este amigo es crítico de tele, escribe de tele, pero sabe bastante de cine).

En el momento del clímax, lo que sucede es que Iron Man y su amigo, quien no se ha quitado el traje, se agarran en un puro miche loco contra un montón de antagonistas de hierro (también).

Miche es un costarriqueñismo que el diccionario académico define como reyerta, pero es algo más que esto: un miche es un verdadero despelote, y esto es la batalla final en la película.

Ahí no se sabe quién es quién, todo lleno de efectos por computadora, que más bien semejan un desfile de estrellas fugaces, tal la pérdida del encuadre y del plano, aún de la secuencia y, si se quiere, de la coherencia interna del relato. Lo cierto es que, ni siquiera en su clímax, esta película resulta excitante o divertida como la primera. Solo quedan coreografías mal hechas, acrobacias destempladas y una narración entre tonta, falsa, discordante y aburrida.

Las actuaciones principales de la película no están mal: Robert Downey Jr. es gallo viejo que con el ala mata; igual se comportan –como los malos– Mickey Rourke y Sam Rockwell. ¡Y pare de contar! En todo caso, como dijo alguien, hay chance de mejorarlo todo para la tercera parte.