Crítica de la película ‘Mejor… ¡Ni me caso!’: Viagra y sexo

Lío marital Una comedia cursi

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He aquí una comedia cuya premisa es la siguiente: ¿desde cuándo una boda es asunto de dos personas? Se trata de la película titulada Mejor… ¡Ni me caso! (2013) dirigida con irregularidad, entre tono jocoso y jaleo cursi, por Justin Zackham.

Dicho filme es refrito de la película franco-suiza titulada Mi hermano se casa (2006), escrita y dirigida por Jean-Stéphane Bron. Ahora, con este remake lo que hace Hollywood, como gran novedad, es ponerle un elenco de figuras conocidas y agregarle algunos chistes que se celebran bien.

Con lo de los figurantes, tenemos a Robert De Niro, más comedido que otras veces con sus excesivas muecas; a Diane Keaton, quien ahora encarna a todos sus personajes de comedia de manera igual; a Susan Sarandon, siempre notable actriz; a Katherine Heigl, con pasmosa rigurosidad con su personaje; y a Amanda Seyfried, con rostro de novia sufrida sin que sepamos el porqué.

Robin Williams parece deleitarse mejor con su papel de sacerdote dogmático, capaz de cambiar en el momento justo; los demás se limitan a estar ahí y a lidiar con personajes desteñidos, sobre todo quienes encarnan a sujetos colombianos. El primero es un joven adoptado por una familia adinerada y conservadora de Estados Unidos, quien se va a casar con una joven estadounidense.

Luego están la madre y la hermana colombianas que llegan a la boda. La primera muy católica y, más bien, gazmoña o taimada. La segunda, belleza latina, llega a Estados Unidos con la idea de que el “sueño americano” se halla en las camas para tener sexo y no para dormir.

El problema es que los padres adoptivos de Alejandro, el novio colombiano, están separados y el padre vive con la amiga de su exesposa, mientras mantiene su ímpetu sexual de manera escandalosa gracias a una pastillita azul que, en la película, definen como Viagra.

Para que la madre colombiana no caiga con un patatús escrupuloso, se arma el “teatrito” de que todo es distinto a la realidad, de que ahí no hay divorcios ni amantes, de que no hay güisqui ni pastillitas azules y de que todos se confiesan religiosamente, aunque sean ateos.

Como nota al margen, en la película original no se trata de un joven colombiano, sino que el novio es vietnamita. Bien. La trama de Mejor… ¡Ni me caso! es típica de una comedia de enredo; pero el filme, en lugar de explotar dicha condición, prefiere irse por el tono más cursi y hasta por chistes escatológicos (“cochinos”).

Es así como el argumento pierde su proceso lógico de estructuración jocosa y bordea el drama ramplón o de telenovela. Cuando intenta de nuevo lo gracioso es en vano: el filme ha sucumbido ante lo cursi, lo afectado y, por la misma razón, ante una puesta visual de mal gusto (kitsch).

Es repetitivo el proceso narrado: se abre un nudo interesante o lúdico y, ¡plas!, el filme se tropieza con sus propias pedanterías, o sea, ni camagua ni elote, ni que espante ni que encante y ni usa ni presta la batea. Así, es difícil recomendarles este filme.