Crítica de la película En la mira

En cine de pura acción, Sean Penn es héroe luego de ser mercenario en África

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De seguro, ustedes recuerdan la historia aquella del rey David, quien se enamoró de Betsabé, casada a su vez con Urías. Con su poder vertical, David logró colocar a Urías en el sitio más duro de la batalla de Rabbah y, así, quedarse él con la mujer de la que se había enamorado.

Más o menos, por ahí va la procesión de la película En la mira (2015) , dirigida por el francés Pierre Morel, con 50 años, quien trabajó su tiempo al lado del realizador Luc Besson, como director de fotografía.

Sucede ahora dentro de un grupo mercenario, contratado por una poderosa empresa ligada al tráfico ilegal de riquezas naturales desde un país africano, para lo cual se debe asesinar al ministro de Recursos Naturales de dicho país.

El que lo logre debe salir del sitio, requisito dictado también de manera vertical por el jefe de los mercenarios, llamado Félix (Javier Bardem con pésima actuación). El asesino escogido es Jim (encarnado por el siempre impecable actor Sean Penn).

El asunto es que Félix está enamorado de la novia de Jim y tan solo está haciendo la jugadita que el rey David le hizo al soldado Urías. A los años, los miembros de esa pandilla mercenaria comienzan a ser asesinados. ¿Por qué? Es cuando el filme se muestra frenético como cine de acción al uso.

Esos asesinatos se unen al triángulo amoroso; además, se empotra la denuncia política sobre la explotación que –aún– sufren muchos países africanos de parte de fuertes corporaciones situadas en Europa y Estados Unidos. Problema: el filme abarca diferentes situaciones, pero no aprieta con ninguna.

Por su falta de entereza para tratar el asunto político, En la mira resulta del todo muy superficial como texto ideológico.

Esto no es el director Fernando Meirelles con su película El jardinero fiel (2005), filme de acción con temática similar alrededor de las multinacionales farmacéuticas y su accionar colonialista en África.

En la mira también se diluye como historia amorosa. No logra dar ese toque de rigor romántico en medio de de la adversidad, pese a que no renuncia a ciertas imágenes eróticas a partir de una sexualidad clandestina.

Es culpa también del mal trabajo como actriz de la italiana Jasmine Trinca, por más que ella exhiba de su cuerpo.

Lo que queda es cine de acción, dicho antes: es thriller al uso de cualquier filme de Hollywood, cuando es cine europeo. Dado que el buen actor Sean Penn es parte de la producción y coguionista, es más fácil contar los planos en que a él no lo vemos que contar aquellos en los que sí aparece.

Ante ese autoservicio que se ofrece el actor, se ve que Sean Penn busca para sí nuevas expresiones y enriquecerse con su arte; sin embargo, las condiciones reales de este filme lo obligan a repetirse en muchos de sus gestos faciales.

El resultado con En la mira es el de un filme de altibajos que sabe cerrar su ciclo de vértigo en Barcelona, claro, con una corrida de toros y una balacera del carajo en un solo espectáculo ferial.