Crítica de cine: Salmones y amor

Se pierde el tono Vuelve Lasse Hallström

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Siempre he defendido al realizador sueco Lasse Hallström como un buen manejador del melodrama en el cine. Su primer éxito fue Mi vida como un perro (1985), filme con el sello de su país natal. En Hollywood ha sacado títulos bien logrados, donde sobresalen ¿A quién ama Gilbert Grape? (1993), con extraordinaria actuación del joven Leonardo di Caprio, y Las reglas de la vida (1999).

Podemos mencionar otros títulos suyos como Chocolat e (2000) y Atando cabos (2001). Ante eso, esperaba más de su reciente película Pescando salmones en el Yemen (2011), también titulada de manera cursi como Amor imposible . Sin embargo, aunque estamos ante un filme agradable, al director Lasse Hallström no le salieron las cosas como uno podría esperar.

Es indudable que el sueco Hallström tiene habilidad para narrar con imágenes en movimiento.

Sus movimientos de cámara son seguros, envolventes y son la mejor expresión del relato (la historia en sí misma).

La mano de Lasse Hallström es muy pertinente y su mirada muy oportuna para encontrar el plano justo de lo que quiere expresar.

Pescar en cine. Esta vez, con Pescando salmones en el Yemen , el problema no radica en esos aspectos, sino en la irresolución del director para darle un tono más definido a lo narrado. Lo que renquea es el tratamiento de la historia, aunque el filme mantenga su elegancia y su trama sepa pescar al espectador.

El oficio de Hallström tras la cámara no lo pongo en duda. Lo que me extraña es que siendo él un buen manejador del melodrama, este se le haya escapado de las manos y cediera a otras tentaciones que han de venir del guion. Bien lo dice el refrán: quien mucho abarca, poco aprieta.

Es así como el tono melodramático de una tradicional y rica historia de amor, se diluye entre la sátira política, las inflexiones de comedia liviana e –incluso– los bosquejos del género documental televisivo.

Los cortes entre esos estilos no están siempre bien hilados entre sí, se dan de tal manera que uno siente que se está ante distintas peliculitas dentro de una película mayor.

Falla la relación entre el todo y las partes; esto es, se falla en el manejo de la trama principal (matriz semántica) con respecto a las subtramas.

Ponerle sello. Las actuaciones se muestran de igual manera. Verbigracia: la segmentación con la burla política se concentra de manera aislada en la buena actriz Kristin Scott Thomas, mientras el devaneo amoroso lo lleva bien Emily Blunt.

En tanto, Ewan McGregor, sin mucha convicción, se encarga del tema científico sobre la siembra de salmones en Yemen, al Sur de la península de Arabia.

En la mirada a la cultura árabe tenemos al actor Amr Waked (quien encarna a un jeque deseoso de tener salmones en sus aguas), con su trabajo cansino y estereotipado. La música resulta oportuna, con la misma tesitura expresiva de la fotografía.

En cambio, el montaje no logra obtener un mejor sentido del ritmo narrativo, como si perdiera el cálculo de los tiempos.

Así es, en resumen, Pescando salmones en el Yemen es película de altibajos, que gusta ahora sí, después no tanto, con méritos y desaciertos, que igual puedo recomendar o no, que no es excelente ni tampoco mediocre y que, para ponerle el sello, califico con tres estrellas de cinco posibles.