Crítica de cine: ‘Puente de espías’

Steven Spielberg se apoya en el talento de su actores y en guion de los Coen

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El estreno de Puente de espías (2015), dirigida por Steven Spielberg , quien ha sabido reconciliar los intereses estéticos con el rendimiento económico (al decir del escritor español José María Caparrós), nos pone en el tapete el tema del cine como discurso.

Estoy de acuerdo con lo expresado por el lingüista francés nacido en Alepo, Siria, Émile Benveniste, cuando afirmaba que la película tradicional se presenta como historia, no como discurso; pero que, sin embargo, es discurso si se hace referencia a las intenciones del cineasta.

Otro francés, semiólogo, Christian Metz, amplió en el sentido de que la eficacia ideológica (el cine como discurso), consiste en que borra los rasgos de la enunciación y se disfraza de historia.

Ahí está el punto que no podemos obviar con Puente de espías : esta no pasa de ser un discurso bien envuelto, sí, sobre acontecimientos durante la llamada Guerra Fría entre dos concepciones del mundo, apuntaladas cada una por Estados Unidos y por la Unión Soviética de entonces.

El filme narra el intercambio de un espía soviético hecho prisionero en Estados Unidos y tratado dentro de las mejores condiciones, con un estudiante preso en la Alemania comunista, más un piloto de un avión-espía derribado por la Unión Soviética el 1 de mayo de 1960, ambos estadounidenses.

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Con esa situación, la cinta carga tintas –miríada de imágenes– para mostrar las condiciones crueles e inhumanas con que fueron tratados los estadounidenses por los comunistas frente al buen trato recibido por el ruso. “Puente de espías” es puente largo con tal de que esto quede claro.

Agreguen el diseño de personajes: los de Estados Unidos todos pura vida, como viejos vaqueros del cine del Oeste: los buenos; los del otro lado son tipos esperpénticos, rudos, más bien brutos, cocinados en su propia inhumanidad, especie de demonios a la entrada del infierno.

Hay más, claro, como el asunto de los niños felices que juegan sobre muros en Estados Unidos en comparación a los jóvenes oriente-alemanes: muy de panfleto (lo compara la mirada del personaje principal).Y más.

Por ahí se cae la construcción dramática del texto, porque este filme sobre la Guerra Fría está hecho con todos los vicios, falacias y hasta injusticias de dicha época, de la que, incluso, fueron víctimas varias figuras de la propia industria cinematográfica de Hollywood.

Puente de espías no pretende narrar: es un discurso estructurado desde el guion de los hermanos Coen, cuyos fines deben ser analizados en otro campo, sobre todo en estos años que vivimos nuevos enfrentamientos entre Rusia y Estados Unidos. Es algo que puede verse desde la teoría del découpage clásico.

Lo malo no es que esa actitud ideológica esté presente; sino que, con su maniqueísmo, afecta la densidad dramática del texto, el desarrollo de la intriga, sus diálogos son repetitivos y vacíos y, con todo, se provoca la irregularidad del filme. Si no fuera por esto, lo ideológico sería anecdótico.

Dentro de ese ardid, tenemos dos extraordinarias actuaciones: la de Tom Hanks y, por encima, la del inglés Mark Rylance. Agrego una magnífica dirección de arte para una buena arquitectura visual. Lo único es que –al menos a mí– ni Spielberg me vende gato por liebre.