Crítica de cine: Oso Po-deroso

Po encuentra a Po El kung-fu es el valor

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Sentimientos, instinto, sospechas, fogosidades y demás expresiones toman cuerpo de nuevo en el cine con el generoso Po, convertido ahora en Guerrero Dragón, quien debe asumir –con sus compañeros– la defensa de China y también del kung-fu.

Hablo de esa película contagiosa, fresca y seductora para toda la familia, que viene a ser Kung Fu Panda 2 (2011), dirigida por Jennifer Yuh Nelson.

La historia se narra de manera bastante fluida, con algún apresuramiento para darle más intensidad al argumento, pero siempre con sumo cuidado en el manejo del lenguaje cinematográfico: su celeridad narrativa no le impide el buen uso de la puntuación o de la sintaxis fílmica.

Hay mucho celo narrativo con una historia bastante atrayente y pensada a dos picas: para infantes y para adultos.

Con dicho tejido narrativo, la película también sorprende por su alto nivel de perfección formal, no solo con la buena animación lograda por la ruta de las computadoras, sino también por la fina mezcla de esta con animación tradicional.

Dentro de este segundo espacio, el filme exhibe secuencias muy delicadas y selectas, de logrado arte, que nos hacen pensar en una cinta tratada como si fuera ejercicio exquisito de papiroflexia (“origami”).

Para la niñez, la película presenta una aventura de acción intensa, donde los buenos están bien marcados como modelos fabuladores.

Eso sí, creo que Kung Fu Panda 2 queda debiendo en humorismo: tiene momentos graciosos, pero podrían haber sido más, sobre todo cuando se tiene una cuadrilla tan lograda con héroes de las artes marciales.

Los espectadores más pequeños se emocionan con sobrada razón. Los adultos (¡no sé si estoy entre ellos!) igual reciben diamantes de esta corona. Por ejemplo, es atractiva la temática que escudriña los traumas del oso Po sobre sus orígenes, sobre sus padres y sobre el amor o no de estos para con él.

Al fin y al cabo, Po se cree abandonado. También se ofrece el asunto del determinismo propio de la tragedia dramática. Al contrario de Po, quien sí encuentra el equilibrio emocional, su antagonista –un pavo real– está marcado desde niño para el mal y a una suerte que, siéndole anunciada, él no puede cambiar.

Además, hay un estudio de los distintos juegos de poder, que un espectador adulto puede aprovechar para sentarse y sentirse más inteligente en la sala.

Con este filme, contrario a lo que siempre señalo, he de aceptar que se nos ofrece una tercera dimensión (3D) más eficaz, más completa y que sí: esta vez la película se enriquece desde su novedad tecnológica.

Confieso que me gusta el 3D que ofrece el cine Variedades, no sé de razones técnicas, pero es en esa sala donde más a gusto me siento con la tercera dimensión.

Mi afán por decirlo no es publicitario, para nada; está dentro del sentido crítico con el que debo mirar cualquier película.

Sea como sea, les recomiendo acercarse de nuevo al oso Po y ver este largometraje, cuyo final abierto anuncia una tercera aventura. ¡Ojalá!