Crítica de cine: Lincoln en cine

Obra madura Es cine de cámara

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En algún momento se dijo que el realizador Steven Spielberg es el rey Midas del cine, capaz de convertir en oro dolarizado todas sus películas. Spielberg es un caso particular, para qué negarlo: su atrevimiento lo hace filmar películas tan distintas unas a otras como el agua y el aceite.

Ahora nos ofrece una cinta intimista, reflexiva y valiosa, especie de estudio (biopic) sobre el presidente alentador de la Enmienda constitucional para abolir la esclavitud en Estados Unidos, Abraham Lincoln, y de las condiciones históricas presentes en dicho país para ese momento, en 1865.

Aunque la película se titula Lincoln (2012), el filme va más allá de una tradicional o simple biografía. Spielberg no quiere, para nada, ofrecernos una cinta frívola o trivial. Su esfuerzo ahonda en razones sociológicas, políticas y económicas que provocaron una guerra que casi parte en dos a Estados Unidos.

La película Lincoln , para decirlo de alguna manera, está en las antípodas de Tiburón (1975) o de cualquier aventura jurásica, de Indiana Jones o de Tintín. Lincoln , la película, está más cerca del arte de El color púrpura (1985), La lista de Schindler (1993) o de Amistad (1997).

Steven Spielberg no es solo un tipo listo. También sabe rodar buen cine. Sabe hacer películas que gustan a millones y otras para entusiasmar al gremio de los críticos, donde demuestra sus cualidades como autor dramático. Si yo tuviera que escribir un libro sobre los mejores directores del cine, no podría excluir a Chaplin, a Welles, a Eisenstein ni a Bergman, pero tampoco excluiría a Steven Spielberg.

Está claro, Lincoln es de las buenas películas de este director nacido en Cincinnati, en 1947. Es interesante y casi paradójico, pero la sobriedad visual de la película, plagada de secuencias en lugares interiores, esa sobriedad es también la brillantez formal de esta cinta, por su cuidado artístico y una excelente fotografía de Janusz Kaminski.

Además, las distintas situaciones políticas que se tejen de manera manipuladora, como las alternativas familiares de Abraham Lincoln y las secuencias exteriores de guerra están bien identificadas –cada cual– por la sabia composición musical del afamado John Williams. Lo que no le va bien al filme es el sentido pedagógico que adquiere durante varios tramos. Es entendible, eso sí, porque se trata de una historia vertebral para Estados Unidos, pero le disminuye la tensión de su compás narrativo.

Hay que rescatar lo que ya bien se pregona por todo lado: la dirección actoral es de las mejores y la actuación de Daniel Day-Lewis, como Lincoln, sobrecoge por la fuerza y finura a la vez de su trabajo.

Tanto material hace difícil el montaje, pero Michael Kahn asume el reto con esmero; sin embargo, la presencia de diálogo tras diálogo afecta la realización de un filme más dinámico. En todo caso, la composición del montaje no altera, nunca, el contenido de lo que se quiere decir, o sea, el concepto.

Debemos reconocer que este largometraje es obra madura y valiosa en la filmografía de Steven Spielberg. Es cine de verdad, no solo con sus intenciones, sino con sus logros, por encima de sus debilidades con el dinamismo dramático. Cine de cámara, tal su nobleza intelectual, Lincoln es filme que cualquiera está obligado a recomendar.