Crítica de cine: ‘Las sufragistas’

La lucha por algo particular como el sufragio deviene en asunto político y buen cine

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Es admirable el vigor mostrado por la película inglesa Las sufragistas (2015), dirigidano solo con esmero artístico, sino también con aguda credibilidad. Ese vigor se muestra en la estructura lógica de sus ideas y en lo específico de su tema: el derecho al voto de las mujeres.

Con guion escrito por Abi Morgan, la directora de esta película, Sarah Gavron, entiende bien que las distintas luchas de las mujeres por alcanzar el voto, en condiciones iguales a los hombres, son más que una reivindicación.

Por eso, Las sufragistas expresa muy bien que esta lucha de las mujeres es, además, sostén de la sociedad toda, que es lucha política e implica la fe de llevarla hasta otros temas, como la equidad social, el respeto a la condición humana y el logro de una sociedad más justa.

Todavía es más claro el argumento de este filme, cuando propone que esta gran lucha femenina es y será dada fundamentalmente por las mujeres proletarias, quienes sufren con más dureza las injusticias de una sociedad patriarcal y odiosa con sus regulaciones laborales.

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Con eso último, Las sufragistas e s cine casi documental (su directora es también documentalista) y no malgasta imágenes. Dicho concepto se incorpora una y otra vez al relato y también a su lograda expresión visual.

Así se muestra con las mujeres en los centros de trabajo, en el hogar, en las calles, en las actividades clandestinas y hasta cuando son encarceladas. Con esta lucha las mujeres organizadas encuentran barreras no solo de hombres, sino también de otras mujeres. La resistencia al avance social femenino proviene de igual forma de un sistema político- económico y no solo del orden ideológico patriarcal.

Eso en lo conceptual, donde la película es hervidero de ideas que nos llega desde sus diálogos nada superficiales, ¡para nada! Hay más, porque tres elementos fortalecen la posición fílmica de la directora Sarah Gavron para esta excelente película.

Primero, la fotografía grisácea y de agudeza proletaria, lejos de cualquier estilo colorido de la “Belle Époque”: recordemos que los acontecimientos se dan antes de la Primera Guerra Mundial. Ese arte le corresponde al español catalán Eduard Grau, cada vez más grande en lo suyo.

El segundo elemento es la música de otro grande: el francés Alexandre Desplat, quien se muestra superlativo: el filme corre por su pentagrama. Tercero: la extraordinaria presencia del elenco, con formidable actuación de Carey Mulligan, eximia como la mujer fabril que, poco a poco, toma conciencia política hasta convertirse en auténtica revolucionaria.

Las sufragistas es cine comprometido desde su ética y con su estética. Es filme aún válido, porque las mujeres juegan hoy un papel histórico en el cambio de una sociedad que se cae con su podredumbre. Este es cine del excelente, de ese que uno nunca debe perderse.