Crítica de cine: Kingsman, el servicio secreto

Los agentes secretos no siempre son como los vemos con 007; para otros, lo más valioso es un paraguas

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He aquí una película modesta en ambiciones y sencilla en planteamientos, pero incisiva, agradable y entretenida en sus resultados. Se trata del filme inglés titulado Kingsman: El servicio secreto (2015), dirigido por Matthew Vaughn.

Dicho director se siente bien cuando traslada al cine, tal cual, videojuegos o historias dibujadas. Ahora se trata de un cómic de Mark Millar y Dave Gibbons. La película ha tenido tal éxito que ya se habla de una secuela.

El problema es que Kingsman: El servicio secreto llega a Costa Rica cuando el cine y sus filmes actuales están puestos en la mirilla del Oscar. Este premio no pasa de ser un francotirador para aquellos que ahí no aparecen.

Esto del Oscar resulta obsesión para el público en general y hasta en algunos cinéfilos, manipulados por el juego mediático que el cine –como industria– logra imponer como moda. Así cada año. Es por eso que una película atractiva, paródica y valiosa, como Kingsman, se difumina por ahí.

Esta película se ubica firme con buena narrativa: es la historia de un viaje interno, el de un muchacho desclasado, sujeto marginal dentro de un sector social degradante, quien, de manos de un veterano agente secreto inglés, encuentra la ruptura con aquello que lo aliena y deviene “otra” persona.

Veámoslo así: es la valoración del espionaje elegante como lo que permite el desarrollo positivo de un sujeto dentro de ciertas pautas, incluida la cortesía (proceso narrativo que nunca pierde su interés). Al tiempo, una amenaza emerge por culpa de cierto genio del mal y, así, ambas situaciones serán una sola.

Esta película tiene la función de poner en guardia al joven sobre los peligros que hay en el mundo. Ergo, solo un auténtico héroe supera las pruebas, crece como sujeto y derrota luego a la figura del mal.

Lástima que la actuación del muchacho, Taron Egerton, no sea la mejor. Peca por su falta de convicción, lo que no sucede con el resto del reparto, donde se lucen Colin Firth, Michael Caine y Samuel L. Jackson (genial como el sujeto sin escrúpulos con ansia de poder total).

Pese a sus estereotipos, Kingsman: El servicio secreto maneja bien su propia lógica, incluso con su osado diseño artístico estilo “vintage” (especie de arte del pasado, donde, incluso, para un agente secreto, un paraguas es más importante que cualquier arma ultramoderna).

Este filme exhibe graciosos artilugios de alta tecnología, para su riqueza y satisfacción visual, pero sin caer en esos excesos que conducen al tecno-fetichismo y sin provocar agitación en el encuadre.

Hay secuencias excelentes, como aquella mientras se escucha música de Edward Elgar ( Pompa y circunstancia ) o la de los paracaídas o la pelea con el paraguas. Los giros del relato sorprenden y enriquecen el entretenimiento de manera audaz, para beneficio del público.

Esta película sabe reírse de sí misma (ah, y de la monarquía sueca, ¡ja!). Siente cariño por los espías y recordamos a muchos de ellos, del cine y de la televisión, como 007, Súper Agente 86, Los Vengadores, Mini Espías y otros. Ojalá vayan a disfrutarla.