Crítica de cine: ¡Invencible!

Sansón moderno Antes del nazismo

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Después de su reinauguración, el cine Magaly continúa con su encomiable tarea de ofrecernos cine de repertorio (alternativo) con un precio bastante cómodo del boleto. La verdad es que hemos visto muy buen cine. Ahora se dedica, el Magaly, a un nuevo Festival de Cine Judeo-Israelí.

No es solo cine de Israel, así se evidencia con el filme que abrió dicho festival, donde la trama habla sobre los judíos en Europa antes de la llegada de Hitler al poder germánico, y es coproducción entre Alemania e Inglaterra.

En español, el filme se titula Invencible (2001) y se convierte en la película más floja que haya visto en el cine Magaly en este, su nuevo período. De paso, es también la cinta más débil y desestructurada que he visto de un importante director: el alemán Werner Herzog (nacido en 1942).

En los últimos años, Herzog se ha dedicado de manera más consistente al documental, pero es inevitable no mencionar –en su filmografía– títulos como Aguirre, la cólera de Dios (1972); El enigma de Kaspar Hauser (1974); Nosferatu, vampiro de la noche (1979) o Fitzcarraldo (1982). De la mano de este director se hizo famoso el buen actor Klaus Kinski.

Invencible se ubica en una Alemania prácticamente humillada, después de la Primera Guerra Mundial. En Berlín hay abono suficiente para cualquier pensamiento o liderazgo que lleve a los alemanes al sitio de orgullo que desean. Así, por ahí, apunta, la presencia de Adolf Hitler y del nazismo.

En 1932, sale de Polonia hacia Berlín un hombre judío de gran fortaleza física, herrero, deslumbrado por las imágenes de esa ciudad, luego de ver una película en un cine polaco. Desde el primer momento, se nota que el ambiente está enrarecido por la intolerancia en contra de los judíos.

Eso es lo que obliga a Zishe (así se llama el personaje) a cambiar de nombre por uno más ario: Sigfried. Cuando es descubierto, cambia a Sansón mientras se gana la vida como forzudo en un teatro de espectáculos, donde se enamora de la pianista checa y sufre explotación a manos de un supuesto noble danés.

El problema de la narración es que Werner Herzog la ofrece a saltos, con arte irregular, donde son evidentes las muy malas actuaciones, pésimas (excepto Tim Roth). Tiene algunas escenas oníricas, al estilo de Herzog, pero muy forzadas dentro del relato. Lo peor es el maniqueísmo del filme: con nazis caricaturizados y judíos sublimados en la bondad (mesiánicos).

Herzog aprovecha para narrar aspectos biográficos con el personaje principal (por ejemplo, la secuencia del teléfono en Berlín). Sin embargo, hasta ello se filtra dentro de la superficialidad total del filme, que tiene buenos momentos solo cuando Tim Roth está en escena (literalmente).

Hay momentos en que los movimientos de las cámaras resultan hermosos por afinados, pero son gotas de agua en el desierto. La música es punto alto entre notas de Beethoven y, sobre todo, de Händel (Haendel), para crear atmósferas más oportunas. Por lo demás, es cine del más prescindible que yo le haya visto a un buen director. Desechable, si se quiere.