Crítica de cine: Héroe en Marte

Al estilo del Oeste Ahí viene John Carter

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Después de una seguidilla de estrenos interesantes en el cine, incluso de cinco estrellas, el fin de semana pasado volvimos a lo usual y, ¡no hay de otra!, las pantallas retornan al cine de fácil digestión con que Hollywood nos atosiga cada año. Seguimos distantes del buen cine de otras cinematografías y, ante ello, solo queda resignarnos.

Tuvimos dos estrenos rutinarios. Por un lado, un filme soso de terror, de sustillos, con Hilary Swank. Esa cinta se titula Invasión a la privacidad (de Anti Jokinen; 2011). El otro estreno es de la escudería Disney, bajo la dirección de Andrew Stanton y con el título de John Carter entre dos mundos (2012).

Aunque no se debe comparar cine con literatura, porque son dos sintaxis diferentes, he de confesar que esta cinta de Disney me atraía por basarse en novela de un escritor al que le debo buenos ratos literarios en mi adolescencia: el estadounidense Edgar Rice Burroughs (1875-1950), autor de la serie de novelas con Tarzán, aquel ahora olvidado rey de la selva.

Edgar Rice Burroughs no solo escribió las reconocidas novelas tarzánicas, también “invadió” la ciencia-ficción, el Oeste y el relato histórico. Dentro de su literatura del género fantástico, están sus dos famosas series, una titulada Barsoom (ambientada en Marte) y, la otra, Pellucidar (en el centro de la Tierra).

La primera novela de la saga Barsoom se titula Una princesa de Marte, donde aparece el personaje John Carter. Fue publicada hace 100 años, lo que han aprovechado los estudios Disney para lanzar la película que ahora les comento, titulada con el nombre de su personaje principal y héroe romántico a más no poder.

Por supuesto que la cofradía Disney ha convertido esa novela en un pretexto y lo que nos ofrece, a cambio, es un relato grandilocuente propio de la fantaciencia. Es un arte visual bien logrado, de admirar, pero que no pasa de ser una distracción tecnológica (simple y eficaz, si quieren).

La presencia de un buen director como Andrew Stanton no logra darle un sello personal o particular a este filme ampuloso, afectado y señorial, que en el propio Hollywood denominan blockbuster. Lástima. Recordemos que Stanton es el director de esa joyita del cine animado que es Wall-E (2008).

El filme combina el cine de vaqueros (western) con la ciencia ficción, no solo en el argumento (comienza en el viejo Oeste), sino también en su composición formal, con exquisitas panorámicas, grandes paisajes desolados, persecuciones a caballo (aquí no son caballos exactamente, son' ¡no sé!), duelos entre personajes y el romance feliz entre el héroe y una bella mujer.

Al final, lo que me queda de este largometraje es lo que algunos designan como guilty pleasure: deleite culpable ante películas entretenidas, pero mediocres en lo sustancial. Su historia es predecible y se muestra con muy malas actuaciones. Su banda sonora es excesiva. Su fotografía es pedante. Su montaje es de peso industrial. Por eso, su ritmo es hiperactivo.

Como se dice popularmente, este filme es hierba majada que, aún así, entretiene desde la supuesta candidez de su argumento, pero –sobre todo– lo hace con su espectáculo en pantalla, donde Hollywood solo compite consigo mismo.