Crítica de cine: ¡Gracias a la vida!

Sorpresa en cine. Es el canto de Violeta

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La chilena Violeta Parra (1917 - 1967) fue una mujer llena de arte y de pasiones. Esa es la conjugación exacta de su personalidad: pasión, arte y Violeta. Precisamente, de ahí se nutre una muy buena película que nos toma por sorpresa, durante el actual Festival Internacional de Cine, 2012, Paz con la Tierra.

El filme se titula Violeta se fue a los cielos (Chile, 2011), largometraje de ficción dirigido por el también chileno Andrés Wood. El buen guion nos da una especie de rompecabezas que se ordena sin mayor precepto luego de que uno, como espectador, va acomodando las distintas piezas o secuencias que la cinta muestra con rigor, enjundia y densidad.

Sin un orden cronológico definido, donde los módulos narrativos más reiterados son dos: primero, una entrevista para la radio argentina dada por Violeta, una vez que ella ha alcanzado el éxito internacional con su canto latinoamericanista; y segundo, su última etapa, cuando intenta consolidar –sin éxito– una carpa en la comuna La Reina, con el fin de exaltar la cultura folclórica.

Ese fracaso la deprimió mucho, al igual que sus constantes enamoramientos y rupturas, sobre todo la sucedida con el antropólogo y musicólogo suizo Gilbert Fravré. Es cuando ella compone su más famosa canción, titulada Gracias a la Vida , que es más bien anuncio de su muerte deseada.

En el Louvre. Esos momentos los recoge la película con envidiable vitalidad, siempre dentro de su estilo fragmentario, con imágenes que van y vienen en el tiempo y donde la caracterización formidable de Violeta, personaje telúrico, resume la filosofía de la película.

Esa sublime, dolorosa y hasta lírica caracterización de Violeta Parra, detallada, con bisturí, encuentra eximia encarnación en el gran trabajo actoral de Francisca Gavilán, quien logra una experiencia apasionada y agudamente dialéctica de la artista. No hay manera de permanecer uno impasible como espectador.

Más que testigo, por la calidad expresiva del filme, uno se convierte en especie de coprotagonista junto al personaje de Violeta. Se está ahí, con ella, ante la injusta pobreza que la aprisionó en la niñez y adolescencia, hija de un profesor de música y de una campesina.

También estamos con su estancia en Santiago, capital chilena; en Varsovia, capital polaca; en París, cuando el museo del Louvre aceptó exhibir sus óleos. Sin embargo, no solo es su tránsito geográfico.

La película es vivencial cuando refleja los controvertidos estados de ánimo de esta gran artista, sobre todo sus afanes amorosos, aunque también refleja sus posiciones políticas de izquierda y su solidaridad artística.

Ama los remolinos. El director Andrés Wood articula el material con absoluta libertad, pero sin caer en el relato inorgánico. Dicho realizador, al narrar, hace suyas las propias palabras de Violeta: “La creación es un pájaro sin plan de vuelo, que jamás volará en línea recta”.

Así es la película. “Ama los remolinos”, decía Violeta Parra. Violeta se fue a los cielos, cinta ganadora del Festival de Sundance este año, tiene una fotografía exquisita como arte. Por otra parte, la música –lógico– se llena del canto alegre, triste, poético o melancólico de la artista chilena.

Esta cinta se estrenó en el Magaly, con el cine prácticamente lleno, para alegría de todos. Al igual se están exhibiendo importantes películas en otras salas dentro del Festival mencionado al principio: hay que conseguir la programación, que no todo es Batman en San José en estos días.