Crítica de cine: Fuerza y pasión

Deseos culpables Sexo en lado oscuro

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Hace pocos días, tuve palabras elogiosas para una película que, entre intensas escenas de acción, lograba ir con escalpelo adentro de sus personajes. Se trata del filme Drive: El escape (2011), dirigido por el danés Nicolas Winding Refn. Hoy tengo una situación semejante entre manos.

Ahora muestro entusiasmo cinéfilo por la presencia de un filme impactante como lo es

Shame: Deseos culpables (2011), cine inglés dirigido por Steve McQueen, quien –con agudo bisturí– le entra a los laberintos de la condición humana, sentida entre ardorosas secuencias de sexo.

A esas dos cintas podemos sumarles el estreno reciente de Tenemos que hablar de Kevin (2011, de Lynne Ramsay) y, así, debo agradecerles a los distribuidores del caso la osadía por traernos cine de este carácter alternativo, capaz de exigirnos inteligencia y rigor.

Con respecto a la película Shame: Deseos culpables, su director apuesta de nuevo al compromiso ético del arte, como lo hizo con su anterior filme: Hunter (1988), sobre las huelgas de hambre de los revolucionarios irlandeses en las cárceles de Irlanda del Norte, en 1981, encabezadas por Bobby Sands. Filme político.

Con Shame, se trata de meterse adentro de la personalidad humana para acercarnos a la comprensión de la conducta de sujetos “distintos”, pero no “anormales”. Este es el caso de Brandon, hundido de manera adictiva en el comportamiento sexual lleno de conflictos sin resolver.

Para este caso, según me indica una amiga psicóloga, podríamos hablar de una sexualidad disfuncional. Así, de manera obsesiva, Brandon busca relaciones de todo tipo con mujeres prostitutas y alcanza la prostitución masculina. Igualmente lo atrae la pornografía, expresada de las más distintas maneras.

Es un proceso imparable que el filme ausculta con voluntad microscópica, pero con visión de telescopio. La cámara no solo muestra, sino también indaga. Y no solo indaga, sino que –además– relata su historia de manera corrosiva, sin hilos sueltos, con afinada caracterización de personajes y con diálogos brillantes.

Es lúcida la dirección de la película, con un guion coherente en todas sus previsiones (escrito por el director con Abi Morgan). El filme se torna más penetrante cuando aparece Sissy, hermana de Brandon. Estamos, pues, ante una vorágine degradante de un turbador proceso de destrucción de los personajes.

Sissy dice las palabras que nos ayudan a entender los acontecimientos: “Nosotros no somos malos, solo venimos de algo malo”. Ese algo nos remite al sacrificio emocional, donde los sacrificados arrastran una especie de broma grosera por parte del destino. Por eso, la alegría del sexo deviene aquí en asunto traumático.

Las grandes actuaciones de Michael Fassbender (Brandon) y de Carey Mulligan (Sissy) nos dan el estado emocional justo para que esta historia nos resulte delirante, ardorosa y hasta trastornada para nuestro ánimo de espectadores. Igual sucede con la banda sonora y la muy apreciable fotografía.

Entre fotografía y montaje, el relato es un juego de arte visual muy bien expresado.

La cámara fija inquiere y obliga a los histriones a dar lo máximo de sí. En movimiento, permite buenos logros con el plano-secuencia y, ante espejos o ventanas, magníficos desdoblamientos de la imagen como metáforas bipolares.

Shame: Deseos culpables requiere temple en el espectador y también confianza de que el ser humano puede redimirse desde su catarsis. Es un desnudarse no solo de las ropas para, desde la amargura, querer encontrar la luz del equilibrio. Cine excelente.