Crítica de cine: ¡Enorme aventura!

La historia de Pi Es cine como fábula

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Entre películas excelentes y otras no tanto, pero nunca películas malas, el director de cine taiwanés Ang Lee puede ser señalado como un realizador de amplio espectro. Es una especie de cineasta “todo terreno”: su filmografía lo demuestra. Ahora vuelve a su mejor estilo con el filme Una aventura extraordinaria (2012).

Esta cinta podría haber tenido un mejor título para América Latina; en España se titula La vida de Pi. En todo caso, lo importante es señalar que estamos ante una buena fábula sobre la relación del ser humano con la Naturaleza y sobre la creencia o no en un dios o en dioses diferentes.

Desde el guion de David Magee, según la novela de Yann Martel, el carácter narrativo de este filme gira hacia un expresivo realismo mágico que, gracias al mejor uso de los avances tecnológicos, es cada vez más mágico.

No hay duda del logro narrativo del filme, tanto que se permite pasar por alto ciertas explicaciones de los acontecimientos y se las deja a los espectadores, para acentuar, así, el carácter fabulador del drama y magnificar con buen arte todo el aspecto visual de la película.

Este largometraje tiene momentos de una plasticidad realmente seductora, de exquisita creatividad, de ostentosa imaginación y útiles para el argumento. Aquí lo formal está al servicio de la historia, como debe ser, y no al revés, como sucede en otras películas. Son imágenes preciosistas sin caer en lo cursi.

La película narra la vida de Piscina (en el filme se sabe por qué nuestro personaje lleva ese nombre). Ello no le gusta a Piscina, quien con artimaña matemática logra que lo llamen solo Pi. El primer tercio de la cinta nos da un fervoroso acercamiento a este personaje, imbuido él de íntimas búsquedas de Dios.

Es gracioso el uso que hace Pi del sentido común para entender la presencia de dioses y hasta de diosas. Su padre le advierte que no puede creer en tantas figuras a la vez. Este sustrato religioso estará durante todo el filme, pero no afecta al relato en lo ideológico porque no se presenta como discurso abierto.

El segundo tercio nos muestra a Pi luego de un hundimiento del barco donde viaja con su familia. Es lo mejor de la película. En todo aspecto, incluso actoral. Aquí Una aventura extraordinaria es filme envolvente. Entre afortunado lirismo e impetuosas tempestades, Pi se encuentra en un bote salvavidas con otro superviviente: un tigre de bengala con quien tendrá una apasionante y emotiva aventura.

El último tercio afloja porque se alarga sin necesidad entre dos hitos: más reflexiones sobre la presencia o no de Dios y sobre la veracidad o no de lo real maravilloso sucedido en el segundo tercio del filme.

Más que adentrarme en asuntos de fe religiosa, Una aventura extraordinaria me resulta película que alimenta mi fe en el cine, en el llamado cine alternativo, en el importante cine de repertorio, en el sétimo arte, pues. Les dejo mi recomendación, ojalá sirva de algo y la aprovechen.

Ah, no quiero terminar sin agradecerle al joven Suraj Sharma su trabajo como Pi. Como si fuera un Atlas de la actuación, él se echa sobre sus hombros la película y, entre él y el tigre, me hicieron ver como real esa noble historia –irreal, qué más da– vista en la pantalla.