Crítica de cine: Jersey Boys

‘Biopic’ y música Arte de Clint Eastwood

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Cine biográfico o biopic , así se le llama ahora, y hoy nos llega uno con autoría firme de su director Clint Eastwood. Es cine biográfico, en efecto, pero tiene presencia más que protagónica de la música.

Dicho filme tiene el prolongado título de Jersey Boys: Persiguiendo la música (2014), para narrarnos los avatares o fases durante la formación, crecimiento y decadencia de uno de los grupos más populares en Estados Unidos, ahí por 1960, entre el rock y el pop: la banda The Four Seasons.

Esta película tiene sus distintos momentos emocionales, con esa parsimonia y elegancia que suele dar Clint Eastwood a sus películas. Las diferencias emotivas se establecen según el personaje que domine los acontecimientos narrados, a partir de cada uno de los cuatro miembros de esta banda.

Sin embargo, la película no llega a fragmentarse en ningún momento. Se debe señalar que el temperamento total del filme proviene de la sabia conjunción de sus disímiles tiempos, según la vehemencia de cada personaje.

Genial: la diversidad es el elemento unificador del relato. Con ese arte, Clint Eastwood impone una visión de conjunto desde el carácter de cada músico.

Es un ejercicio riesgoso, pero el director lo sabe administrar: el relato nunca se le va de las manos y mantiene su coherencia interna.

Melómano como pocos, East-wood le da a la música de la banda The Four Seasons más que presencia sonora: se trata de un elemento significante para subrayar las imágenes con entereza. Es como si la película se deslizara por un pentagrama: el del talante de Bob Gaudio, compositor del grupo.

Desde ahí giran las congruencias y las contradicciones del grupo, juego mostrado por el filme sin tomar posición, sin juzgar ni hacer discurso de su texto.

Esa distancia narrativa la enfatiza Clint Eastwood con el uso del narrador protagonista, quien apela directamente al espectador del filme. También hace uso del correlato objetivo, para que la narración corra con la suma de distintos signos o símbolos.

Esto hace que uno –como espectador– sienta el devenir del grupo musical sin necesidad de imágenes directas. Aquí, por supuesto, la música tiene importancia reveladora.

Redundante. Empero, no siempre el uso del narrador protagonista funciona de manera adecuada. Más bien, impone una ruptura emocional en el espectador, una especie de intromisión no deseada en uno.

Significa una redundancia entre lo que vemos y lo que nos dice ese tipo de narrador. Está de más.

Este tipo de biopic magnifica a sus personajes casi siempre. Por eso, las actuaciones son cardinales; pero en Jersey Boys no mantienen la regularidad justa. Suben y bajan sin sustento. Hay descuido.

En manos de cualquiera, este paradigma de cine deviene en chambonada. Se necesita el arte de un buen director para provocarnos el deseo de aplaudir.

Clint Eastwood lo logra, como lo hicieron los hermanos Coen con Balada de un hombre común (2013). He ahí el sello de calidad: es cine de autor, desde su pulida ambientación de época y, sí, como tal, hemos de recomendarlo. A perseguirlo.