Crítica de cine: De Freud a Jung

Cine inteligente. Un método peligroso

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

La dirección artística de la película Un método peligroso (2011) es excelente y esencial, turbadora con la atmósfera que muestra. No es solo eso: estamos ante un filme tal que le devuelve al cine Magaly el estilo alternativo que, según la programación, pierde a veces.

Para los más cinéfilos, basta saber que al frente de Un método peligroso está ni más ni menos que el director canadiense David Cronenberg y, con eso, entender que asistimos a un filme muy alejado de cualquier estilo comercial al uso.

La trama gira sobre la relación amistosa y académica de los doctores Carl Gustav Jung y Sigmund Freud, en un momento en que sus consideraciones sobre el psicoanálisis entran en debate. En medio, aparece la doctora Sabina Spielrein, cuya presencia es asaz provocadora e intelectualmente decisiva en el doctor Jung.

La trama agrega al doctor Otto Gross, cuyas opiniones profesionales son transgresoras para las tesis eruditas sobre el papel del sexo en la conducta humana. Se trata de una película del todo sexuada, pero no de manera tradicional, sino con el sexo como concepto para el estudio de la personalidad, la locura, lo femenino, lo masculino, el placer, los instintos creadores (eros) y su contrario (tánatos).

Si el placer es simple, ¿por qué el ser humano lo enreda tanto, por qué se reprimen los instintos naturales?, así como esa, muchas interrogantes y respuestas le dan cuerpo al argumento del filme (este exige una actitud inteligente del espectador) y también le dan contenido a la expresión formal, tan milimétrica como intensa, gracias a un ejemplar manejo del ritmo (cálculo de los tiempos).

Con personajes muy bien diseñados, las actuaciones masculinas son estupendas: un agudo Michael Fassbender como Jung, un convincente Viggo Mortensen como Freud y un inquietante Vincent Cassel como Gross.

En cuanto a Keira Knightley, ella pasa del buen momento histriónico a caer fácilmente en la sobreactuación, por lo que su personaje pierde credibilidad por secuencias y, así, pierde energía una de las ideas interesantes de la película: la relación dialéctica entre sexo y muerte.

Todos los elementos formales, donde la música transcurre por valiosas explicaciones y presencia de las óperas de Richard Wagner, contribuyen a acentuar la importante buena calidad de un filme que nos habla, con seriedad y arte, de la primera división intelectual sobre el psicoanálisis.

La densidad psicológica no es barrera para disfrutar de esta excelente película; así desde sus diálogos. Por eso, la recomiendo con entusiasmo.