Crítica de cine: 'Borg vs. McEnroe': La pasión del juego

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El juego como actividad humana es anterior al cine y no ocupo demostrarlo: es obvio. Es posible que el juego estuviese antes del "homo sapiens", o sea, que más bien fuese "homo ludens". En 1895, de manos de los hermanos Lumière, en París, el propio cine estuvo más cerca del juego que de un invento importante para la tecnología o la ciencia.

Por eso es que el juego apasiona, porque nos lleva a estados primarios de la condición humana. Lo interesante, al menos para mí, es que he visto muchas películas sobre temas deportivos donde la reproducción fílmica es capaz de emocionarme más que el propio hecho. No creo que deba hacer una lista ahora.

Este es el caso con la película sueca Borg vs. McEnroe (2017), donde el filme ha reproducido de manera tan cercana los dilemas de un deporte como el tenis, que he podido sentir pasión e –incluso– involucrarme a un punto que, posiblemente, no lo habría logrado en una cancha de tenis. No se trata de ninguna situación desconocida, porque el filme revive (es la palabra) el ímpetu de un histórico juego de tenis, cuando durante el torneo de Wimbledon, 1980, se llevó a cabo uno de los más grandes partidos de todos los tiempos (confieso que no tenía la menor idea de eso antes de ver la película).

Ese sería el último de los cinco títulos consecutivos ganados en Londres por el gran ícono del tenis, el sueco Björn Borg, y la primera final para su rival John McEnroe. El filme es la historia de dos hombres que revolucionaron el mundo del tenis: leyendas.

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Desde su guion, este filme plantea un buen diseño de personajes. Los conocemos desde la infancia hasta la cúspide, en sus conflictos emocionales, en sus rivalidades y en su amistad. Lo hace bien la película y el director Janus Metz (danés, que no sueco) maneja la trama y su ritmo con hábiles juegos de cámaras y con la destreza de sugerir más que demostrar pericias, tanto de Borg como de McEnroe (diferentes).

El problema serio de la película es que, más allá del torneo de Wimbledon, no hay mucho para ser mostrado, por lo que el filme es repetitivo en sí mismo y debe insistir en lo que ya ha dicho mediante retrospecciones. Eso sucede hasta con la mostración del citado juego en Inglaterra, pero

aquí sí tenemos el plus de la emoción.

Entre lo que subyace en el filme es de agradecerle su tesis de que el deporte no siempre se funda sobre bases racionales: es solo una categoría más de la vida, casi que una infracción de la rutina de vida, en la que también se necesitan espectadores.

Por esa ruta, esta película logra que el asistente al cine no solo disfrute del filme, sino también del juego deportivo que ve en pantalla (me pasó sin saber nada de tenis ni de un "match point"). Las buenas actuaciones son imprescindibles para un buen resultado, y cumplen bien Sverrir Gudnason y Shia LaBeouf, como Björn Borg y John McEnroe respectivamente.

Con sus actuaciones, entendemos el concepto del filósofo español Miguel de Unamuno de que cuando se lucha (pienso sobre todo en un deporte individual) se está en estado de agonía. Como filme, Borg vs. McEnroe trabaja ese significado, pero no logra ahondarlo. Lástima.

FICHA TÉCNICA

Título original: Borg vs. McEnroe (Suecia, 2017).

Género: Drama/deporte.

Director: Janus Metz.

Elenco: Sverrir Gudnason, Shia LaBeouf, Stellan Skarsgård.

Duración: 100 minutos.

Cines: Magaly, CCM, Cinépolis, Nova, Cinemark.

Calificación: TRES ESTRELLAS ( * * * ) de cinco posibles.