Cineasta español Juan Barrero: ‘El cine no es solamente ojos y oído’

En el Festival Márgenes, el director español muestra La jungla interior , una obra que, hace muchos años, se originó en Costa Rica.

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Juan Barrero se encontraba trabajando en Costa Rica, en el 2008, cuando se enteró de que sería papá. Filmó una especie de diario íntimo sobre lo que sentía y pensaba; guardó el material y, muchos años después, se convirtió en La jungla interior (2013), una indagación sobre el mundo íntimo y frondoso de una pareja, que mezcla lo autobiográfico con ficción.

La película forma parte del Festival de Cine Independiente Márgenes , que cada noche de esta semana, a las 9 p. m., mostrará estimulantes filmes españoles en el Cine Magaly (el de Barrero se verá el viernes 26 de junio ).

Esta semana, el cineasta impartirá el taller “Filmar desde el cuerpo”, que invita a reconsiderar el papel de nuestra anatomía en el cine y la forma en la cual lo vemos y entendemos, incluyendo “zonas invisibles” o desconocidas: “Devolverles esa visibilidad supone una rebeldía de tu propio cuerpo, te permite encontrar algo nuevo”, afirma.

¿Cómo se interesó por esta idea de filmar desde el cuerpo?

Durante mi formación, noté una carencia importante en los estudios sobre cine y artes escénicas. Había mucho trabajo intelectual sobre el punto de vista y la narración, pero se daba poca importancia, a veces nula, al cuerpo; el cuerpo entendido como herramienta perceptiva.

”Para mí, el cine no es solo ojos y oído, ni imagen percibida, sino una experiencia muy sinestésica, donde están implicados también el tacto, el gusto, el olfato. Todo eso tiene que estar muy presente en la mirada del director. El taller parte de observar esa carencia y de querer incorporar ese ingrediente a la formación de profesionales de las artes escénicas y el cine: volver a mirar al cuerpo como fuente primaria de trabajo”.

¿De qué manera ha incorporado esta forma de conocimiento del cuerpo en su trabajo?

Tengo una manera de percibir muy sinestésica. En mi infancia, con mis abuelos, en el campo, todo el conocimiento venía dado por oler, tocar, saborear, no solo por escribir o leer. Luego, tuve formación como bailarín y músico. Llego ya de rebote, con toda esa formación, al cine.

”Por inercia, me fui dando cuenta de que cuando me tocaba dirigir actores en escena e incluso hacer documentales, afloraba toda esa idea que tenía. Saber respirar, elegir la distancia adecuada de la cámara, cuestiones de contacto físico... Sin deseo de intelectualizarlo, cuando me dan oportunidad de plantear un taller trato de incorporar este ingrediente”.

¿Cómo se incorporan tecnologías, como el bodymapping, en este proceso?

El bodymapping es una teoría amplia, que tiene aplicaciones en el mundo del arte muy concretas, que no son curiosamente las que más me interesan. Me interesa más la parte fisiológica. La forma, el tamaño y el peso de nuestro propio organismo. En origen, eso es el bodymapping. Se deduce de una serie de teorías médicas. Trata incluso de cómo la propiacepción tiene efectos curativos. Devolver la conciencia de una parte de su cuerpo a un paciente que tiene un problema neuronal puede incrementar la velocidad de la cura, e incluso sanar. Todo esto de la propiacepción. Cuando trabajas en la puesta en escena, todas las teorías interpretativas y modelos implantados para construir personajes tienen una base psicológica, basada en profundizar en tu universo interior o al revés, un conocimiento profundo de lo superficial, el gesto, la dinámica del cuerpo. Tanto unas como otras, cuando se aplican de forma íntegra, tienen un efecto terapéutico para el propio intérprete porque tienen un autoconocimiento mayor.

¿Cómo se lleva todo ese conocimiento a un arte que privilegia el oído y la vista?

Espero que cada uno encuentre su propia respuesta. Se establecen caminos, no una meta unitaria. Lo interesante es que cada uno se lo pueda apropiar dentro de lo que ha sido su formación. Estoy convencido de que cada uno hará un uso o interiorización muy distinta. En la parte práctica, planteo el tema del autorretrato filmado, en el sentido de localizar, en un ejercicio que funciona muy bien, trabajando con los alumnos para que reconozcan en su cuerpo las “zonas invisibles”, zonas de las que tenemos menos conciencia que de otras. Devolverles esa visibilidad supone una rebeldía de tu propio cuerpo, permitirte encontrar algo nuevo.

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La jungla interior es una película que implica mucha autoexploración e intimidad. ¿Cómo asume ese reto (también riesgo)?

Tenía claro que si Gala, la protagonista, no se sentía cómoda, no lo haría. Ella prefirió no ver el material. Hay cosas que me interesan, como el tema del cuerpo, que me parece algo que el cine clásico ha maltratado, ha marginado por razones no estilísticas, sino morales. El cine tradicional norteamericano deja siempre al cuerpo fuera. Es un vehículo para la voz y no hablemos del desnudo. El cine clásico lo deja fuera de campo, oscurece la escena o la chica aparece con la sábana sobre el pezón.

”Hay todo un corpus estilístico que no deja de ser una coartada moral que siempre deja al cuerpo fuera. Siempre, todo lo que considera sucio queda no retratado. La teoría del bodymapping decía que aquello que tiene representación, una imagen, no existe, aunque lo tengamos en nuestro cuerpo: se convierte en algo que la gente ha dejado de mirar.

”Juego con devolver al cuerpo su centralidad. Todo lo que se cuenta del cuerpo está dentro del plano. Trabajaba al máximo para transmitir sensaciones muy vívidas, pero desde la ficcionalidad absoluta”.

El ciclo Márgenes incluye: Basilio Martín Patino. La décima carta (Virginia García del Pino), Sobre la marxa (Jordi Morató), Las altas presiones (Ángel Santos) y La jungla interior (Juan Barrero), una cada día hasta el viernes 26, 9 p. m., en el Cine Magaly.