China es la nueva gran frontera del cine masivo

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Todo es monumental en China. Todo excepto la taquilla para el cine de blockbusters estadounidenses, al menos hasta ahora. Pero con el descomunal crecimiento económico del gigante asiático, el mercado taquillero más grande del mundo hace soñar a Hollywood. Tantas incómodas tomas de productos chinos en Transformers: Age of Extinction (2014) no fueron gratuitas: son un vistazo del futuro.

Desde el 2000, el boom chino ha contribuido a fortalecer una clase media ávida de consumir y dispuesta a probar cosas nuevas. Se estima que se construyeron unas 27 salas nuevas por día en el 2016, con lo cual China sobrepasó a Estados Unidos por primera vez: hoy tiene 40.475 pantallas de cine. Aún más, se estima que en el 2017, la taquilla china superará en $200 millones a la estadounidense, con un total de $10.400 millones, según informó Deadline .

Conforme China moderniza su industria cinematográfica, copada hasta fines de los 80 por filmes de propaganda y cintas de entretenimiento de baja calidad, ha aumentado su interés en cooperar con industrias más desarrolladas, como las vecinas Hong Kong y Taiwán, y Estados Unidos.

Según un informe de la Comisión Económica Conjunta China-Estados Unidos , en cada año desde el 2008 producciones de Hollywood han acaparado más de la cuarta parte de la taquilla china, a pesar de que no se autoriza la exhibición de muchas películas extranjeras.

Además, de las 34 producciones que el Estado permitió importar en el 2016, 32 fueron estadounidenses (las otras dos fueron de Corea del Sur y Europa). Esa cifra podría aumentar este año, cuando se renegocien los términos de ingreso de filmes entre ambos países.

El actual panorama de la industria del cine empuja a Hollywood en dos direcciones: por un lado, dramas y comedias baratas para salas urbanas y streaming ; por el otro, megaproducciones de $150 millones o más, que deben generar secuelas, juguetes, disfraces y parques de diversiones. Para cosechar tal éxito, necesita a China.

Un ejemplo fue Pacific Rim (2013), cuyo rendimiento fue mediocre en Norteamérica ($101,8 millones), pero que compensó en China, con $108 millones. Destino similar vivió Terminator: Genisys (2015), la primera película que generó más de $100 millones en China y menos que eso en Norteamérica. Tal cifra igualó Warcraft (2016), desapercibida de este lado del mundo y un batazo en China.

Así las cosas, es probable que Hollywood siga guiñando el ojo a los espectadores chinos en sus megaeventos fílmicos. No en vano las superestrellas de acción Jiang Wen y Donnie Yen aparecieron en Rogue One (2016). Disney, que produjo ese spin-off de Star Wars , quiere ganar en grande en China, pues abrió el Shanghai Disney Resort , de $5.500 millones, el año pasado.

Algunas producciones como Deadpool (2016) siguen siendo censuradas por el gobierno chino, por su lenguaje y su irreverencia. A esa le fue bien, pero otras cintas podrían sufrir si no ceden ante las presiones para moderar el contenido (no se puede cuestionar a las autoridades; las parejas homosexuales nunca tienen finales felices), sino también para incluir a actores y equipo técnico chino y promover sus destinos turísticos.

Aún hay barreras que China debe romper para que su crecimiento prosiga. Un frenazo en la venta de tiquetes en octubre del 2016 alertó a las autoridades y a la industria de irregularidades en las ventas en línea, de datos inflados de taquilla y, simplemente, de que el público se está cansando de pagar mucho dinero por películas malas. Las producciones locales, aunque populares, luchan por dar la talla ante superproducciones estadounidenses.

Ya que tiene el músculo, China quiere ganar el pulso. Hasta ahora, va bien.