‘Casa de cuentos’: un vacilón de relatos a domicilio

Unas 15 familias de la Ciudad de los Mangos gozaron con Casa de cuentos , proyecto cultural que llevó alegría y una sabrosa tertulia a cada hogar

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En el camino les salió la Tulevieja, los condenillos duendes y hasta un ternero muy mañoso, pero ninguno se echó para atrás. Los embajadores de la tertulia, como se hacen llamar, salieron el jueves dispuestos a ‘soltar la lengua’ y armar el vacilón por todo los rincones Alajuela.

Relato a relato, los cuenteros más ‘gatos’ dejaron a un lado las tarimas y puerta a puerta, como nunca antes, sacaron de la rutina a unas 15 familias de la zona. Confianzudamente se sentaron en sus salas, se acomodaron en el sillón y a cambio de un gallito, un rompope o un simple cafecito, comenzaron a parlotear.

Así tal cual sucedió en Casas de cuento , novedoso evento de la XII Fiesta Internacional de Cuenteros que, como estaba previsto, terminó provocando las charlas más espontáneas y divertidas de la Ciudad de los Mangos.

“La idea la tomé de un viaje al exterior. El cuentero llega a la casa e incentiva la tertulia, esa que ya no se da mucho porque la gente está metida en el celular o viendo tele. ¿Se recuerda de antes, cuando se iba la luz? Todos hablábamos y compartíamos y eso era bonito”, explicó Juan Madrigal (Juan Cuentacuentos), unos de los organizadores del evento.

“Lo más bonito es que, muchas veces, los que terminan contando historias es la gente de la casa y no el cuentero”, agregó Madrigal.

Eso pasó, como calcado.

En la casa de doña Corina Rodríguez –donde la relatora Gilda Benavides era la encargada de motivar la tertulia– , fue una vecina la que aprovechó la reunión para “vaciar el buche”.

Doña Vicky Artavia, quien llegó pidiendo el mejor puesto para sentarse, poco esperó para soltar una historia que andaba en la punta de la lengua: “A mi nieta le gustan las historias de espanto. Como las de duendes. Es que bueno, les voy a contar, yo jugaba con duendes... y vieras”.

Y así, mientras doña Vicky describía los espeluznantes juegos de su infancia, los relatos de duendes comenzaron a aflorar.

“Es que sí. Son muy bandidos. Se llevaban a los chiquillos. Sí, sí, sí. Eso es cierto”, apuntó doña Iriabel Reyes, la mayor del grupo.

La cuentacuentera Benavides les siguió la cuerda, y ni lerda ni perezosa, se rajó de inmediato con un cuento costarricense relacionado con la temática.

Doña Aurelia Vásquez escuchaba atenta. No contó ninguna historia pero quiso participar.

“Yo no soy de contar cuentos y eso. Pero para mí es muy especial que ustedes lo hagan. Me recuerda a mi mamá, que cuando planchaba le encantaba contarnos de todo”, exclamó doña Aurelia, con una sonrisa de nostalgia.

Pues bueno, ya que mencionó la palabra plancha, era tiempo de otro relato con olor a terruño.

Así, Gilda reveló el misterio de las planchas ‘sordas’ de carbón. Sí, las sordas, no las que no oyen, sino las que ya no calientan.

Apuntados. Al menos a Gilda la dejaron narrar cuentos, porque en la casa de doña Cristina Salas, los que llevaron la batuta fueron los anfitriones.

“Diay, son ellos los que me están contando cuentos a mí”, aseguró Rodolfo González, tras una hora y diez minutos de tertulia.

Así fue como Rodolfo confirmó de que era cierto aquel simpático y risible rumor: un miembro de los ‘Mantequilla’, tal como se le conoce a una conocida familia de Alajuela, se casó con uno de la familia ‘Papa’.

“Es verídico. Se casaron. Ahora a esa familia le dicen los Puré”, contó entre risas Vanessa Salas, una legítima ‘Mantequilla’.

También, Rodolfo supo el porqué en Alajuela se ponen tantos apodos y gozó con la explicación actuada de dos particulares sobrenombres: Paso e’ Tango y Me Hundo.

La última casa que visitó La Nación era la de la psicóloga Tricia Vega, quien tenía a Ana Coralia Fernández como protagonista. Basta con decir que las risas se escuchaban desde la acera.

Luego de gozar con el ternero mañoso –que había que estar ahí para comprender el chiste en todo su esplendor–, el relato sobre una mujer linda, pero horrendamente malcriada, fue el zarpe de una aleccionadora y divertida noche: “¡Escuchen bien!, si hay mujeres medio yeguas, es porque hay hombres medio caballos”.

En casa de doña Tricia, así como en el resto de hogares, los celulares se recogieron en una canasta y se entregaron al salir. Todo, en Casa de cuentos , era válido para concentrarse en la tertulia, reencontrarse en familia y volver, a punta de cuento, a lo más lindo de nuestras raíces.