Birdman

El cine de Hollywood es sacudido por el arte de un director con agallas: Alejandro González Iñárritu

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Me encanta, la verdad es que sí. Me encanta que directores latinoamericanos sacudan la pereza argumental del cine de Hollywood, y lo hagan ahí, en el propio patio de esa gran industria. ¡Que sacudan neuronas!

Hace un año lo hizo Alfonso Cuarón con su película titulada Gravedad. Ahora lo hace otro mexicano: Alejandro González Iñárritu, quien nos trae un filme de largo título: Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia), del 2014, película que le da ardor al drama y que, por igual, le da rigor de sátira a la comedia.

Birdman es buen ejemplo de eso que llamamos “comedia negra”. En este caso, para hacernos reír –con cierta amargura– de personajes sin control de sus vidas y dominados por obsesiones laberínticas. Son sujetos disfuncionales en una sociedad igualmente disfuncional.

A estos personajes, la vida los atrapa en un drama, especie de callejón sin salida. Sin embargo, por rebote y contradicción, los espectadores reímos ante las circunstancias que los oprimen. Lo cierto es que el director González Iñárritu nos “invade” con la tensión de una historia de la que él también es coguionista.

Héroe icónico

Con Birdman, González Iñárritu hace de la película (de su totalidad visual, con sus personajes y diálogos) una singular figura retórica sobre la condición humana en un escenario específico, que el filme muestra con arte absoluto.

Ahí donde lo narrado parece ser trivial o incongruente, precisamente ahí, está la riqueza conceptual de la película, esto es: sus críticas lacerantes, sus especulaciones y, también, la mezcla cruel de la angustia con la burla.

Con excelente actuación de Michael Keaton (como Riggan), el filme se sumerge en el humor negro para narrar la historia de un viejo actor alicaído, quien conoció sus mejores momentos cuando encarnaba a un icónico superhéroe (de esos que se repiten hoy en películas a la carta). En su época, él fue el gran Birdman.

Riggan piensa que en el teatro encontrará lo que ha perdido en el cine. Por eso, monta una obra propia en Broadway. Lo que vemos son los preestrenos de dicha pieza teatral y el día del estreno; pero, sobre todo, miramos los círculos dramáticos de quienes forman parte de dicho proyecto.

Centro del relato

El encadenamiento de los hechos (el tiempo y su ritmo) lo visualiza la película mediante un (falso) plano-secuencia (como una sola hilada con una sola aguja). Es arte dificultoso bien resuelto gracias a la mirada habilidosa del director.

Con trabajo de Antonio Sánchez, la música es brillante como énfasis de lo visual y su contrapunto. Según su estilo, es perfecta la fotografía de Emmanuel Lubezki, ¡puñeta!, ¡qué bien! El elenco se luce en conjunto (dirección actoral). Se lucen actrices y actores, quienes encarnan a actrices y actores de teatro en disímiles situaciones.

Estoy de acuerdo con que el título del filme aporta poco o nada como primera expresión del contenido de la película. Aún así, una vez que el filme entra en uno o uno entra en el filme, es harto difícil desatender lo que expresa.

La estructura narrativa es superlativa, sin fisuras: su mundo narrativo es coherente, tanto adentro como afuera de los personajes. Aunque no todas las críticas coinciden, esta mía apuesta a señalar que estamos ante un filme excelente, donde la enajenación es el punto central de su relato. Ese meollo reta nuestra inteligencia. No se lo pierdan.