Andre Guttfreund, cineasta ganador del Óscar, destapa sus pasiones y nuevos proyectos

André Guttfreund, único salvadoreño en ganar un Óscar, narró su historia a Viva y su misión de apoyar la ficción centroamericana

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André Guttfreund , cineasta salvadoreño que en 1976 conquistó el primer premio Óscar que lograse un cineasta centroamericano, no se da tregua a sí mismo, y a sus 66 años de edad está dispuesto a seguir haciendo historia.

El productor de In the Region of Ice (1976) , corto galardonado con la codiciada estatuilla dorada, se emociona como un chico cuando habla de cine y hasta le brillan los ojos cuando revela lo que hoy anda entre manos: consolidar la industria salvadoreña de ficción y unificar esfuerzos regionales para producir películas.

Guttfreund, quien está en Costa Rica para participar en la Semana de Talleres Internacionales de la Universidad Véritas, rememoró la forma en que ganó el reconocimiento de la Academia y ahondó en lo que él llama “el baby que hay que cuidar”; es decir, su nuevo reto.

Usted se formó en la rama del teatro. ¿Cómo se inició en el cine y cómo llegó a ganar un Óscar?

Yo saqué en Londres una maestría en Teatro, y en los 70 regresé a mi país para colaborar en un proyecto de televisión educativa. Allí busqué apoyo de la American Film Institute (AFI), para gestionar expertos en el manejo y uso de los equipos que teníamos en el proyecto.

”En la AFI se interesaron por el proyecto y visitaron mi país. Vieron mi trabajo allí, también una obra de teatro que dirigía y me convencieron de que estudiara cine”.

¿Por qué piensa que le propusieron eso? ¿Qué dotes tenía usted?

Yo no sabía nada de cine, pero me dijeron que en el conservatorio necesitaban a alguien con la sensibilidad del teatro. Yo no sabía nada de lentes ni de cámaras, y los del Conservatorio no sabían nada de lo que yo sabía. Eso fue en 1973 y fui el primer centroamericano allí.

Y entonces, ¿cómo nació el corto ganador del Óscar?

Como en segundo año me junté con un colega, Peter Werner. Él había hecho dos documentales pero nunca había trabajado con actores y no sabía cómo concebir algo dramático. Entonces, nos combinamos para hacer un corto, basado en un cuento de de Joyce Carol.

”Fue una colaboración ideal, In a Region of Ice (1976) resultó con una hechura totalmente divorciada de las presiones del comercio. No era una cinta estilo Hollywood, hicimos el corto que queríamos hacer. El resultado fue el Óscar pero nunca lo planificamos así”.

Se dice que la Academia tiene una visión muy comercial. ¿Por qué cree entonces que valoraron un corto tan artístico?

Se dio porque los cortos, en ese tiempo, no estaban sujetos al mercado. Entonces, la Academia se podía dar el lujo de premiar algo artístico y proclamar que lo hizo. Premiar algo que verdaderamente les gustaba, votar a conciencia, sin la presión de que debían venderlo.

¿Y qué paso luego de recibir tal honor? ¿Se abrieron las puertas en Hollywood?

Joyce Carol nos había dado los derechos para todas sus novelas. Nosotros de ingenuos pensábamos: ‘Si nos dieron el Óscar por un corto, porqué no nos van a ayudar para hacer un largometraje’.

”Fue en vano; nos dijeron que una cosa es un corto y otra cosa un largo, que una cosa es comercio y otra arte. Tocamos todas las puertas y nada. Cuando vean el corto, van a entender porque tenían problemas en apoyarnos comercialmente”.

En Europa los criterios son un poco distintos. ¿Por qué no probaron suerte en Europa?

No lo hicimos y fue por tercos, porque queríamos cambiar el mundo, que reconocieran nuestra idea.

Y en El Salvador, ¿qué sucedió al recibir usted el Óscar?

Mucho ruido, orgullo, pero El Salvador no tenía la capacidad de transformar eso en algo más.

Al final usted termina dirigiendo cine y TV comercial. ¿Qué tal la experiencia en esa industria?

Sí, produje A Perfect Match ( La voz de la sangre , 1980), que fue mi primera película para televisión . Allí comenzó todo, un trabajo que incluyó también series de TV.

”Luego me ofrecieron dirigir, pues yo nunca fui un productor de oficina. Sabía dirigir y de eso salieron cintas como Femme Fatale (1991)”.

¿Hoy a qué se dedica André Guttfreund?

Estamos tratando de hacer una industria de ciencia ficción en El Salvador; para mí es un baby en pañales que hay que cuidar. Allá en documentales estamos bien, pero esa rama tiene comercio limitado.

”Por eso necesitamos crear industria de ficción, para emplear gente y nutrirla con profesionales de valor. Hasta el momento, la ficción en mi país es muy mala”.

¿Cómo lo están haciendo?

Organizando talleres intensivos de calidad. Además, en los que los alumnos destacados van a tener la oportunidad de hacer cortos de ficción asesorados por mí.

”También apoyaremos a talentos en fotografía para cine, pues la fotografía para publicidad es preciosistas, pero en cine tiene que hacerse tal y como lo dice el cuento. Es un servicio a la película y no el centro”.

¿Por qué el interés de trabajar tan enfocado en El Salvador?

Una vez fui jurado del Festival Ícaro y noté que de hacer 6 cortos pasamos a producir 50. La revolución digital era la razón. Lo bueno es que ahora cualquiera puede hacer cine, pero lo malo es que no todo el que lo hace es cineasta (se ríe).

”Yo pensé entonces: ‘No puede ser que en El Salvador, un país tan cuentista, la ficción se desarrolle sin ninguna disciplina, sin ningún enfoque’. Ahí empezó todo”.

¿Y qué piensa del resto de Centroamérica?

En otros países como Costa Rica hay más avance, por su situación política y cultural, pero mi idea completa es unir a toda la región para quintuplicar esfuerzos.

”Yo soy Embajador Cultural de mi país y con eso quiero hacer conciencia de que inyectar dinero en cultura es una inversión y no un gasto”.

¿Seguirá dando talleres como los que imparte en la Véritas?

Claro, de hecho queremos hacer talleres con especialistas centroamericanos en diferentes ramos. Queremos que se conozcan y que juntos hagan películas hechas por la región y no por un país en específico. Eso es bonito y práctico.

¿Qué clase de ficciones tendría que producir Centroamérica para tener éxito internacional?

Debemos crear nuestras propias historias y no imitar a nadie. Por ejemplo, lograr que los ticos adapten cuentos de escritores nacionales y que sorprendan con historias de héroes e iniciativas locales.

”Necesitamos cuentos de peso, castings grabados y donde la idea cinematográfica sea conciba en equipo y no solo se vislumbre como la visión única del director”.