Ancianos cumplen su sueño: ellos tocan las teclas doradas de un piano

Unos señores llegan con cuadernos y otros con entusiasmo, pero lo que no puede faltar son las ganas de aprender. Todos comparten, ríen y disfrutan en su regreso a un salón de clases

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El despertador de Imelda Ulate sonó a las 3 a. m. el pasado miércoles 26 de junio. Sin dudarlo, se levantó, suspiró y, con una alegría enorme, se dirigió al teclado que tiene en su casa, en Sabanilla de Montes de Oca.

Durante aproximadamente una hora, ella, quien tiene 75 años, tocó extractos de varias piezas en ese instrumento y luego se fue a vestir para llegar puntual a las clases de piano que recibe en el Instituto Nacional de Música (INM), ubicado en Moravia.

“Me fui a bañar como a las 4:30 a. m. Lo que pasa es que no necesitaba mucho tiempo para alistarme, porque ya había escogido la ropa que me iba a poner desde ayer (martes). Entonces, solo necesitaba ponérmela, maquillarme y peinarme; en eso, duré poquitillo, como 60 minutos”, contó Ulate, quien tiene unos llamativos ojos verdes y una sonrisilla pícara.

A las 8 a. m., ella y su amiga Guiselle Zúñiga ya estaban fuera del salón en donde reciben las clases. Ambas forman parte del programa Teclas Doradas, que imparte cursos libres de piano a adultos mayores en el INM.

Al igual que ellas, cinco ancianos más –tres hombres y dos mujeres– esperaban impacientes a que comenzara la clase. De hecho, todos ya estaban en el salón y sentados en su respectivo piano, cuando la profesora Randi Steinkoler empezó la lección.

“Vamos no se pongan nerviosos. Ellas (la fotógrafa y esta servidora) solo vienen a verlos tocar. Enseñenle todo lo que han aprendido”, dijo la ‘niña’, tal como muchos adultos mayores la llaman.

Steinkoler enseña, entre martes y miércoles, a siete grupos, conformados –cada uno– por 10 ancianos. Las clases duran una hora y, en ellas, aprenden sobre la lectura de notas y sobre cómo deben colocar los dedos en el instrumento.

Entusiasmo de oro. Ulate, quien es una maestra pensionada, aseguró que está muy emocionada por tener esta oportunidad. “Siempre quise aprender a tocar piano, pero no lo pude hacer. Entre los deberes de una como mujer y otras cosas, fui posponiendo ese sueño y bueno, gracias a esto, lo pude retomar”, mencionó.

Como ella, Gerardo Arley, de 67 años y vecino de Río Jiménez de Guácimo (Limón), comentó que este tipo de programas ayudan a que el ciudadano de oro “no sea olvidado por la sociedad”.

“Esto nos ayuda a colocarnos, a que la gente no nos olvide y nos da la oportunidad de aprender cosas nuevas. Es decir, con esto nosotros sentimos que no estorbamos; todo lo contrario, sentimos que hasta somos útiles”, explicó.

Él dijo que siempre viaja en bus hacia San José un día antes (martes) de las lecciones. “Como me da miedo perder la clase, mejor me quedo en donde un hijo que vive en Tibás. Me regreso a mi casa el mismo miércoles, porque extraño mucho a mi señora”, dijo.

Otros beneficios. Según la profesora Steinkoler, tres matrimonios se matricularon en estos cursos libres. Flor de María Meléndez asiste a clases con su esposo, Alcioni Ruiz. Ella comentó que este tipo de actividades también fomenta la unión familiar.

“El piano es algo que nos gusta muchísimo, lo queríamos aprender y si podíamos aprenderlo juntos era mejor. Nos da la oportunidad de tener una actividad diferente y bonita. ¡Otra cosa más para el recuerdo!”, dijo Meléndez, quien lleva 52 años de matrimonio.

Además de esto, también llegan hermanos. Violeta y Sandra Saborío son un ejemplo. Ellas dijeron que siempre han compartido el gusto por la música.

“Esto nos permite unirnos mil veces más. ¡Estamos muy contentas!...”, concluyó.