Ver erupción freática es privilegio de pocos

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Eran las 12:25 p. m. del miércoles 20 de marzo. Nos disponíamos a salir del cráter del volcán Poás, donde llevábamos ya dos horas y media, cuando se presentó un regalo de la naturaleza, el cual pocas personas pueden apreciar.

Solo me dio tiempo de decir: “Ojo, ojo”, alertando al grupo para que viera. En el centro de la laguna caliente del volcán se habían levantado varios chorros de agua. Alcanzaron una altura de unos 10 metros y rápidamente desaparecieron. De inmediato el agua siguió burbujeando.

Fueron unos pocos segundos, algo impresionante que demuestra el poder de la naturaleza.

Esa experiencia completó un día maravilloso en el fondo del cráter del Poás, junto con tres compañeros de La Nación y guiados por un equipo de seis geólogos y vulcanólogos de la Red Sismológica Nacional (RSN) de la Universidad de Costa Rica (UCR).

Por primera vez en mis 52 años observé el cráter desde otro ángulo. Estuve a solo 100 metros de la laguna de agua caliente y por debajo de la pared de donde emanan gases, que se llama domo. Esa que uno desde el mirador ve pequeñita en el fondo del cráter.

Es otro mundo. Se está a merced de la naturaleza. No hay miedo pues desde que decidimos bajar sabíamos del riesgo; al descender o subir, un resbalón en ese montón de piedra suelta significa una caída de 10 metros o más. Y ¿qué pasa si hay una erupción freática más alta, de la que todo el material cae dentro del cráter?

Todo esto lo que me hace es reconocer el trabajo de los vulcanólogos, no solo los de la RSN, sino también los del Ovsicori y del ICE, que todas las semana llegan no solo al Poás, sino al Turrialba, al Arenal y Rincón de la Vieja para tomar temperatura y recoger muestras.

Me sudan las manos cuando observo a Raúl Mora, Gino González y Diego Freni acercarse a una roca y desde una altura de 10 metros lanzar un recipiente, amarrado a una cuerda, para recoger muestras de azufre. ¿Qué pasaría si alguno de ellos cae al lago, con una temperatura de 42°C?

Ese es su trabajo, que ese miércoles trajo para todo el grupo que bajó al cráter la recompensa de observar una erupción freática, algo que no tiene precio.