Padres ven ‘normal’ castigo físico a niños porque ellos lo sufrieron

Patronato dice que padres golpean a menores para ‘evitar’ que cometan errores

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“Una persona que haya sido golpeada en su infancia es alguien que tendrá una distorsión de lo que es realmente el amor. Por un tema psicológico, no sabrá ni cómo debe relacionarse con sus hijos”.

De esa manera, Laura Chinchilla, psicóloga del Patronato Nacional de la Infancia (PANI), explicó por qué los padres que fueron víctimas de violencia en su infancia, ven como “normal” el castigo físico en los niños y adolescentes. Para ella, todo se trata de un círculo vicioso.

Lo preocupante del caso es que ese círculo persigue a una considerable cantidad de papás costarricenses, o al menos así lo refleja una encuesta realizada en octubre por el PANI y la Universidad Nacional (UNA). La muestra fue de 800 personas.

Los datos indican que 568 de los padres encuestados (71%) contaron que, en su niñez, estaban “acostumbrados” a que les pegaran, les jalaran el pelo y los pellizcaran, entre otros maltratos. Las 232 personas restantes dijeron no haber sido víctimas de este tipo de tratos.

De los agredidos, poco menos de la mitad (256 padres) aseguró que cree que el castigo físico es “necesario” para educar a los pequeños, dado que eso fue lo que les enseñaron a ellos.

Lo anterior, pese a que la Ley de Castigo Corporal establece, desde el 2008, que está prohibido el castigo corporal o trato humillante a los niños.

El resto (312 encuestados) no ve necesario pegarles a los hijos pero, a la vez, entre ellos hay quienes son muy permisivos, lo cual, según el PANI, también es perjudicial.

Consecuencias. Chinchilla explicó que las agresiones en la infancia provocan a las víctimas una “incapacidad para ser felices en la vida”. Cuando son adultos, pueden tener “serios” problemas neuróticos.

“No afrontan la realidad con alegría, siempre andan resentidos, tienen poca energía, se sienten enfermos con frecuencia, andan desalentados y depresivos, y no entienden por qué”, detalló.

Añadió que, por los mismos problemas familiares, muchas de las víctimas recaen en drogas, abandonan el colegio o tienen un embarazo no deseado.

Cuando se convierten en padres, tienen “mucho miedo” de que sus hijos repitan su misma historia y, por ello, recurren a las agresiones físicas y verbales, explicó la psicóloga. De ahí, el resultado de la encuesta que indica que 256 padres (un 45%) creen “necesario” el castigo físico.

“Los golpes nunca han sido la solución a ningún problema. Solo traen humillación y resentimiento. Asumen este rol porque tienen miedo de que sus hijos se les salgan de las manos, pero eso no lo evitará”, dijo la psicóloga.

Además, para Chinchilla, las generaciones actuales viven bajo mucha presión social y deben “cumplir con dobles jornadas”.

“Con esto, me refiero a que una mamá o un papá sale del trabajo a las 7 p. m. y llega a su casa cansado, pero debe cumplir con labores domésticas: hacer comida, lavar, limpiar. Y cuando revisa los útiles de su hijo, se encuentra con una boleta de la escuela. Esta persona queda fuera de control porque no sabe canalizar bien la situación”, explicó.

Ana Teresa León, presidenta ejecutiva del PANI, dijo que ese estrés puede llevar a una agresión leve (jalarle el cabello, pellizcarlo, darle un fajazo), pero que la tensión puede agravarse hasta terminar incluso con la muerte del menor. Y es que, en esos momentos de “descontrol”, el padre o madre no sabrá medir la fuerza que aplica sobre el niño, ya que lo hace para desahogar su enojo.

“Muchas veces, los padres dicen: ‘Solo le daré una nalgadita para que aprenda’ El problema es que ahí no estará un funcionario (del PANI) que mida la intensidad real del golpe y pueda defender al menor”, agregó León.

Permisivos. Los papás que se van al otro extremo son los que permiten que niños y adolescentes sean quienes manden en la casa. Esto, porque no les ponen límites.

Una estimación del PANI indica que 113 de los papás agredidos en su infancia (20%) rechazan su propia experiencia y evitan que sus hijos pasen por lo mismo.

“Son padres y madres débiles, que no establecen normas en la casa. Además, los adolescentes son hábiles; perciben y se aprovechan de la debilidad emocional de sus cuidadores”, puntualizó la psicóloga.

Empero, pese a que es una actitud no recomendable, el PANI considera que es más fácil “encaminar” a un muchacho que vive con exceso de libertades que a uno está rodeado de violencia.

“Si golpean a alguien, lo pueden matar. Lo convierten en una persona a la defensiva, en alguien reprimido. Sacar a una persona de ese estado es muy difícil; no se deja ayudar. En cambio, el darle libertades no atenta contra la vida”, concluyó León.