Organización vecinal libra a barrio del asedio de asaltantes

Joven a quien le cortaron el rostro en ataque fue uno de los detonantes para que comunidad iniciara con estrategias de seguridad

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“Cansados”. Así describían Mónica Machado y José Abel Alvarado a sus vecinos del barrio Ochomogo, en San Nicolás de Cartago, después de una cadena de hechos criminales ocurridos a finales del 2022. La gravedad de los delitos llegó a tal punto que a una joven los delincuentes le cortaron el rostro para despojarla de sus pertenencias; en otra ocasión, unos sujetos robaron en un supermercado y le dispararon al dependiente en sus genitales para inmovilizarlo.

Esos son solo algunos ejemplos que motivaron a los vecinos a decir: “hasta aquí” y enfocarse en buscar estrategias de seguridad que hoy, año y medio después, les permiten disfrutar sin temor de sus espacios públicos.

Antes de que los vecinos se organizaran, caminar por Ochomogo era un riesgo, ya que este barrio y otros más del distrito de San Nicolás eran considerados por la Fuerza Pública como sitios de alta incidencia de asaltos.

Mónica Machado, presidenta de la asociación de desarrollo de esa comunidad, y José Abel Alvarado, presidente de la comisión de seguridad, contaron a La Nación que los antisociales “los tenían medidos” en sus rutinas y aprovechaban para atacar en las horas en las que trabajadores y estudiantes se trasladaban a cumplir con sus labores. Recuerdan que en una ocasión asaltaron a todos lo que estaban en la parada de bus.

“Nosotros empezamos de una forma que no era la correcta. Yo tomé a mi perro y le dije a mi esposo que me iba a acompañar a la gente de la parada, incluso, me dijo que si yo estaba loca, pero al tiempo empezó a funcionar”, aseguró Machado. Esa estrategia evolucionó a las rondas, es decir, que los propios vecinos hacían recorridos a pie o en moto, con la intención de detectar a gente sospechosa.

Alvarado catalogó estas acciones como parte de la misma euforia, las cuales “no fueron tan atinadas”, pero se convirtieron en parte del proceso. “Íbamos a donde asaltaban para estar atentos, pero de una forma nos estábamos exponiendo porque había situaciones que podían pasar”, acotó.

Ejecutando sus propias estrategias fue como los vecinos se acercaron a la Policía y conocieron el programa de Seguridad Comunitaria del Ministerio de Seguridad Pública, que, luego de 25 años, ya agrupa a 1.611 comunidades en todo el país.

Inicialmente, 17 vecinos conformaron un grupo para completar el programa, el cual consistía en recibir capacitaciones una vez a la semana durante tres meses. En ese periodo aprendieron a organizarse, cómo identificar zonas de riesgo en sus alrededores, cómo detectar a personas sospechosas, cómo interponer una denuncia. Incluso, recibieron instrucción de los procesos judiciales: la figura de flagrancia, y qué pasa cuando una persona es detenida y puesta a las órdenes del Ministerio Público.

Así se conformó el Comité de Seguridad de Ochomogo y les entregaron, orgullosamente, esos rótulos amarillos que se colocan en las entradas de los barrios con la leyenda: Seguridad Comunitaria, barrio organizado.

‘Crear comunidad’

Mónica Machado mencionó que los resultados provocaron que los vecinos “crearan comunidad”, pues en Ochomogo se propició un ambiente de solidaridad y vigilancia mutua. Crearon un grupo de WhatsApp donde comparten información si notan alguna actividad sospechosa y luego, gracias a convivios, recolectaron dinero para instalar cámaras de seguridad.

Además, hay una comunicación directa con los agentes de Fuerza Pública. Aunque los vecinos son conscientes de que Cartago tiene un déficit de agentes, patrullas y motocicletas, luego de constituirse en una comunidad organizada, los patrullajes y los retenes son más frecuentes.

Esta combinación permitió que Ochomogo dejara de ser una ruta de paso de los delincuentes, pues la comunidad tiene muchas vías de acceso, a tener incidencia cero en asaltos, asegura Machado. Además, gracias a los patrullajes y las cámaras, los habitantes recuperaron los espacios públicos que antes eran ocupados por personas consumiendo estupefacientes.

Hoy, Machado y Alvarado aseguran que el plan no acaba con las cámaras. Recientemente redactaron un documento que han empezado a distribuir puerta a puerta en donde le informan a la comunidad sobre la existencia del comité y donde se brinda información que debe estar siempre a la mano: el protocolo a seguir cuando se reporta una emergencia en el 9-1-1, dónde reportar la venta o distribución de drogas y las ventajas de la denuncia anónima.

Además, están involucrando a los más jóvenes de Ochomogo, para que se familiaricen con los agentes policiales y así crear una cultura de respeto a la autoridad.

Por último, la confianza de que el barrio es ahora más tranquilo permitió rehabilitar el gimnasio, que estuvo cerrado y en abandono por varios años.

“Antes la gente aquí no venía, ahora vienen otras personas de otras partes de Cartago para usar el gimnasio y nos han dicho que también es hasta por lo seguro. Nosotros se lo alquilamos a los muchachos a ¢10.000 por hora a partir de las 6:00 p.m. y así es como generamos más recursos para otras necesidades de la comunidad”, concluyó Machado.