Ocho reos terminaron secundaria en Liberia

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Liberia, Guanacaste. Por primera vez en la cárcel Calle Real en Liberia, ocho reclusos obtuvieron su título de bachillerato. Juan Carlos Villegas, de 54 años, es uno de ellos. El miércoles anterior se graduó en ese centro y fue el mejor promedio entre quienes finalizaron la secundaria.

Esa vez, no hubo abrazos de familiares como suele suceder en ese evento especial, pero sí el de sus profesores y demás reclusos.

Otros graduados del bachillerato son Erick Rodríguez Marín, de 40 años, Juan Rafael Antonio Madrid, de 33, y Yader Arroyo Mejía. Este último no pudo asistir a la graduación, pues enfrenta un juicio en San José.

“El estar presos no es un motivo para ahogarnos en la pena en la que estamos, sino que más bien nos ayuda a superarnos y reincorporarnos a la sociedad”, dijo Rodríguez, un puntarenense que cumple una pena por homicidio simple.

A Rodríguez le gustaría estudiar dibujo y pintura, pero lo deberá hacer luego de que pase el año que le queda de sentencia, pues dentro del centro penal solo imparten Turismo, Administración de Empresas y Contabilidad.

Para este recluso, sus tres hijos son la motivación para no darse por vencido, incluso, afirma que si no hubiese llegado a prisión, tal vez no sería bachiller estando libre, pues asegura que llevaba una vida muy desordenada.

En el caso de Juan Carlos Villegas, debió luchar estando privado de libertad con el consumo de marihuana. Él cumple una pena por robo. “Desperdicié seis años acá, pues ni me bajaba del camarote por estar consumiendo marihuana todo el día”, recuerda.

Llegó hasta noveno en el colegio Julio Acosta García, en San Ramón, 35 años atrás. Sin embargo, dentro del centro penal concluyó los estudios con buenas notas.

“Cambié el chip, dejé la droga y retomé los estudios 35 años después; nunca es tarde para aprender. Aquí, por ejemplo, hay que lidiar con la bulla a la hora de estudiar, me quedan 18 meses, y espero recibir consejo para que cuando salga ver qué estudio; mi sueño de niño fue estudiar aviación”, dice este hombre de serio rostro.

La historia de Juan Antonio Madrid es diferente. Ya él contaba con su título de bachillerato en su natal El Salvador, pero debió repetir la secundaria aquí para nivelar sus conocimientos y poder entrar así a la universidad.

“La educación está invadiendo esta cárcel y eso es algo muy positivo”, dijo este condenado por abusos deshonestos a al que le quedan aún seis años.

“El estereotipo que tiene la gente de lo que ocurre aquí dentro es muy diferente de lo que realmente sucede”, concluyó.

Elsa Ruiz, profesora de Ciencias de esta cárcel, dijo mientras les colocaba la banda de graduados a los reclusos , sobre sus blancas camisas, que ellos compraron con esfuerzo: “Son muy buenos estudiantes; a mí me encanta trabajar con ellos. Yo lo tuve desde sétimo hasta décimo”.