Custodios quedan indefensos ante ataques de reos en prisión

Los policías no pueden usar gases, escudos eléctricos, ni portar pistolas

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La imposibilidad de utilizar gases, escudos eléctricos y armas de fuego en los centros penales, tiene a los custodios indefensos ante los ataques de reos.

Cifras del Ministerio de Justicia detallan que, mientras en el 2014 un total de 37 oficiales sufrieron algún tipo de lesión al desempeñar sus funciones, hasta el 15 de setiembre de este año los heridos ya eran 62.

Se trata de funcionarios atacados a golpes o con piedras, pedazos de loza y armas hechas de varillas de construcción.

Pablo Bertozzi Calvo, director de la Policía Penitenciaria del Ministerio de Justicia, dijo que los ataques se deben a que el custodio “es el referente humano más cercano para los privados de libertad. Se convierten en una especie de pararrayos de las frustraciones”.

Agregó que, además, hay otros elementos, como las drogas, que convierten a los reclusos en personas violentas y la cercanía del policía penitenciario los coloca como el blanco para descargar ese enojo.

Limitación. El uso del gas dentro de la cárcel La Reforma, en Alajuela, fue prohibido en junio del año pasado por la Sala Constitucional, al menos hasta que ese centro no cuente con un sistema de grabación en video que registre los momentos en los cuales se aplica la fuerza. Empero, la restricción se hizo extensivo a todas las cárceles.

Luego, en agosto anterior, la Sala IV prohibió el uso de escudos eléctricos cuando oficiales penitenciarios enfrenten a un solo reo, esto al acoger un recurso de habeas corpus interpuesto por un preso del módulo de máxima seguridad.

De forma unánime, los siete magistrados de la Sala consideraron la utilización de los escudos como una medida “desproporcionada e irrazonable que lesiona la integridad física del privado de libertad”.

Incluso la ministra de Justicia, Cecilia Sánchez, anunció un protocolo en el cual, “por ningún motivo podrán utilizarse los escudos eléctricos como una forma de maltrato, tortura, tratos crueles, inhumanos o degradantes, ya sea contra una o varias personas privadas de libertad”.

Desprotegidos. Ronald Francisco Vargas González, un policía con 30 años de laborar para Justicia, dijo que con el tiempo ha visto cómo se ha ido incrementando la agresividad de los presos.

“Cuando empecé era más que todo palabras soeces. Hoy en día, lo dicen y lo hacen. La población es más violenta”, afirmó.

Vargas dijo que realizar el trabajo sin contar con gas y escudos eléctricos como mecanismos de defensa los deja muy vulnerables. “Recibimos agresiones no solo físicas, sino también psicológicas, como amenazas de muerte, incluso para la familia”, señaló.

Cristian Arias Jiménez, otro policía con tres años en Justicia, comentó que “lo más triste es ver cómo los magistrados o a quienes les compete, nos dejan con las manos atadas. El buenos días es un madrazo (...), otras veces es una bañada con excremento o bombas que ellos hacen; es algo que a uno no lo va a matar, pero se sufre por esas agresiones (...) en cualquier momento se vuelven locos y como no tienen nada que perder, atacan (...) y uno no tiene con que defenderse, ni (siquiera) se les puede tocar”, concluyó.

Ronald Vargas González, con 30 años como Policía Penitenciario:

“Viví la amarga experiencia de ser atacado (...) con una arma hechiza. Era un pedazo de varilla de un cuarto debidamente afilada como de unos 30 centímetros.

“Eso fue en julio del 2012 en La Reforma (...) al llegar al recuento se ingresa a un aposento (...) donde uno de los privados dice: ‘hoy voy a matar un policía’ y se avalanza produciéndome una herida en el estómago, dichosamente no tocó el intestino”

Cristian Arias Jiménez: dos años como policía

En Máxima sufrí una agresión (...) después de llevar a un privado a una llamada telefónica, él estaba bastante molesto. Cuando le fui a abrir la celda éste se avalanzó contra mi y con una cotidiana herramienta como un lapicero, lo utilizó de arma y me lo incrustó debajo de la axila izquierda, entró cuatro centímetros (...) eso fue como hace dos meses, por poco y toca la arteria, sabía donde atacar.

“Ellos no atacan con muñequitos, cuando se ponen violentos” <