Cárcel se disfraza de hogar para recibir a madres adolescentes

Antes, muchachas debían pasar su embarazo en celdas insalubres; ahora tienen sala, comedor y hasta un área de juegos para niños

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El 10 de julio del 2015, Mariana se hizo una prueba casera de embarazo. Los minutos pasaban y su corazón cada vez se aceleraba más. El resultado solo confirmó sus sospechas: sería mamá.

La felicidad que sentía era impresionante y creía que nada podía apagarla. Se equivocó. Cuando se disponía a celebrar la noticia, la Policía la detuvo y, de ahí en adelante, ella cuenta su historia desde una celda en el Centro de Formación Juvenil Zurquí, en San Luis de Santo Domingo de Heredia.

El nombre de la muchacha fue cambiado por tratarse de una menor de edad. Tampoco se dan detalles del delito y el castigo.

Cuando llegó a esa cárcel de menores, en 2015, fue llevada al módulo de mujeres que, en realidad, es un aula convertida en dormitorio. Algunos cuartos ni tienen baño.

Ella fue la primera reclusa embarazada que llegó a esa prisión para adolescentes, por lo que no había un espacio dedicado a las mamás, como sí existe en la cárcel Vilma Curling (centro exclusivo para mujeres), en San Rafael Arriba de Desamparados. Las incomodidades que pasó durante su embarazo, y el primer año y medio de vida de su hijo, fueron extremas y no tuvo más opción que soportarlas.

Sin embargo, al menos el espacio mejorará gracias a un esfuerzo del Ministerio de Justicia. En noviembre, se inauguró la Casa Materno Infantil en el mismo Centro de Formación Juvenil Zurquí, donde las jóvenes madres podrán permanecer desde que tienen ocho meses de embarazo hasta que sus hijos cumplan tres años.

Mariana es una de las dos muchachas que hoy habitan en esa celda transformada en hogar, la cual cuenta con tres habitaciones, una sala, un comedor, una cocina y un baño. También tiene un amplio patio, donde hay un área de juegos.

La otra joven, quien tiene un bebé de nueve meses, prefirió no conversar con este diario.

En total, en esta prisión hay 88 hombres y 11 mujeres, de las cuales dos están embarazadas (de cuatro y siete meses) y dos ya dieron a luz, informó Justicia. Estas dos últimas son las que viven en la Casa Materno Infantil.

Embarazo rodeado de problemas

Para el momento en el que confirmó su embarazo, Mariana ya tenía tres meses de gestar a su hijo. Antes de eso, sintió un par de achaques, pero prefirió no darles importancia hasta aquel día de julio.

Su mamá y papá adoptivos “se volvieron locos de la felicidad” y se convirtieron en su apoyo principal. El papá de su bebé estaba en prisión.

"A la fecha, es como si no tuviera. No existe”, añade la joven.

Pese al problema legal que debía afrontar, tenía ilusión por el futuro con la llegada de su hijo.

“Desde que supe que venías, te convertiste en mi motor”, le escribió Mariana a su bebé en un álbum.

Sin embargo, pasar un embarazo en una cárcel no es nada sencillo. A ella no le dieron muchas náuseas ni vómitos. “En eso sí que me salvé, porque dicen que es bien jodido eso y por dicha porque da hasta asco vomitar en esos baños”, apuntó.

Lo que sí tuvo fueron bastantes antojos, los cuales su madre intentó cumplir a como pudo. “Siempre quería comer una cajita feliz de Mcdonald’s y moría por una banana split. Pero aquí adentro es difícil. Lo bueno es que mi mamá todos los fines de semana me traía esa hamburguesita”.

Lejos de las situaciones propias del embarazo, tuvo que lidiar con problemas convivenciales con otras reclusas.

“Yo soy muy tranquila, pero cuando me altero, me altero y no hay quien me pare (...) Un día, una de ellas dijo que maldecía a mi marciano (bebé), que ojalá se me muriera y yo quería agarrarla por el pelo”, relató.

En resumen, Mariana dijo que ella pasó su embarazo como una reclusa más: en la misma celda, con el agua fría y la misma comida de las demás.

“No es que uno pide gustos, pero es un momento muy delicado para una mujer y quien no entienda eso es porque no es humano”, expresó.

‘Mi bebé era un reo más’

Mariana tuvo a su bebé en el hospital San Vicente Paúl, en Heredia, el 7 de enero del 2016. Estuvo una semana internada y volver a la celda con su hijo en brazos “fue lo más duro”. Hoy tiene casi dos años.

Mientras era un bebé de brazos, no había mayor problema, pero, cuando comenzó a gatear y caminar, sintió que su corazón se le destruía.

“Obviamente mi bebé no entiende nada, él solo quería andar por todo lado. Cuando salíamos de la celda para recibir nuestra hora diaria de sol, él se me volvía loco de la felicidad. Andaba por todo lado.

”Pero, cuando tenía que meterlo por regla de la cárcel, lloraba y era durísimo. Él quería seguir jugando y yo también. Mi bebé era como un reo más, porque, sin saberlo, tenía que cumplir con todas las órdenes de la Policía.

“Era tanto que mi mamá me decía que, cuando ella se llevaba al bebé los fines de semana, costaba mucho que él se desenvolviera. Era como que estaba respetando los límites impuestos por las oficiales, pese a que no estaba en el centro”, narró Mariana.

Kattia Góngora, directora del centro penal, reconoció las dificultades. Según ella, desde el 2015 (fecha en la que Mariana ingresó), se dieron a la tarea de buscar recursos para levantar un espacio para madres adolescentes.

“Se nos hizo bastante difícil. Varios proyectos que teníamos no se pudieron realizar por diversos motivos, así que tuvimos que ingeniar para ver qué podíamos hacer”, dijo.

Fue hasta este año, que las gestiones se concretaron para convertir aquella oficina en la Casa Materno Infantil. El 90% de la obra corrió por cuenta de Justicia, pero también se recibieron donaciones para amueblar el sitio e instalar el área de juegos.

Condiciones

Mariana supo de la creación de esa Casa Materno Infantil días antes de que la trasladaran. Antes de reubicarla, ella debía firmar una hoja de compromiso, en la cual aceptaba acatar 37 reglas.

Entre las condiciones están: dormir y levantarse temprano, asear la casa y aceptar que, cuando el bebé tenga año y medio, asista a una guardería.

“Para mí eso ha sido muy duro, porque mi bebé se va desde las 7 a. m. hasta las 3 p. m. Paso aquí sola, pero por mientras sigo mis estudios. Ya saqué el noveno año”.

Tampoco se aceptan tener problemas convivenciales. “Son puras reglas y eso sí es difícil. Antes, en el módulo, si había un problema, se arreglaba de tú a tú. Aquí eso no se puede. Hay reglas para todo”, insistió.

Lo positivo para Mariana es que ahí solo hay espacio para tres mujeres y, actualmente, hay un dormitorio desocupado. “Me llevo muy bien con mi compañera, chineo mucho al bebé de ella y todo”, detalló.

El Ministerio de Justicia informó de que, el próximo mes, otra reclusa se reubicará en esa Casa Materno Infantil. Actualmente, ella tiene siete meses de gestación.

En conversación con este medio, esa muchacha aseguró que espera ansiosa ese cambio. “Aquí no la he pasado tan mal, pero ya quiero estar en un lugar más cómodo, donde tenga mi propio cuarto”, concluyó.

Cumplen los tres años y ¿qué pasa?

Una mamá presa puede tener a su bebé al lado durante sus primeros tres años de vida. Pasado ese momento, el menor debe salir de la cárcel.

Kattia Góngora, directora del Centro de Formación Juvenil Zurquí, explicó que existen dos opciones: la primera, es que el menor vaya a vivir con familiares de su mamá; la segunda, es que, en caso de no tener parientes en libertad, sea reubicado en un albergue del Patronato Nacional de la Infancia (PANI).

"Para las mamás, este desprendimiento siempre es muy duro, pero es peor si le arrebatan a su hijo y lo ponen en un albergue", mencionó.

En ese caso, añadió Góngora, hay niños que son declarados en abandono judicial y, con ello, pueden ser adoptados por otra familia. Todo esto pese a que su mamá, quien está privada de libertad, no quiera perder la custodia.

"El fundamento del PANI es que las reclusas no tienen nada que ofrecerle al menor, por su condición de privadas de libertad. Y, al no existir otro recurso, prefieren darlos en adopción para que comience de cero", manifestó.

Se intentó conocer una versión del PANI, pero, al cierre de edición, no se obtuvo respuesta.

Pese a que Mariana sí cuenta con un apoyo externo (su mamá adoptiva), a ella le preocupa que sus otras compañeras vayan a perder al bebé.

"Es muy doloroso, porque ya, de por sí, nuestra condición es muy difícil como para venirla a empeorar al decir que le quitan el hijo a uno. Es de trastornarse eso.

"Entendemos que es la cárcel, pero, en el momento que nos lo quitan, sea para dárselo a nuestra familia o para ponerlo en un albergue, nos están quitando el derecho de ser madre", concluyó.