Atrás quedan los gritos, portazos y amenazas

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“En el curso, todos reconocimos que tenemos cierto grado de violencia. Por eso, a muchos los jueces les quitaron los hijos y la posibilidad de verlos”.

Así se expresó Luis, un bodeguero de 60 años, padre de dos hijos, de 26 y 22 años.

Él vive en San José con Marta, su esposa, de 62 años. En los últimos 12 años, la Fuerza Pública ha tenido que sacarlo de la casa en cinco ocasiones por episodios de violencia doméstica.

En su hogar, eran comunes los gritos, portazos, amenazas, y hasta el lanzamiento de objetos al piso. Si bien no hubo agresión física directa, la situación era caótica, alteraba los nervios de toda la familia y obligaba a llamar a la Policía.

“Son situaciones que destruyen a la familia, pero he aprendido que las mujeres tenemos que actuar”, dijo Marta.

La última vez que lo separaron de la familia, en el 2015, Marta le comentó vía telefónica que, al interponer la denuncia en los Tribunales de Goicoechea para que le dictaran medidas de no acercarse a la casa, le informaron sobre el programa Hombres en Construcción.

Fue así como ella le recomendó asistir y, aunque él no quería, poco a poco fue entusiamándose y, por un año, participó en las reuniones, Según dice ahora, le fueron muy provechosas. Ahora Luis estima que es necesario un seguimiento de al menos una sesión al mes.

En una pizarra tiene anotadas las palabras “responsabilidad”, “decisiones” y “límites,” las que cree claves en su readaptación a la vida familiar.