Robo y fuga hundieron a reo en la celda donde murió

Un delito, hace 19 años, marcó la vida de uno de los presos más peligrosos

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El robo a una vivienda en San Francisco de Dos Ríos (San José), en 1992, y una violenta fuga de la cárcel La Reforma, en el 2006, confinaron a Joehl Guillermo Araya Ramírez en el lugar que, varios años después, se convertiría en su lecho de muerte: una celda de máxima seguridad.

El intento de escapar nuevamente de prisión, el pasado 11 de mayo, y el misterio que aún rodea su deceso desempolvaron el extenso historial delictivo de Araya, a quien las autoridades policiales y penitenciarias catalogaron de “muy peligroso”.

La muerte del recluso también motivó a la familia a abrir las puertas de una dimensión desconocida hasta ahora: su vida antes de caer en la cárcel.

Ahora, el amplio archivo de denuncias y condenas judiciales de Araya contrasta notablemente con las historias familiares que lo retratan como un hombre atento, amigable, trabajador y buen padre de cinco hijos.

Teresa Ramírez, madre de Araya, aseguró que no entiende cómo su hijo, un esforzado constructor de viviendas y comerciante, terminó metido en “malos pasos”.

“Él no era el monstruo del que todos hablan ahora. Tuvo tiempo de arrepentirse y descansar eternamente”, afirmó.

Vida normal. Araya nació el 6 de julio de 1965 en Florida de Siquirres, Limón. Su madre lo dio a luz en su casa, sin ayuda médica ni de una partera.

Era el sétimo de nueve hijos y el único varón, hecho que, según Ramírez, lo convirtió en un protector de sus hermanas.

Debido a decisiones de su padre, del mismo nombre, su vida transcurrió entre Limón y San José. Ramírez cuenta que su hijo cursó la escuela en San Francisco de Dos Ríos y estuvo en un colegio de Alajuela, aunque no precisó los nombres.

Según los registros de la Dirección de Adaptación Social, el preso se graduó de primaria en la cárcel e inició estudios de secundaria.

Desde joven se dedicó al comercio de legumbres y verduras. Tuvo un tramo en el mercado de mayoreo en San José.

Ruta a prisión. Los registros criminales de Araya se remontan a julio de 1992, cuando, junto a otros sujetos, se hizo pasar por agente del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) para robar en una vivienda de San Francisco de Dos Ríos.

Dos miembros de la banda, entre ellos Araya, interceptaron a la propietaria, de apellido Gómez, cuando se estacionaba enfrente de la casa. La mujer les permitió pasar porque creyó que eran policías.

Dentro de la residencia, la atacaron y robaron toda clase de artículos y el carro. La Nación trató de conversar con Gómez la semana pasada, pero declinó hablar del tema. “Fue terrible, no quiero recordar”, expresó.

La madre de Araya recuerda que planchó las camisas que utilizaron los hombres en ese robo, pues le hicieron creer que eran para ir a un matrimonio.

Por estos hechos, se intentó juzgar a Araya en noviembre de 1993, agosto del 2000 y diciembre del 2004, pero no se presentó a los tribunales y lo declararon reo rebelde. En el 2006, ya detenido, aceptó un proceso abreviado y lo sentenciaron a cuatro años de prisión por robo agravado.

Ingresó a la cárcel La Reforma el 6 de julio del 2006 y, tres meses después, protagonizó una violenta fuga junto con siete presos más. Uno de los custodios de la prisión fue asesinado durante el escape.

Tras su captura, el 29 de octubre del 2006 en Limón, Araya volvió a La Reforma, esta vez, al ámbito de Máxima Seguridad.

En junio del 2009, estando preso, lo condenaron a 65 años por la fuga del 2006 y el homicidio del guardia.

El 11 de mayo pasado lideró un intento de fuga de la cárcel, pero fracasó. El motín causó la muerte de un custodio y dos reclusos.

Once días después, apareció sin vida en su celda. Las causas aún se desconocen y la familia sospecha que fue víctima de agresión en la cárcel.