Ramonenses alarmados por incesantes golpes del hampa

Dos joyerías, tres bares, una soda y un abastecedor fueron los blancos

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Los vecinos de San Ramón de Alajuela están alarmados por una serie de asaltos violentos que ocurrieron contra locales comerciales del cantón en el último mes.

Dos joyerías, tres bares, una soda y un abastecedor fueron los blancos. Los hampones asesinaron a una persona y se llevaron millones de colones entre dinero en efectivo y artículos.

Los sujetos intimidaron a sus víctimas con armas de fuego, amenazas de muerte, insultos o golpes. En varios de los casos se hicieron pasar por clientes.

La Nación conversó con los propietarios o trabajadores de los negocios afectados. A continuación, siete personas relatan cómo la acción de los criminales les robó la paz.

Falsos clientes. El recorrido se inició el jueves a las 10:45 a. m. en la joyería Ulate, ubicada bajo el edificio de la Municipalidad de San Ramón, frente al parque.

Un empleado, que prefirió no ser identificado, narró los momentos de angustia que vivió el sábado 23 de julio.

“Era la 1:19 de la tarde. Un sujeto preguntó por un anillo de matrimonio. Entraron dos clientes y me dijo que los atendiera, que él esperaba.

“Luego llegaron dos hombres más y uno de ellos le avisó al cuarto. Cerraron las puertas del negocio y dijeron que era un asalto. Recuerdo que al menos dos habían venido en la mañana como si fueran clientes.

“Uno se brincó el mostrador. A la compañera y a mí nos amarraron las manos. A mí ,con el cordón de los zapatos.

“El que estaba armado golpeó a la compañera. Se llevaron todo el oro, cadenas, anillos y artículos apartados. Fue un robo de muchos millones de colones.

“Siento que la Policía no actuó rápido. Esto está crítico, San Ramón está pésimo, dolorosamente”, finalizó.

Al final de la entrevista, el afectado contó sobre otra joyería asaltada que se ubica a pocas cuadras de ahí: “La Chaves”.

La voz amable del propietario, Johnny Chaves, da la bienvenida. Tras escuchar la consulta , accede a la entrevista e inicia el relato del asalto que sufrió el 24 de julio.

“Era mediodía. Una persona entró y me pidió una pulsera de niña para verla. Me entretuvo con eso. Luego llegaron dos más.

“Uno sacó un arma y me apuntó a la cabeza. Me dijo que no lo viera porque me disparaba. Otro me ató los pies.

“Se llevaron todo lo que había en oro: cadenas, anillos, pulseras. En total unos ¢7 millones, calculo yo. Como no pudieron cerrar la puerta se fueron rápido.

“Hace falta más seguridad y vigilancia. Hoy, por ejemplo, no he visto un solo policía desde que abrí el negocio. Vamos a poner vidrios de seguridad. Tengo la fe de que se calme esta situación”, afirmó.

Ataque mortal. A 200 metros de la joyería Chaves, está el abastecedor Costa Rica, lugar donde el 4 de julio fue asesinado de dos disparos el propietario Hugo Jiménez Delgado, de 64 años.

El hecho ocurrió a las 4:30 a. m. y el móvil aparente fue el asalto.

Uno de sus hijos y su hermano Óscar Jiménez se hicieron cargo del negocio que tiene 42 años de existencia.

“Pensamos quitar algunos de los estantes para tener mejor visibilidad y queremos poner cámaras de vigilancia.

“La situación es preocupante, ya no se trabaja tranquilo. Está el temor de que lleguen otra vez”, comentó Jiménez.

La misma madrugada en que mataron a Jiménez, delincuentes armados asaltaron la soda conocida como “24 horas” y se llevaron ¢200.000.

Ese día la administradora del local , María Eugenia Oviedo, dijo a La Nación que iba a dejar el negocio por temor a un nuevo asalto y cumplió su promesa.

El jueves, en el sitio estaban dos trabajadoras de la nueva administración, quienes prefirieron no ser identificadas. Una de ellas contó que sin reabrir la soda, ya fueron víctimas del hampa.

“La apertura fue el lunes pasado, pero el domingo se metieron a robar. Se llevaron un horno de microondas, un televisor, cilindros de gas y el datáfono (aparato para realizar el cobro con tarjetas).

“Tuvimos que poner un portón más fuerte y alarma con monitoreo de una empresa privada. Sabíamos lo que sucedió aquí antes de alquilar pero la delincuencia existe en todas partes. Lo que hay que hacer es tomar medidas”, resaltó.

Bares en la mira. En Piedades Norte de San Ramón, se encuentra el conocido bar El Bohío. El actual administrador, Rider Vargas, revivió el asalto del que fue víctima hace aproximadamente 22 días.

“Era un martes como a las 8:30 de la noche. Había pocos clientes. Ingresaron cuatro sujetos armados; dos por cada entrada del bar.

“Dos tenían los rostros descubiertos y los otros dos se cubrieron con una especie de panty. Me acorralaron y me pusieron el arma en la cabeza.

“Gritaban que entregáramos todo o nos moríamos. Se llevaron aproximadamente ¢600.000 del negocio y a un cliente le robaron el celular y plata.

“El problema en este país es que faltan leyes más duras. Ahora cierro las puertas más temprano, voy a poner más luz en el local, un llavín eléctrico y tal vez cámaras. No queda de otra”, añadió.

Luego de la entrevista, Vargas comentó que otros dos bares de la zona fueron asaltados.

En San Juan de San Ramón se ubica el bar Nandayure. Ahí, un empleado que prefirió no revelar su nombre dio algunos detalles del suceso ocurrido el 18 de julio.

“Eran las 11:30 de la noche y estaba por cerrar. Había cinco personas, cuatro hombres y una mujer que llegaron como clientes.

“De pronto, dos sacaron armas y me amenazaron. Se llevaron el efectivo del día y un televisor. Es la primera vez que me pasa”, recordó el trabajador.

El caso más reciente ocurrió hace una semana en el complejo Las Terrazas de Fofo, ubicado en Concepción de San Ramón.

El dueño, Adolfo Méndez, dijo que sintió impotencia al estar bajo el dominio de los asaltantes.

“Llegó un cliente a la medianoche; nunca lo había visto y me pareció sospechoso. Se comportaba de forma extraña y alerté a algunos clientes de que algo podía pasar.

“Luego entraron dos hombres, se pusieron en la puerta y dijeron que era un asalto. El que estaba sentado como cliente les ayudó.

“Nos dijeron que entregáramos todo y que si alguno no daba la plata o celulares se moría. Mi señora les dio el dinero de la caja. Nos amarraron de manos y pies y nos acostaron en el piso. A mí y a un cliente nos golpearon en la cabeza con las armas que traían.

“Un señor que venía a recoger al suegro llegó al parqueo del local. Andaba con su esposa y un niño de año y medio. Los chavalos se asustaron y decidieron salir a toparlo. Lo encontraron con el teléfono en la mano porque estaba llamando a su suegro. Le preguntaron si estaba hablando con la policía y encañonaron al niño. La señora estaba muy asustada y él les pedía que se calmaran, que dejaran al chiquito.

“Sentí impotencia. Uno solo le pide a Dios que se vayan. Se robaron como ¢500.000 y una planta de sonido que vale ¢300.000. También celulares y plata de los clientes.

“Ya no voy a seguir con el negocio, lo voy a alquilar. Mi señora todavía llora”, finalizó.